Pablo Catatumbo, del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP:
Durante varios meses del año 2012 emprendimos en la unidad guerrillera que me acompaña la lectura de un interesante libro: la biografía de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, escrita por el historiador Gerard Walter.
Leer más...editorial
Entre las últimas acciones autoritarias de los gobernantes debemos anotar la sugerencia del Ministro de Gobierno para que policías apliquen la “ley de fuga”, para que ejecuten extrajudicialmente a un supuesto sicario (alguien que mata a cambio de una paga).
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Jorge Mendoza*
17 abril 2013
Corría el año 1979 y tenía que hacer un proyecto muralístico para la materia de Pintura Mural que dictaba el profesor Solón Romero y así terminar mis estudios de licenciatura en Bellas Artes de la Facultad de Arquitectura y Artes (hoy Facultad de Arquitectura, Artes y Diseño Urbanístico, FAADU), de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en el predio de Obrajes, La Paz-Bolivia. El tema y la génesis artística de este mural inconcluso fueron creciendo orgánicamente y fueron paralelos a los violentos y sangrientos episodios de la Masacre de Todos Santos cometida por los terroristas narco militares golpistas[i]. Los rápidos estudios y bocetos que hice para este mural son basados en sucesos reales de ese entonces cuando aproximadamente fueron asesinadas 100 personas, 140 fueron desaparecidas y 204 fueron heridas[ii] —aunque esos números pueden ser mayores. Esos bocetos los hacía mientras participaba activamente en la resistencia universitaria y del pueblo, y como tal sufrí el escarnio y dolor en carne propia. Entonces tuve que plasmar mi denuncia socio-política de un ciclo de violentos golpes de estado en un muro de 11x6 metros bajo la supervisión del maestro Solón Romero, quien con su experiencia artística me guió durante el proceso de la creación de la obra, de la composición esquemática y posteriormente intervino haciendo sus propias adiciones y como décimos amarró al duende de esta obra de arte con su experiencia.
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Remberto Cárdenas Morales*
En Bolivia, sobre las últimas elecciones en Venezuela, entre otras cosas, analistas dicen que en la patria del Libertador ha ganado Capriles, que allí hubo empate técnico y que el resultado de esos comicios es el principio del fin del chavismo. Asimismo, han sido desmentidos por la experiencia electoral los que, entre otras afirmaciones, aseguraron que Maduro arrasaría en la consulta del pasado domingo: lo último dijeron unos llunk’us, sobre procesos latinoamericanos, palabras dulzonas que hacen más daño que bien.
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Por:Atilio A. Borón
|Martes, 16/04/2013 08:45 AM
Era fundamental que ganase Nicolás Maduro, y ganó. Pero ganó a duras penas, lo cual exige desentrañar las causas del bajón sufrido por el chavismo y el notable aumento experimentado por la derecha. Fue una victoria que puso en evidencia la endeblez metodológica de las encuestas que de uno y otro lado pronosticaban una holgada victoria del candidato chavista. Sobre el veredicto de las urnas lo primero que hay que decir es que su desconocimiento por parte de Henrique Capriles no es en modo alguno sorprendente. Es lo que señala para casos como este el manual de procedimientos de la CIA y el Departamento de Estado cuando se trata de deslegitimar a un proceso electoral en un país cuyo gobierno no se somete a los dictados del imperio. Si bien la distancia entre uno y otro fue muy pequeña, no tuvo nada de excepcional a la luz de la historia venezolana: en las elecciones presidenciales de 1978 Luis Herrera Campins, candidato del COPEI obtuvo el 46.6 por ciento de los votos contra el 43.4 de su rival de Acción Democrática. Diferencia: 3.3 por ciento, y el segundo reconoció de inmediato el triunfo de su contendor. Antes, en 1968, otro candidato del COPEI, Rafael Caldera, accedió a la presidencia con el 29.1 por ciento de los sufragios, imponiéndose sobre el candidato de AD, Gonzalo Barrios, quien obtuvo el 28.2 por ciento de los votos. Diferencia: 0.9 por ciento y asunto concluido. Más próximo en el tiempo, contrasta con el autoritario empecinamiento de Capriles la actitud del por entonces presidente Hugo Chávez que, en el referendo constitucional del 2007, admitió sin más trámite su derrota cuando la opción por el No obtuvo el 50.6 por ciento de los votos contra el 49.3 por ciento del Si a la reforma que él favorecía. A pesar de que la diferencia fue de poco más del 1 por ciento Chávez reconoció de inmediato el veredicto de las urnas. Toda una lección para el ofuscado perdedor.
Leer más...Un lector de Aquí
Que un ministro de Estado instruya a la Policía Boliviana aplicar “la ley de fuga” a presuntos delincuentes que se resistan a ser detenidos, es retroceder a tiempos de las dictaduras, actitud autoritaria que evidencia abuso del poder que no debe tolerarse en un nuevo Estado plurinacional y democrático.
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Abril 15, 2013
15 de abril,2013
Por Alipio G. Sollet
Voy a demostrarles que la prensa canalla tiene memoria selectiva. En efecto, basta con que el candidato derrotado en unas elecciones presidenciales sea el de sus preferencias políticas o ideológicas, —como es el caso ahora de Enrique Capriles en las presidenciales del domingo 14 de abril en Venezuela—, para que a este tipo de prensa se le olviden los precedentes; se le estrechen más que nunca la diferencia en el número de votos o la diferencia porcentual que sacó el candidato vencedor o ponga en dudas los resultados de las urnas.
Leer más...En riesgo de extinción
Roger Cortez Hurtado*
- 15/04/2013
Al leer el titular “Indígenas oficialistas amenazan tomar bienes de la Iglesia en el TIPNIS”, publicado en este diario la semana pasada, sentí que ese encabezamiento estaba profundamente equivocado.
¿Se puede llamar indígena, con propiedad, al dirigente del Conisur, vocero de esas amenazas e instrumento principal de la política antiindígena y antiambiental del Gobierno?
No se trata de un error sintáctico u ortográfico ni legal porque la Constitución consagra en su segundo artículo lo “indígena-campesino” como el pilar del nuevo orden estatal del país. Pero los hechos relacionados con el TIPNIS en los últimos tres años son la prueba concluyente de que indígena y campesino son identidades que se han bifurcado y que tienden a alejarse cada día más.
Hablo de identidades históricas, no de categorías generales, ni de generalidades porque todavía hoy es cierto que la mayor parte de los campesinos tiene origen y mantiene prácticas culturales indígenas. Eso es tan cierto como que lo indígena es hoy en Bolivia una realidad social minoritaria que, entre pueblos de tierras bajas y tierras altas, no alcanza al 5% de la población, en tanto que los campesinos superan cómodamente el 50%.
Indígena y campesino eran identidades intercambiables y, hasta cierto punto, nombres de una realidad única hasta los años 70 del siglo anterior, que es cuando empiezan a manifestarse con fuerza y de manera crecientemente amplificada los efectos de la reforma agraria de 1953. Las consecuencias de aquella medida afectaron a la mayor parte de los indígenas que habitan la región andina y marcaron la ruta propia de la clase social campesina nacida con su aplicación.
Las diferencias que ostentan los campesinos con los indígenas no se limitan ciertamente al tipo de propiedad que predomina entre unos y otros: individual entre los primeros, colectiva entre los segundos. Mucho más relevantes son las relaciones que mantienen con el mercado del trabajo los campesinos, que trabajan como asalariados en el campo y principalmente las ciudades, aunque no es infrecuente que temporalmente muchos de ellos paguen salarios para labores de cosecha, dentro de una dinámica fluida propia de las prácticas de pluriempleo que se han generalizado entre ellos. Más aún, existen reducidos grupos de campesinos exitosos en lo económico, como algunos medianos soyeros y cocaleros que contratan constantemente cantidades significativas de asalariados y lo mismo puede decirse de prósperos importadores, de indiscutible origen campesino, que requieren un número creciente de trabajadores para apoyarlos en sus florecientes actividades. En cambio, los indígenas, ya sean urus, chimanes, chipayas, weenhayek o guaraníes, no pueden pagar salario a nadie y si intervienen en el mercado laboral alguna vez es a título de mano de obra.
las migraciones ya que, contrariamente a lo que se predica en las escuelas, los verdaderos nómadas del siglo XX y XXI en Bolivia son los campesinos; ellos no sólo han hecho crecer las principales ciudades del país, si no que emigran a otros países, sea como zafreros, constructores o sastres. Los pueblos indígenas, inclusive los con fama de nómadas, son realmente sedentarios, en el sentido de que se arraigan profundamente en sus territorios.
Los campesinos piensan en términos de tierra; los indígenas en territorio. Es por eso que el Gobierno actual, como indiscutible representante de los sectores campesinos más prósperos (sea que actúen como comerciantes de tierras, empresarios del transporte, dirigentes cooperativistas, importadores o gestores políticos), respalda las amenazas de “redistribuir tierras”, de manera que se las resten a los indígenas (que “tienen demasiada”, según algunos dirigentes de organizaciones campesinas) para entregarlas a sus bases.
Lo empresario representa en nuestra experiencia histórica nacional el impacto concreto del capitalismo sobre lo indígena y ese impacto es real, sensible y verificable. Las contradicciones entre campesinos e indígenas existen, a pesar de la historia compartida de humillaciones, discriminación y exclusión, que determinó la compacta alianza entre ambos gracias a la cual se hizo posible el nuevo ciclo histórico por el que atravesamos. Los conflictos entre ambos no son antagónicos, por necesidad o naturaleza, pero pueden alcanzar ese rango si se deja que el Gobierno los continúe conduciendo como hasta ahora.
Roger Cortez Hurtado es investigador y docente.
Frente a la violencia generada por la ultraderecha y el fascismo en el hermano pueblo de Venezuela como medio para desestabilizar un gobierno democráticamente electo, declaramos:
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