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Silvio en Bolivia, crónica de un recital que unió a 20.000 voces*

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silvio rodríguez

El histórico concierto del lunes en Santa Cruz, el antes y el después

MÚSICA La capital cruceña acogió una inusual movilización en torno al arte. Detalles y entretelones.

Martin Zelaya / Santa Cruz - 16/04/2013

Martes 16 de abril, 11:37. En una de las mesas del café bar del hotel Los Tajibos de Santa Cruz, una joven mujer de pelo castaño y enormes ojos claros revisa unos papeles mientras toma sorbo a sorbo un café puro.

A un costado se sienta, sólo de rato en rato, su pequeña hija que, más que comer, prefiere corretear por los amplios jardines y asomarse a la piscina.

¿Por qué empezar así la crónica de un concierto? Quizás porque ayer a esa hora, en varias mesas del hotel no había otro tema de conversación que el histórico concierto que Silvio Rodríguez dio la noche del lunes en el estadio Tahuichi Aguilera.

Y lo mismo en el resto de la ciudad, entre quienes fueron al show, sobre todo, pero también entre quienes apenas sabían algo al respecto. “¿Oiga, y usted vino por el concierto, no?”, inquirió el taxista rumbo al aeropuerto. “Sí”. “¿Y quién es pues ese Rodríguez' canta canciones cristianas' por qué atrae a tanta gente, pueh?”.

Pero quizás el mejor pretexto para empezar así esta crónica es que la guapa mujer que desayunaba y la niña que correteaba eran Niurka González y Malva, la esposa e hija de Silvio.

La primera, también parte de su grupo musical de apoyo (junto al Trío Trovarroco), la segunda, su gran debilidad y motivación y para quien escribió Mi casa ha sido tomada por las flores, una de las sentidas bajas en el repertorio del lunes.

“Si me levanto temprano /fresco y curado / claro y feliz / y te digo voy al bosque / para aliviarme de ti'”. Días y flores fue el tema dos de 25, y el primer gran remezón de una noche llena de emoción (Quién fuera, tema nueve, provocó el primer estallido), llena de goce: la gente disfrutó a rabiar La maza (13), Mariposas (17) ySueño con serpientes (24), pero también una noche llena de estremecimientos y carne de gallina, como en la bella Mujeres (11): “Pero lo que me ha estremecido / hasta perder casi el sentido, / lo que a mí más me ha estremecido / son tus ojitos, mi hija, / son ojitos divinos'”.

A las 21:13 del lunes, Silvio arrancó un concierto de dos horas y media de duración. Noche antes, pisó suelo boliviano exactamente 30 años después de su primer y único arribo, cuando les cantó en La Paz, Oruro, Cochabamba y con los mineros de Siglo XX.

Fue una velada histórica, está dicho, porque además, como pocas veces antes, miles de seguidores se organizaron para llegar por su cuenta o en delegaciones a la capital oriental y no perderse el anhelado concierto tantas veces frustrado en años anteriores.

Cantó por fin el trovador en Bolivia, y además de hacer disfrutar, gozó él, compartió con su público —al que sacaba fotos cada que podía—, intercambió guiños, jugarretas y complació con varios temas más de los previstos.

“Escribí esta canción -dijo al presentar San Petersburgo (3)- hace muchos años en un viaje de La Habana a México. Me pareció muy extraño que en el avión estábamos sólo dos pasajeros y uno de ellos era Gabriel García Márquez' entonces me contó de que a veces se le ocurren pequeñas historias que él piensa que debían ser canciones y no novelas”.

De eso precisamente, de pequeñas historias sueltas que hiladas hacen una gran obra —quizás tan significativa como la del premio Nobel colombiano— está hecho el cancionero de Silvio Rodríguez, que llega ya a unas 800 composiciones en casi medio siglo de creación.

¿Cómo resumir, condensar, dotar de representatividad mínima en una sola noche, en un par de horas a tan prolífica producción?

Fuera de escena

En otra mesa en la capital cruceña, el domingo pasado en la Casa del Camba, dos argentinos, representantes de Rodríguez para Sudamérica que llegaron a ultimar detalles, se deleitaban con un majadito de charque y un vino trivarietal a tiempo que confesaban, ante el ministro de Culturas, Pablo Groux, y Carlos Villegas, presidente de YPFB, (una de las auspiciadoras del megaconcierto) su asombró por la organización del evento, pero ante todo “por el entusiasmo” de la gente que ese día ya empezaba a llegar en masa de todo el país, por tierra y aire.

“Hoy fui a ver el armado del escenario. Es el mejor, el más imponente que nunca antes hemos hecho' y vaya que hemos armado escenarios”, comentó satisfecho Groux mientras se liaba un cigarrillo a mano -papel, tabaco, saliva y encendedor- en los jardines del enorme local de comidas.

Fue entonces, entre trascendidos, versiones e intenciones, cuando se mencionó que el recital iba a ser filmado y editado para pasarse en TV (“¿y por qué no, después, para DVD?”) e incluso alguien se animó a decir que “yo creo que Silvio querrá incluso sacar un CD del concierto en Bolivia para su discografía oficial”. Ojalá.

El espectáculo

Y claro que cantó Ojalá, una de las imprescindibles. Fue la número 19: “Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo / cuando caigan / para que no las puedas convertir en cristal'”. 

Luego vino Te doy una canción (20) otro clásico que recuerda el influjo revolucionario y el compromiso ante todo: “Si miro un poco afuera, me detengo: / la ciudad se derrumba y yo cantando, / la gente que me odia y que me quiere /no me va a perdonar que me distraiga'”.

Y poco antes, el tema número 18, fue la extraña y hermosa La era está pariendo un corazón, compuesta hace 45 años, en el año del famoso mayo de París, cuando el cantautor previó ya ciertos vientos de cambio.

Ya puestos a hablar del repertorio, valga decir que junto a clásicos y temas recientes y no conocidos por todos, no faltaron canciones muy antiguas como De la ausencia y de ti: “hoy quisiera ser sabio y muy viejo y poderte decir lo que aquí no he podido decirte'”. Cómo no quebrarse con esta canción que el trovador escribió cuando tenía sólo 23 años' 

Al promediar el concierto -tema 14- Silvio tocó los primeros arpegios de El escaramujo, y la gente, ya totalmente entregada, le regaló un “te queremos Silvio te queremos, te queremos Silvio te queremos'” que le arrancó una sonrisa y una mirada de complicidad con su compañera, Niurka. 

“Nosotros también a ustedes”, soltó y se largó con “Por qué la tierra es mi casa? / ¿Por qué la noche es oscura? / ¿Por qué la luna es blancura / que engorda como adelgaza?”.

Como presintiendo, a eso de las 23:15, que ya todo estaba dicho, y poco antes de que el presidente Evo Morales -espectador de lujo en primera fila- deje el estadio junto al vicepresidente y su nutrido equipo de seguridad y apoyo, el cubano anunció: “Esta canción se la voy a dedicar a vuestro Presidente”.

“Dirán que pasó de moda la locura / dirán que la gente es mala y no merece / más yo partiré soñando travesuras / acaso multiplicar panes y peces'” (El necio, tema 23).

Movilización

“No puedo creer que Silvio esté en Bolivia”, dijo Javier Coronel, orureño de 29 años que vive en La Paz y que llegó la noche del sábado tras 19 horas de “tortuoso pero feliz” viaje.

Ya desde el viernes y hasta el domingo, por el Centro Cultural Santa Cruz -el único lugar habilitado para repartir credenciales de ingreso- desfilaban decenas y decenas de orureños, paceños, chuquisaqueños, cochabambinos, tarijeños y, claro, cruceños en busca de los pases que no habían tenido la previsión de recoger antes en sus distritos. Hubo para todos.

El Ministerio de Culturas dispuso de 32.000 acreditaciones para cinco sectores. Según cálculos de varios medios, la asistencia final estuvo entre 22.000 y 25.000 personas. Todo un récord -de todas maneras- para este tipo de eventos de los que Groux y compañía prometen más.

“Hay que ir por Sabina”, dijo casi para sí mismo el ministro en referencia a un viejo anhelo suyo de traer al cantautor español, pero también se animó a deslizar lo que quizás es un caro sueño personal, “¿y por qué no a U2?”.

¿Por qué no? Si de soñar se trata, al menos por ahora, muchos troveros, silvieros y amantes de la buena música quedaron satisfechos. 

Un baile desde Tarija hasta Cobija

Abrieron el concierto del lunes Christian Benítez y Mario Ramírez, de Negro y Blanco, con una selección de seis de sus mejores piezas.

La infaltable Píntame Bolivia, de entrada, y para cerrar, quizás la mejor lograda,Cueca Bolivia: “Para que desde Tarija hasta Cobija baile Bolivia, bailé Bolivia”, cantaron.

“Silvio estaba realmente feliz por ver a personas de diferentes generaciones”, contó ayer Benítez en el vuelo de regreso. Y Mario lo corroboró ya en el aeropuerto de El Alto: “Dijo que sorprendió mucho que la gente conozca tantas letras de sus canciones”.

 

20.000

personaspor lo menos asistieron el lunes al concierto en el estadio Tahuichi Aguilera.

*De Página Siete del 17 de abril de 2013.

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