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Retos decisivos para poder gobernar

Retos decisivos para poder gobernar

Erick R. Torrico Villanueva*

27 de octubre de 2020

La consecución de una doble democratización y una triple gobernabilidad es lo que la fórmula presidencial electa enfrenta como retos de carácter decisivo para poder gobernar.

El pasado domingo 18 sucedió lo inesperado; lo indeseado también. Lo peor que se suponía que podía ocurrir era que se tuviera que llegar a una segunda vuelta para recién ahí confirmar la victoria ciudadana nacional de octubre-noviembre de 2019. Sin embargo, a primeras horas del 19, los fríos datos empezaron a mostrar otra realidad.

Un escenario tal, antes que una cacería de presuntos culpables, flagelaciones, arrepentimientos o rumores, exige un examen de los significados que trae aparejados y de lo que se puede y debiera venir.

En primer término, es indispensable reconocer que la transición política iniciada en 2016 continúa su curso, aunque el control relativo de la misma se encuentre por el momento en manos impensadas.

De igual manera, no es posible soslayar el hecho de que el logro fundamental de la movilización de hace un año contra la ilegalidad, el autoritarismo y el fraude, que fue la salida del poder del ex gobernante impostor y de su séquito, está siendo ratificado hoy por gente de su propia organización, que ha urgido a sus candidatos que eviten el regreso de aquellos personajes. Ya la fuga que éstos protagonizaron en noviembre pasado y la negociación político-parlamentaria que viabilizó la instalación del gobierno transitorio abrieron el cauce para que dirigentes y sectores que habían sido utilizados y enmudecidos por el aparato gubernamental que se desmoronó salieran a la palestra, pero ahora esto tiende a volverse una corriente.

Este elemento es determinante: según las señales que se están presentando, el triunfo en las urnas no va a suponer, como seguramente imaginaron los “estrategas” de Buenos Aires, la reposición automática y completa de la corrupta maquinaria que forjaron durante casi 14 años, sino más bien la posibilidad de una renovación de fondo.

Y es aquí donde aparece el reto de la doble democratización. De una parte, se trata de que, en el seno de los ganadores de la votación, el pluralismo de voces, la participación y la honestidad ocupen el lugar del que se les expulsó; de otra, se trata de que su organización, intentando liberarse de toda rémora oportunista, vaya a ser capaz de desenvolverse con y en las reglas de la democracia ante el país.

Tal vez esto se comprende mejor si se recuerda brevemente el trayecto del llamado Movimiento al Socialismo (MAS), que nació en 1987 como una derivación de la Falange Socialista Boliviana fundada por Oscar Únzaga de la Vega en 1937, por lo cual en un inicio se denominó MAS-U (por el apellido de su histórico caudillo). Esta organización se convirtió en solamente MAS en 1995, de la mano de Filemón Escóbar, quien en su calidad de asesor cultural de la Central Obrera Boliviana por esos años trabajó para empalmar ideología, objetivos y acciones con el “Instrumento Político de liberación, anticapitalista y anticolonial” que el VII Congreso de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia determinó constituir en 1996.

Para el siguiente año, con vista a las elecciones generales, el MAS se fusionó con ese naciente Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP), pero todavía intervino en los comicios como parte de la alianza Izquierda Unida. En las elecciones de 2002 sí se inscribió como MAS-IPSP y alcanzó un expectante segundo lugar. En 2005 se alzó con una sorpresiva victoria en las urnas y, maniobras mediante, permaneció en el poder hasta noviembre de 2019, cuando su jefe, candidato ilegal y protagonista del fraude electoral, acabó repudiado por una inédita protesta ciudadana nacional, renunció a la presidencia y huyó al extranjero.

Lo que cabe destacar es que a lo largo de todo ese tiempo de usufructo del poder el MAS, en la práctica y en su nominación pública, se desprendió del IPSP, invisibilizándolo a la par de reducirlo a verdadero instrumento de los intereses de un grupo expropiador que prebendalizó las relaciones con sindicatos y otras organizaciones sociales, a la vez que abandonó los principios ideológicos de la “civilización andina y amazónica” que el “Instrumento” había aprobado en 2001.

Pues bien, los resultados electorales de 2020 parecen haber generado el margen suficiente para que el “Instrumento” se atreva a tomar las riendas políticas, lo que sitúa en posición privilegiada al segundo de los candidatos, pues el primero, además de monotemático y puesto a dedo por el ex gobernante fugado, en los hechos no representa a nadie en la agrupación y tampoco fuera de ella. Ahí se avizora, entonces, una tensión entre facciones con desenlace aún imprevisible, pero de cuya resolución dependerá la actuación democrática que podría tener el conjunto de su organización o su encaminamiento a un nuevo fracaso.

Por si fuera poco, a ese reto de democratización se suma otro de magnitud equivalente: el de la triple gobernabilidad que necesitarán gestionar los futuros gobernantes para encarar la situación presente y desenvolverse durante un quinquenio. Una es la interna, que deberá sortear la ya evidenciada contradicción entre MAS e IPSP; otra, la que implicará buscar consensos en un parlamento tripartito que es hoy territorio inexplorado; y la última, que requerirá responder a las demandas de la sociedad, sus regiones y sectores, así como administrar el Estado y las relaciones internacionales con honestidad, responsabilidad y sentido nacional en un marco con síntomas de crisis múltiple.

Querer montar dos o más caballos a la vez no será, sin duda, la receta para el binomio electo ni para la estabilidad. Los desafíos están planteados; las definiciones no podrán esperar.

*Especialista en Comunicación y análisis político

Twitter: @etorricov 

Publicado en ANF el martes 27 de octubre de 2020

No están solos

No están solos

Alfonso Gumucio Dagron*

sábado, 17 de octubre de 2020

El Premio Nobel de la Paz de este año tiene ya destinatario: el Programa Mundial de Alimentos (PMA), muy merecido, por cierto, y desde hace mucho tiempo, pero parece un contrasentido en un año marcado por el coronavirus, donde los premiados deberían ser los que estuvieron en la primera línea de combate. Es decir, miles de personas, no una organización, ni dos o tres personas. 

¿A quién habría que otorgar el Premio Nobel de la Paz? 

Lo que primero viene a mi pensamiento son cientos de miles de médicos, enfermeras, choferes de ambulancias, personal de limpieza de hospitales, todos enfundados en batas azules, verdes, blancas o amarillas, con mascarillas y guantes, que incansablemente y a riesgo de sus propias vidas estuvieron tratando pacientes infectados de Covid-19 en los momentos más difíciles de la pandemia (momentos de crisis que espero no sean olvidados el próximo año). 

En todo el mundo, ese personal de salud ha tenido una actitud heroica no solamente por su dedicación absoluta y por la recuperación del juramento hipocrático de manos de los comerciantes de la salud, sino porque además tuvieron que enfrentar a enemigos egoístas y violentos, además del virus. No están solos, los respetamos y los admiramos. 

Tuvieron que hacer su trabajo a pesar de gobiernos indolentes como el de Estados Unidos, el de Brasil, el de México y otros países que minimizaron la pandemia y esperaron más de un mes en declarar medidas de cuarentena, o no la declararon en absoluto.  Mientras esos políticos negacionistas se reían de la “suave gripita” (Bolsonaro y Trump), o esgrimían estampitas y billetes de dos dólares para la protección milagrosa (López Obrador), el personal de salud ya obraba en esos países salvando vidas, y no obedecía las consignas de seguir en las calles repartiendo abrazos envirusados. 

Esos trabajadores de la salud tuvieron que enfrentar agresiones físicas y verbales de algunos sectores de la población que los discriminó: no los dejaban regresar a sus domicilios, no les permitían tomar taxis, los repudiaban en el transporte público por llevar zapatos blancos y batas. En la India o en El Alto, vimos imágenes donde eran apedreados salvajemente por una población embrutecida. A todos los que discriminaron, ojalá los haya infectado el virus y no hayan tenido quien los atienda. No merecen otra cosa.

Entonces, ¿Nobel de la Paz a todo el personal de salud del mundo? Por supuesto, aunque sería difícil otorgarlo a tantos de batas blancas, pero no son los únicos que se lo merecen. No sólo están las batas, sino también las botas. Es decir, la Policía, el Ejército, los bomberos, las brigadas de desinfección, los recolectores de basura de las alcaldías, que realizaron trabajos de vigilancia, de contención de multitudes enardecidas, de orden en los supermercados, en los bancos, y de desinfección en las calles. 

Ellos también expusieron sus vidas, trabajando al principio sin los implementos necesarios, porque había que hacerlo de todas maneras para mantener la seguridad ciudadana y combatir no sólo al virus, sino también a los criminales que se aprovecharon de la pandemia para delinquir. 

Cómo no reconocer a los voluntarios de todo tipo, los que se organizan para cocinar ollas populares o repartir bolsas con alimentos esenciales para los más vulnerables que no tienen qué comer porque su trabajo era ambulante, y no pudieron salir porque si lo hacían iban a contagiarse y contagiar a otros. Voluntarios que cosieron millones de mascarillas en sus casas, que inventaron con impresoras 3D y plásticos desechables protectores faciales cuando los gobiernos estaban recién pensando cómo fabricarlos o importarlos. ¿Ya los hemos olvidado? 

También se debe premiar a los trabajadores de los supermercados, los repartidores que llevaron en moto o bicicleta la comida a las casas, los que atienden farmacias o transportan en camiones desde el campo hasta las ciudades las legumbres y frutos que consumimos, y los campesinos que las producen. 

Y por supuesto, la comunidad científica que, a pesar de presidentes incalificables como Trump, Bolsonaro o López Obrador y otros de la misma calaña que en Francia y en España se fueron de vacaciones en plena pandemia, hacen un trabajo de investigación que permitirá tener vacunas y remedios que sirvan a todo el mundo, sin fronteras económicas y migratorias. 

Global Citizen, una iniciativa de la sociedad civil, un concierto mundial de ocho horas de duración, donde artistas de todo el mundo regalaron sus canciones y sus mensajes de apoyo a todos los que he mencionado más arriba, y su apoyo también a la OMS, tan vilipendiada por el tramposo Trump, que no puede vivir sin echarle a otros la culpa de sus propios errores.  Ese concierto (y miles de otros que hemos podido ver a través de internet en las plazas vacías o en los balcones), confirmó la conciencia que debemos tener de unidad frente a la actual adversidad, pero también de cambiar el mundo cuando superemos este periodo. No queremos un mundo como el de antes. Hay una ciudadanía global harta de politiquería e hipocresía.  

¿O no habremos aprendido nada? Quizás no aprenderemos nunca. 

@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta.

No me someto a la Constitución ni a ninguna ley: Evo Morales

No me someto a la Constitución ni a ninguna ley: Evo Morales

Evobadas

Redacción Aquí

Evo Morales hizo esta confesión en julio de 2008, a solo dos años de haber iniciado su gobierno. La pronunció en un acto en Cochabamba donde anunció obras de YPFB. Allí se mostró lo que fue y sigue siendo: un autoritario que estaba y está por encima de cualquier normativa del Estado:

“Yo he aprendido que por encima, por encima de lo jurídico es lo político (sic). Quiero que sepan, yo a veces cuando algún jurista me dice: ‘Evo te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal’, bueno yo le meto por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: ‘si es ilegal, legalicen ustedes, para qué han estudiado’… y tienen que legalizar.”[1]

https://www.youtube.com/watch?v=iQgppmweyOg

El comportamiento de Morales, propio de un dictador, es reiterado con otra frase memorable ocho años después, en diciembre de 2016, en un Congreso del MAS en Montero: los proyectos deben partir de las bases, aún si estos no están de acuerdo a la ley, “si vamos a estar toda la vida sometidos a la ley, no se puede hacer casi nada.”[2]

En realidad, Morales no se sometió a las leyes ni siquiera a la nueva Constitución Política del Estado aprobada (2009) durante su primer gobierno por la mayoría de los bolivianos, ya que no cumplió el mandato que señala que solo podía ser reelegido una sola vez, imponiendo con su autoritarismo ser reelegido por tercera vez.

Morales no satisfecho con su tercera gestión ilegal, desconoció el mandato del pueblo que le dijo No en el Referéndum del 21 de febrero de 2016. Su deseo manifestado así en Chimoré en diciembre de 2016: “Escúchenme bien: si yo fuera presidente del Tribunal Supremo Electoral (…) el referéndum del 21 de febrero de oficio hubiera anulado, porque ha ganado la mentira (…) claro la derecha usando la mentira”[3], lo consiguió con una Sentencia del Tribunal Constitucional hecha a su medida, con la cual se postuló para un cuarto mandato que no pudo lograrlo por la rebelión popular que se desató al descubrirse el fraude que había montado.

Desde los inicios de su régimen (2006) hasta que huyó (2019) Morales manifestó su desprecio por las normas y desplegó abiertamente su carácter dictatorial.

 


[1]https://www.libertaddigital.com/mundo/evo-morales-confiesa-que-da-pasos-ilegales-en-bolivia-para-aplicar-sus-reformas-1276335615/

[2] https://www.lostiempos.com/actualidad/nacional/20161216/evo-si-nos-sometemos-ley-no-hacemos-nada

[3] https://www.eldia.com.bo/index.php?cat=426&pla=3&id_articulo=216311

Octubre de la democracia

Octubre de la democracia

Erick R. Torrico Villanueva*

lunes, 12 de octubre de 2020

Octubre está a punto de confirmarse como el mes-símbolo de la recuperación de la democracia. Las votaciones del domingo 18 serán fundamentales para ello.

Hace 38 años, luego de una secuencia casi ininterrumpida de regímenes militares que comenzó en 1964, Bolivia volvía a vivir bajo las garantías constitucionales y era escenario de la instalación del primer gobierno de la democracia reciente. El 10 de octubre de 1982, la asunción presidencial del Frente de la Unidad Democrática y Popular liderado por Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora marcaba, así, el tiempo de un nuevo comienzo para la política en el país.

El trayecto, sin embargo, fue sumamente accidentado. Esa experiencia inicial tuvo que enfrentar el fuego cruzado de los partidos conservadores, el sindicalismo radical y el empresariado privado, y lo hizo además en un contexto de explosión de las demandas sociales de dos décadas, una inflación casi incontrolable y la amenaza latente del golpismo uniformado.

El peligro inminente del regreso al autoritarismo llevó a que el presidente Siles adelantara para 1985 las elecciones nacionales y entregara el poder a Víctor Paz Estenssoro, del Movimiento Nacionalista Revolucionario, quien de inmediato estableció un rígido plan antiinflacionario junto al programa neoliberal de ajuste estructural y se alió más tarde con la Acción Democrática Nacionalista del ex dictador Hugo Banzer Suárez.

Empezó entonces un lapso de 17 años en que los acuerdos inter-partidarios para conformar gobierno se hicieron norma. A eso se le dio el mal nombre de “democracia pactada”, designación errónea por cuanto la democracia siempre implica negociaciones y consensos. Pero ese modelo político hizo agua entre 2000 y 2003 y se volvió a configurar una situación de profunda crisis que terminó con la práctica expulsión de la escena política de todas las organizaciones partidarias que protagonizaron esa etapa.

El 17 de octubre del último año citado representó un segundo gran momento de ratificación de la voluntad democrática de la ciudadanía, pues se aseguró el orden constituido y Carlos Mesa Gisbert sucedió en la presidencia a Gonzalo Sánchez de Lozada, quien renunció al cargo como producto de la resistencia civil de los sectores populares y medios a las desatinadas medidas económicas que pretendía ejecutar. A ello coadyuvaron, cómo no, la soberbia de la “clase política” –que ya había perdido toda relación con la realidad de la gente– y la represión militar que ordenó el gobernante provocando la muerte de más de 60 personas en El Alto.

Sin embargo, la inestabilidad que luego sobrevino condujo a la dimisión del débil gobierno de Mesa, que tenía enfrente al parlamento, los sindicatos cocalero y campesino especialmente y sólo contaba con el respaldo decreciente de una difusa opinión pública urbana en el occidente del país. En una averiada sucesión constitucional (pues dejó fuera de carrera a los presidentes del Senado y la Cámara Baja), un gobierno de emergencia se ocupó de organizar nuevas elecciones para finales de 2005, las que dieron un triunfo inusitado al Movimiento al Socialismo, el cual no necesitó de alianzas para hacerse del poder.

Otra vez la democracia logró subsistir y la expectativa general se centró sobre todo en las posibilidades de concertación nacional y renovación ética que podía traer la llegada de nuevos actores políticos. No obstante, el curso de las circunstancias mostró relativamente pronto que no era posible esperar mucho. Para 2009 el rumbo ya había sido fijado y señalaba con claridad que el cambio que se proclamaba sólo era la fachada de las ambiciones de un grupo que, desde entonces, perdería toda noción de realidad, se envanecería al máximo y apelaría a todos los recursos disponibles para tener el control permanente de la nación.

Ese nocivo proyecto contra el pueblo y la Constitución dio después otros pasos que acabaron de situarlo fuera de la ley: el desconocimiento de los resultados de un referendo que dijo NO a la reelección presidencial indefinida (2016), la absurda invención de un “derecho humano” a esa reelección (2018) y la habilitación irregular de los candidatos oficialistas para un cuarto mandato gubernamental consecutivo (2019). Esa serie de conductas fraudulentas fue completada en los comicios de hace un año con la manipulación de los datos electorales y el rechazo a la segunda vuelta que correspondía llevar a cabo.

Fue entonces que resurgió octubre. Una movilización ciudadana nacional se irguió contra la impostura y la prepotencia e hizo retroceder a los autoritarios que, ya sin legalidad, habían perdido también la legitimidad. Veintiún días de rebelión pacífica –“¡Nadie se rinde!”– precipitaron el derrumbe de ese esquema de poder que por casi 14 años seguidos administró el Estado discrecionalmente. Y se volvió a abrir el horizonte democrático.

El próximo día 18, a casi un año de esos acontecimientos, la convicción que surja de las urnas debe ser un homenaje a la memoria de esa victoria multicolor. Octubre de 2020, al igual que en 1982, 2003 y 2019, será así, una vez más, el octubre de la democracia.

*Especialista en Comunicación y análisis político

Twitter: @etorricov 

Si no votan por mí no tendrán obras

Evobadas

Si no votan por mí no tendrán obras

Redacción de Aquí

“Evo cumple, Tupiza no cumple ¡Cuidado!”[1]: así sentenció Morales a unos vecinos que le pidieron ayuda tras la riada que arrasó gran parte de esa ciudad en febrero de 2018.

El chantaje que usaron “si no votan por el MAS no tendrán obras”, fue el constante comportamiento excluyente de los jerarcas de ese partido.

La revancha del jefazo a no prestar ayuda a los damnificados de la riada en Tupiza fue porque la población de Tupiza dijo No en el Referéndum del 21 de febrero de 2016 con el que pretendía la reelección, aunque luego desconoció ese voto mayoritario con una sentencia constitucional hecha a su medida por la que candidateó ilegalmente por cuarta vez el 2019.

Aunque luego al autoritario Morales se lo vio ese día con botas dando paladas al lodo (en realidad haciendo un show propagandístico) su desprecio y sentido de venganza no será olvidado por los pobladores de Tupiza.

Este espacio está destinado a recuperar sandeces, improperios, vivezas, infundios y otros dichos atrevidos expresados durante los casi 14 años por varios jerarcas, pero sobre todo por el huidizo que se creía presidente eterno en esa vorágine de poder desmedido que desplegaron sin vergüenza.

 


[1]https://www.lostiempos.com/actualidad/pais/20180202/evo-cumple-tupiza-no-cumple-frase-morales-que-genera-molestia

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