Dos siglos construyendo historia hacia el futuro
Wilfredo Pomar Miranda*
miércoles, 6 de agosto de 2025
Este 6 de agosto de 2025, Bolivia celebra 200 años de vida independiente. Este Bicentenario no es solo una fecha conmemorativa; nos invita a reflexionar sobre el largo y complejo proceso histórico que hemos recorrido como país desde su fundación. A lo largo de estos dos siglos, Bolivia ha sido y es escenario de luchas por la libertad, la democracia, la superación económica y la transformación política y social, desafíos que, en muchos casos, aún continúan vigentes.
El camino a la independencia
La independencia fue el resultado de un proceso de resistencia largo y sangriento, iniciado a finales del siglo XVIII. En esa época se gestaron las primeras rebeliones, como la insurrección indígena de Túpac Katari y Bartolina Sisa en 1781. Aunque derrotados, su legado inspiró a movimientos posteriores. En 1809, se formaron las primeras juntas libertarias en Chuquisaca (25 de mayo) y La Paz (16 de julio), desafiando directamente la autoridad colonial española.
Esta etapa dio inicio a la Guerra de la Independencia del Alto Perú (1809-1825), donde se destacó la acción de las republiquetas, pequeños grupos guerrilleros que resistieron el dominio español. Entre sus líderes se encuentran Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy en Chuquisaca, Pedro Domingo Murillo en La Paz, Ignacio Warnes en Santa Cruz, Eustaquio “Moto” Méndez en Tarija y José Miguel Lanza en La Paz.
Paralelamente, se desarrollaron las campañas libertadoras de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Tras la victoria en la Batalla de Ayacucho en 1824, se consolidó la liberación del Alto Perú. Finalmente, el 6 de agosto de 1825, la Asamblea reunida en Chuquisaca proclamó la independencia, dando nacimiento a Bolivia como una nueva república.
El Acta de Independencia, aprobada por 48 diputados de las cinco intendencias del Alto Perú, declaraba: "El mundo sabe que el Alto Perú ha sostenido durante 16 años la guerra más sangrienta, sacrificando sus hijos, propiedades y existencia para no volver al yugo del gobierno español. (...) En consecuencia, el Alto Perú protesta al universo entero que es, ha sido y será independiente, libre y soberano (...)". Con esta declaración se fundó oficialmente Bolivia, tomando su nombre en honor a Simón Bolívar, el libertador de varios países de Sudamérica.
A partir de la independencia, Bolivia inició un largo caminar en medio de conflictos externos e internos. La nueva república nació con 2.373.256 kilómetros cuadrados, pero en la actualidad cuenta con 1.098.581, resultado de guerras y tratados con sus países limítrofes. Internamente, la población pasó de 1.088.768 personas (estimado en el Censo de 1831) a 11.312.620 habitantes (Censo de 2024), una cifra que refleja tanto crecimiento como tensiones internas.
Un caminar de 200 años
Primer siglo
Los primeros cien años de vida republicana estuvieron marcados por una profunda inestabilidad política y social, con frecuentes cambios de gobierno, caudillismo militar y conflictos internos. Este periodo también se caracterizó por la pérdida de vastos territorios debido a la falta de consolidación institucional y territorial.
Segundo siglo
Camino por avanzar
Al conmemorar su Bicentenario, Bolivia enfrenta una serie de problemas estructurales y tensiones que ponen a prueba su estabilidad actual y futuro desarrollo. Consideramos estos puntos críticos que deben ser tomados en cuenta en una agenda nacional:
Crisis política e institucional
Bolivia vive una profunda polarización política que ha debilitado la institucionalidad. La falta de independencia de poderes, especialmente del sistema judicial, genera desconfianza y es percibida como una herramienta para la persecución política, lo que socava la credibilidad en el Estado de Derecho.
Desafíos y crisis económica
El modelo económico actual muestra claras señales de agotamiento. El país enfrenta problemas fiscales, escasez de dólares y disminución de reservas internacionales. Factores como el contrabando y el narcotráfico también impactan negativamente. Es urgente la necesidad de una diversificación productiva y una industrialización real que no dependa exclusivamente de los recursos naturales.
El medio ambiente y la amenaza del extractivismo
La relación entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental es cada vez más tensa. El modelo extractivista ha generado graves impactos como la deforestación y los incendios forestales, que amenazan la biodiversidad y provocan conflictos con las comunidades indígenas. El desafío es encontrar un equilibrio que proteja el patrimonio natural sin comprometer el progreso.
La implementación de la autonomía indígena
A pesar del reconocimiento constitucional, persisten importantes brechas entre el discurso y la realidad. Muchos territorios indígenas carecen de una autonomía real, y las desigualdades estructurales se mantienen en áreas como la participación política, la salud y la educación. En los hechos, solo favorecieron a dos pueblos indígenas: aymaras y quechuas, en desmedro de varios pueblos indígenas de tierras bajas.
Crisis y desigualdades en salud y educación
Las deficiencias en los sistemas de salud y educación se evidenciaron con la pandemia de COVID-19. Las brechas de acceso y calidad persisten, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables. El país necesita una inversión profunda y reformas estructurales para fortalecer estos servicios básicos que son pilares fundamentales para el desarrollo humano.
Baja calidad educativa
La Ley Educativa 070 es criticada por ser más de adoctrinamiento que de educación. Desde su vigencia la calidad educativa está en descenso dramáticamente, en perjuicio de estudiantes de todo el llamado Sistema Educativo Plurinacional, afectando poblaciones vulnerables (pueblos indígenas, personas con discapacidad, niños y niñas trabajadores, adultos mayores, mujeres, etc.). Queda como tarea pendiente elaborar una nueva ley educativa, que surja desde las y los maestros, y que responda a las características económicas y sociales de nuestro país.
Derechos Humanos y Libertades Democráticas
El Bicentenario llega con una deuda pendiente en materia de derechos humanos y libertades democráticas. La instrumentalización de la justicia para la persecución política genera desconfianza en el Estado de derecho. La libertad de expresión y de prensa se ven amenazadas, y el derecho a la protesta pacífica ha sido afectado en momentos de alta polarización. El reto es garantizar que estos derechos y libertades no solo estén en la Constitución, sino que se vivan y se defiendan en la realidad diaria de todas las bolivianas y bolivianos.
A manera de reflexión final
A doscientos años de su fundación, Bolivia se encuentra en un momento crucial de su historia, un punto de inflexión que obliga a mirar hacia atrás con espíritu crítico y, al mismo tiempo, a proyectar un futuro con esperanza y pragmatismo. La historia boliviana, desde las heroicas luchas de independencia hasta las profundas transformaciones posteriores, es un testimonio de la resiliencia de un pueblo. A lo largo de este complejo camino, el país ha navegado por la inestabilidad política, ha sufrido la dramática pérdida de su territorio y ha lidiado con conflictos internos y externos. Sin embargo, cada desafío ha sido también una oportunidad para reflexionar, levantarse y seguir construyendo una nación. El Bicentenario no es el final de un relato, sino la apertura de un nuevo capítulo, en el que las lecciones del pasado deben ser la guía para el presente.
El Bicentenario pone en evidencia que los desafíos históricos persisten, aunque se manifiesten de diferentes maneras. La crisis de la justicia, la polarización política, la dependencia de los recursos naturales y las profundas desigualdades en educación y salud son reflejos de una nación que aún no ha logrado consolidar plenamente sus instituciones ni garantizar un desarrollo equitativo para todos. Es una época en la que la memoria histórica no debe ser solo un adorno, sino un motor para reconocer las fallas del pasado y encontrar soluciones en el presente, sin cometer los errores ya conocidos.
En este umbral de los 200 años, el mayor reto es transformar la conmemoración en una agenda de futuro. Se requiere de un compromiso colectivo para superar la crisis política y económica, para diversificar la producción, proteger el medio ambiente, fortalecer las instituciones y garantizar los derechos humanos y las libertades democráticas. La tarea no es fácil, pero es ineludible. Es el momento de que el ideal de independencia y soberanía que motivó a los fundadores de nuestra patria, inspire a las nuevas generaciones a construir una Bolivia donde la diversidad sea una fortaleza, la justicia una realidad, y la esperanza un horizonte compartido por todos, donde los derechos humanos y las libertades democráticas sean norma de convivencia para todas las bolivianas y bolivianos.
*El autor es educador, activista de la APDHLP y miembro del Comité Ejecutivo de la APDHB