editorial
La Central Obrera Boliviana (COB) ya no es el órgano de poder, ni el comando político de la clase obrera, ni el instrumento sindical y político como ninguno de Latinoamérica, ni el sindicato reivindicativo y político a la vez, ni el sindicato “anómalo”, ni la vanguardia de los explotados y oprimidos de nuestro país.
En cambio, ahora, la COB es apenas una maltrecha organización sindical que habla de sus principios de organización, como la independencia política y orgánica, respecto del Estado y del gobierno, de un Estado y de un gobierno enfrentados a los trabajadores. Es que habla de esos principios, pero en la práctica los actuales miembros suyos hacen lo contrario, es decir, ejecutan las decisiones del gobierno, como la aceptación acrítica, por los más importantes dirigentes sindicales del país, del 8 por ciento de reposición y/o aumento salarial, sin consultar a las organizaciones intermedias ni a las bases y después de “exigir” Bs8.300 para sufragar la canasta familiar, es decir, para comprar bienes y servicios para las familias.
Ahora, vemos a dirigentes sindicales preocupados de mostrar formas, con escaso o ningún contenido. Por ejemplo: el secretario Ejecutivo de la COB, aparece con guardatojo, casco para el trabajo en interior mina y un símbolo que, en la cabeza de ese líder, es apenas un disfraz que no guarda correspondencia con lo que en otro tiempo representaban lo que un poeta llamó “guardatojos machos”; es decir, entonces con esos cascos cubrían sus cabezas sindicalistas mineros que ejercían la vanguardia social y política de los trabajadores y del pueblo boliviano.
Subrayamos que faltan dirigentes sindicales que sean tales, que orienten a las bases con ideas avanzadas, que construyen la unidad de los explotados y oprimidos sin exclusiones, que organicen a esa mayoría plurinacional, que aporten a la educación ideológica y política de los trabajadores y del pueblo, que luchen por la materialización del programa mínimo (para este tiempo) y máximo o estratégico (para la construcción del socialismo, según la tesis política de la COB).
Para nosotros los asalariados mineros, en especial del sector nacionalizado, no volvieron y menos con armas, como prometieron luego de que los neoliberales impusieron el DS 21060. En otras palabras, ese contingente laboral fue el destacamento que, para decirlo en el lenguaje un tanto en desuso, se constituían (sin haberlo conseguido plenamente) en clase para sí y dejaban de ser clase en sí. Ese agrupamiento era el más avanzado por las ideas revolucionarias que asumía y que elaboraba, por su consecuente acción reivindicativa y sin aceptar transacciones fáciles, por su accionar político consecuente de verdad y no sólo en las palabras… En suma, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), era la vanguardia, es decir, marchaba a la cabeza, era la dirección de los asalariados mineros y de los otros explotados y oprimidos del campo y de las ciudades, de todo el pueblo.
Particularmente, después de que los trabajadores mineros no pudieron vencer al neoliberalismo que desplegó un nuevo modelo político, económico y social, contrapuesto a la nacionalización de las minas, nosotros nos convencimos de que en los centros mineros había “mucho de revuelta y poco de revolución”, más rebelión y espontaneidad (lo que es importante) y menos actividad consciente y de alcances estratégicos o de largo aliento.
Por ello afirmamos que hace falta que los trabajadores mineros se reconstituyan como clase en sí, como vanguardia de las luchas sociales y políticas en Bolivia, porque ahora no son. Esa propuesta, sin embargo, quedará como propuesta y sin materialización, mientras haya mineros asalariados, como ocurre en este período de cambios —para nosotros de reformas avanzadas que corren el riesgo de perder ese contenido—, que se opongan a la nacionalización de los recursos mineros (como de mina San Cristóbal) y entre tanto haya dirigentes sindicales que se niegan a constatar la contaminación de ríos, lagos y suelos porque las operaciones mineras se ejecutan sin tomar medidas que la contrarresten y/o mermen su negativo impacto ecológico y mejor si la evitan.
El día que otra vez la COB, como núcleo dirigente y los trabajadores en la primera línea de la lucha de clases, como fuerza esencialmente transformadora, impulsen acciones reivindicativas y huelgas generales políticas para derrotar golpes de estado (que ojalá no sucedan) y dictaduras así sean constitucionales, pero dictaduras al fin, nos convenceremos de que el movimiento sindical boliviano recuperó lo mejor de su pasado y que se reconstituyó como una fuerza para las transformaciones.
Por cierto que proponemos una nueva COB que supere en contenido y forma incluso al máximo sindicato bolivianos de ese tiempo de mayor combatividad y conciencia. Imposible, además, reproducir la misma COB de ayer porque eso sería imposible por lo que dejó dicho uno de los conductores e intelectuales de los trabajadores Carlos Marx: los hechos (la COB diríamos) se dan una vez como tragedia y se repiten como comedia.
Además, para la verdadera revolución, protagonizada por los explotados y oprimidos de Bolivia, es decir, por el pueblo, en la que la “emancipación de los trabajadores sea obra de ellos mismos”, será necesaria una COB que sea en los hechos (y también por su discurso) una de las fuerzas motrices de esa revolución.
En este momento, la COB no es ni siquiera una invitada de piedra en lo que se denomina, sin ningún rigor pero con ligereza, revolución democrática y cultural. Aunque se advierte que el principal gobernante, en este momento anticipadamente electoral, trata de reconciliarse con todos los sectores sociales, con y a los que se enfrentó, reprimió, dividió y hasta sobornó; todo con la intención de sacarlos de la lucha de clases de este tiempo o con el propósito de alinearnos a un proceso, llamado todavía de cambios, el que en este último tiempo evidencia que atiende, a veces a manos llenas, las exigencias de medianos propietarios y de empresarios criollos y extranjeros, sectores con los que el Presidente de Bolivia tiene acuerdos, como tiene una alianza con los evangelistas de Ekklesía, los que le han entregado hace días el Premio Liderazgo 2012, y los que están representados en el gobierno actual por los máximos ejecutivos de la Aduana Nacional de Bolivia, Servicio de Impuestos Nacionales y la ex Superintendencia de Hidrocarburos.
La COB, según lo que se ve cada día, es un organismo funcional al gobierno, pero claro está que ésta es una instancia que sirve al gobierno de manera insegura y, con frecuencia, en contra de la causa popular. Una COB que no es ni la sombra de la que acumuló glorias por su acción en defensa de los intereses regionales, populares y nacionales.
De esas glorias pasadas “disfrutan” o pretenden “disfrutar” los actuales dirigentes de la COB. Particularmente las nuevas generaciones no vieron la película —el desempeño de la COB— que tratamos de mostrar en esa nota. Película que no se podrá filmar otra vez: ni con el mismo reparto ni con la misma trama ni con el mismo guión literario. Por eso reiteramos esta afirmación y recontamos esa historia.
Por eso, también, decimos que la decisión de los sindicalistas de formar un partido político de los trabajadores, con todos los afiliados a la COB, no la creemos afortunada. Respecto de ese instrumento: hay grupos de afiliados suyos que consideran que ya tienen su partido obrero; otros, que viven en la marginalidad política, creen que saldrán de ella con el partido que buscan organizar; no faltan los que de manera oportunista (como lo hicieron más de una vez) se afiliarían a esa entidad política y algunos practicarían un “entrismo” contemporáneo, es decir, llegarían a esas filas con el propósito de dirigir la corriente partidaria de la COB, manteniendo o no su otra militancia originaria. Nosotros creemos imposible un partido de los trabajadores con todos los afiliados a la COB porque éstos o tienen otras militancias y los que no las tienen podrían incorporase a otros partidos distintos al cobista. Además, la COB tiene que afiliar a todos los explotados y oprimidos (lo que es una de sus fortalezas), en tanto que la pretensión de organizar un nuevo partido quizá se convierta en una amenaza, por ejemplo, a la unidad de los trabajadores. Es que el partido político es teoría método para la toma del poder, mientras que el sindicato (la COB) es, básicamente, para la lucha reivindicativa y económica y, por extensión, para la lucha política e ideológica. Y la pretensión de que la COB asuma las tareas del sindicato y del partido al mismo tiempo fracasó hace décadas, experiencia imposible de que se repeta, creemos.
En el 1 de mayo de 2013, día de la unidad y de la solidaridad internacional de los trabajadores, los asalariados y los no asalariados (trabajadores por cuenta propia), la gente de todo pueblo, debemos participar de las marchas que se organizan para ese día en las que, además de aportar con ideas para un diagnóstico de la situación del movimiento sindical boliviano, debemos compartir criterios que ayuden a la reconstitución del movimiento sindical de nuestro país de modo que, en el menor tiempo posible, el pueblo reconstruya una vanguardia social y política para la segunda y definitiva independencia de Bolivia.