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Bolivia: la deplorable campaña electoral

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Es inevitable una sensación de déjà vu. La actual campaña tiene un notable parecido a tantas otras, a contramano de las posibilidades que podría haber abierto el proceso de cambio. Se trata probablemente de la emergencia de una cultura política centenaria, enraizada y pertinaz, que privilegia fanfarrias, promesas de futuros brillantes, consignas rimbombantes pero huecas. Muy lejos quedaron los tiempos de la última Asamblea Constituyente, donde se debatían visiones de país y marcos estratégicos.

Lamentablemente, lo único que le da señales de vida a la actual campaña es la retahíla de insultos, amenazas, demandas judiciales, acusaciones y réplicas que son reproducidas con avidez por gran parte de los medios de comunicación.

Cinco son los partidos en pugna. Sumados, los documentos de sus programas dan la indigesta cifra de 525 páginas. En varios encuentros con diferentes sectores sociales no he logrado encontrar quién conozca esas propuestas. Se lleva las palmas el MSM (Movimiento sin miedo), con 304 páginas; su candidato es recordado por una muy buena gestión en la Acaldía de La Paz. Fue aliado cercano del MAS hasta hace poco. Eligió como candidata a la vicepresidencia a una joven que saltó de la izquierda a la derecha, y ahora al centro.

Le sigue el MAS (Movimiento al Socialismo), con 85 páginas. Sorprende advertir que comienza su propuesta comparando la propia gestión con la etapa neoliberal, a pesar de que lleva ya nueve años de gobierno, hecho que ameritaría comparaciones con sus propios planes de desarrollo.

Con 77 páginas está UD (Unidad demócrata), representando a un sector de la clase media y alta, y a su candidato, un fuerte empresario que, como funcionario de gobiernos pasados, fue responsable de numerosas privatizaciones, en detrimento del interés popular.

Con 34 páginas sigue el PVB (Partido Verde de Bolivia). Con escasísimos recursos para solventar su campaña, subraya la problemática ambiental. Su candidato se hizo conocido en las marchas en defensa del Tipnis (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) y por el derecho de los pueblos originarios a ser consultados antes de modificar sus territorios con proyectos y obras. La baja intención de votos en los sondeos que se realizan, llevaron al PVB a evaluar la posibilidad de retirarse y no competir, aunque recientemente descartaron ese extremo.

Por su parte, el PDC (Partido Demócrata Cristiano) cuenta con brevísimas 27 páginas en su programa. El documento comienza de forma insólita, con un recuento de los supuestos beneficios y aportes que habría realizado en otra épocas el propio candidato a la presidencia. Una lectura cándida del programa de este partido podría llevar a lectores despistados a deducir que los cambios ocurridos en los últimos años se deben a las leyes y decretos aprobados por este personaje que es, en la práctica, otro paladín del neoliberalismo.

Una bochornosa transversal a los cinco partidos es el transfugio de algunos de sus candidatos. Considerable en el caso del MAS, ya que pocos meses atrás se afirmaba que sólo tendrían posibilidades aquellas personas de manifiesta y probada relación orgánica con el denominado Instrumento por la Soberanía de los Pueblos. A tal punto llegó este elenco de advenedizos y oportunistas, que un analista que no disimula sus simpatías por el gobierno, se refiere a esas incorporaciones como un mal síntoma. En todo caso, la estrategia responde de la peor manera a la pregunta que formulaba hace meses un funcionario de gobierno que suele hacer análisis perspicaces, críticos y propositivos: “¿Cómo ganar?”. La respuesta, a estas alturas, es evidente: a cualquier costo. La cuestión es arrasar, pero además lograr los 2/3 en la Asamblea Plurinacional (Parlamento).

Ante este panorama, cobran vigencia las reflexiones de Sergio Almaraz Paz, cuando en los años sesenta describía el progresivo “entibiamiento” de otra remezón social boliviana, la Revolución de 1952. Indicaba “La Revolución boliviana se empequeñeció, y con ella sus hombres, sus proyectos, sus esperanzas. La política se realiza a base de concesiones, y entre éstas y la derrota no hay más que diferencias sutiles”[1]. Es indiscutible que no se tratará hoy de una derrota para el MAS en las urnas, sino de algo bastante más desolador: el afianzamiento del capitalismo de Estado, con prolija administración y estupendos resultados para grandes empresas, alentador del consumismo y la identidad primario-exportadora del país, repetidor de las viejas mañas de la politiquería vernácula, resignado a convivir con problemas estructurales (salud, policía, Poder Judicial, formas y hábitos de la vieja República…) y a no promover nuevos rumbos y nuevos sentidos a las vidas humanas. Ejemplo de un modelo “exitoso” para un sistema global en crisis.

Alejandro Dausá


[1] Sergio Almaraz Paz, Requiem para una República, en Obra completa, Ed.Plural, La Paz, 2009.

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