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Un Fondo para controlarlos

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En riesgo de extinción

Roger Cortez Hurtado*

Martes, 03 de marzo de 2015

El anillo del poder, en la versión de JRR Tolkien  (un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos, atarlos y dominarlos) tiene un perfecto símil en nuestra propia tierra y en los tiempos de cambio: el Fondo Campesino (FDPIOCC). Sus considerables ingresos han servido para ganar la lealtad y domesticar a las cabezas de las organizaciones que representan a "las naciones y pueblos indígena-originario-campesinos”, el nuevo sujeto histórico, como lo define la Constitución de 2009.

Pero, a contramano de lo dispuesto por la Carta Magna, ni el Estado, ni el Fondo, han contribuido a afianzar "el derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, ni al reconocimiento de las instituciones” de los pueblos originarios, sino los recursos del Fondo se han aplicado a cooptar a los representantes de tales sectores sociales, como lo deja entrever el informe sobre el manejo de una fracción de los dineros manejados por los directivos del Fondo, presididos por la ministra de desarrollo agrario.

El manejo discrecional del Fondo también ha contribuido a que las diferencias entre campesinos y pueblos indígenas se ensanchen y tomen impulso. La pugna por recursos ha ido magnificándose, y en tanto que las organizaciones campesinas (CSUTCB, "Bartolinas” y Confederación de Colonizadores) reciben todo el respaldo gubernamental (así como el 76% de los recursos del Fondo), las organizaciones indígenas comunitarias (CIDOB y Conamaq, principalmente) han sido divididas y sus dirigentes perseguidos y acosados.

La confrontación en torno al TIPNIS ratifica que la visión campesina, forjada de 1952 en adelante, con una perspectiva de propiedad privada y mercantilización de la tierra, de central participación en el mercado laboral y protagonismo de las corrientes migratorias internas e internacionales, contrasta crecientemente con las prácticas territoriales, conservacionistas y comunitarias de los pueblos originarios de tierras bajas y altas. Éstos representan menos del 2% de nuestra población, pero son los que auparon el proceso constituyente y quienes asumen la representación simbólica de las pautas más claras de economías alternativas y coexistencia pacífica y armoniosa con la naturaleza.

Los campesinos componen la mayoría demográfica nacional, reforzada como fuente de origen de fracciones urbanizadas, como los cooperativistas mineros, los comerciantes populares, los conductores del autotransporte y otras.

La mezcla de categorías y realidades que intenta abarcar la trilogía "IOC” (indígena-originario-campesino) difumina y confunde la poderosa identidad campesina, que, en poco más de medio siglo de existencia ha conseguido hacerse central, formulando y llevando a la práctica su propio proyecto estatal. Su origen indígena (originario) ni agota  ni contiene el conjunto de su ser.

Parecido error se comete al tratar de rebautizar a los colonizadores con el nombre de "interculturales”. Interculturales somos todos (en tanto que producto de la interpenetración de distintas culturas); mientras que los colonizadores son la franja más activa de los campesinos, aquella que con sus migraciones ha redefinido la ocupación general de nuestro territorio y ha empoderado al conjunto del campesinado. Los colonizadores no tienen nada que renegar, ni de su nombre  ni del papel que cumplieron en nuestra historia.

Los yerros de enunciación tienen consecuencias prácticas que se hacen monstruosas cuando se usan para afianzar el poder de unos en perjuicio de los otros. La rendija por la que hoy podemos atisbar la malversación y el caos que priman en el Fondo Campesino, supera con mucho la acumulación de acciones corruptas. Nos enseña que el fomento estatal de los egoísmos sectoriales (corporativistas), el reclutamiento de los representantes y la pérdida de autonomía social, promueve la división, el enfrentamiento y la descomposición.

Para saber lo que ocurre con las finanzas del Fondo se necesita de una investigación no subordinada al Ejecutivo y para revertir su situación se necesita recuperar autonomía social, ante el poder estatal y el reencuentro entre indígenas y campesinos, siguiendo las líneas trazadas en nuestra Constitución.

*Investigador y director del Instituto Alternativo.

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