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Interpelación de las noticias

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Roger Cortez Hurtado*

La noticia del asesinato de un anciano en Betanzos (Potosí) a manos de tres niñas y un niño, de entre a 13 a 15 años golpea, como mazazo en la mandíbula y resuena atronadora en el espacio del periodismo, donde se erige como un nuevo perentorio desafío, al subrayar vacíos y deficiencias largamente irresueltos en lo que hace a la tarea de informar al público.

El relato difundido por los medios es frío, descarnado, burocrático y uniforme, porque lo que conocemos por ellos es la declaración de voceros policiales y algunas fotos y videos sobre los desórdenes ocurridos en la población. Por el sabemos que los jóvenes confesaron que se deslizaron en la casa de la víctima, a quien apalearon a morir y remataron rebanándole el cuello para robarle unos 5.000 dólares que se repartieron equitativamente; ahora son investigados por otros tres asesinatos de personas mayores de 80 años que han muerto recientemente en circunstancias parecidas.

Los hechos ponen sobre la mesa varias preguntas turbadoras y mitos tambaleantes. Nuestra experiencia no asimila bien historias de codicia y asesinato escenificadas en un pueblo de menos de 5.000 habitantes, con una población predominante de jóvenes, porque estamos acostumbrados a que tales acontecimientos ocurran lejos y usualmente en grandes ciudades.

Nuestras percepciones se asocian estrechamente al estilo pobre con que nos llegan, casi siempre, las noticias, incluyendo las de crónica roja. Se me viene a la mente la escuálida cobertura sobre la “banda del mini blanco” que asesinó a unas 10 cholitas para sustraerles sombreros y celulares en El Alto, hace poco más de una década. Participaban de las emboscadas, realizadas en una vagoneta de transporte público, unas cinco o seis personas. O, más cerca aún, las lapidaciones y entierros de personas vivas en el norte de Potosí. Los personajes, las historias, las circunstancias tienen con seguridad un interés no menor a los que permitieron a Truman Capote hacerse mundialmente conocido con su novela testimonial “A sangre fría”, pero aquí nos enteramos apenas de lo mínimo, sin ningún calado, contextualización ni, mucho menos, seguimiento; de modo que todo parece remoto, ajeno y útil apenas para atrofiar nuestra sensibilidad y encallecer nuestra conciencia.

Claro que para redactar una crónica, un reportaje o un guión que permitan captar y entender la atmósfera y los caracteres y reflexionar sobre los hechos, se necesita una cantidad de recursos y compromiso que ningún medio parece estar dispuesto a gastar.

El desafío es alejarse del morbo y cumplir la responsabilidad social de los medios que consiste en aprehender y reflejar la realidad de la manera más fiel posible.

Si esa actitud no existe, ni siquiera para los productos de alto consumo como los policiales, casi no queda esperanza para los temas sociales o políticos. El tratamiento noticioso de la Asamblea Constituyente fue un chasco total que desinformó sobre lo que realmente pasaba allí, porque la mirada periodística se concentraba en las anécdotas y dejaba pasar por su lado, subrepticiamente, a la Historia. ¿Cuántos medios destacaron corresponsales en los lugares de los hechos para permanecer y escrutar los principales hechos de violencia política y social reciente? O, simplemente ¿se han conformado con retratar las querellas y versiones de voceros partidarios? Esto para no hablar de las noticias diarias, que dan vueltas una y otra vez, secuestradas por las mismas fuentes o por representativas “encuestas”, casi invariablemente realizadas entre varones mayores de 50 años, desocupados, que rondan las plazas principales.

¿Qué hay excepciones?: Sí, claro, pero son eso, gotas en el río. Sea para asombrarnos, para darnos cuenta, aprender, indignarnos, para mejor reconocer el mundo que nos rodea, necesitamos de una calidad mucho mayor de información y noticias, un asunto que merece su espacio entre nuestras demandas y reivindicaciones de periodistas y en la manera en que los formamos.

Es una tarea pendiente para mejor reclamar y ejercer nuestros derechos y ciudadanía y enfrentar con la necesaria energía y convicción los crecientes intentos que desarrolla el poder para controlar, acallar y atemorizar.

*El autor es docente e investigador

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