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Paraguay, dos siglos de golpes

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Félix López
Pareciera que una maldición histórica gravita sobre los paraguayos: más de dos siglos recibiendo golpes... Y el primero y el último de ellos, vaya coincidencia, están relacionados con la Iglesia y los imperios. En 1767 la Compañía de Jesús fue expulsada de esas tierras, cuando la corona española descubrió que los jesuitas sembraban las primeras semillas de un ideal que hoy nombramos socialismo. En el 2012 un golpe oligarca separa del poder a un ex obispo de izquierda, presidente incómodo a los intereses imperiales en Sudamérica. Fernando Lugo sabía perfectamente que podía correr la misma suerte de aquellos jesuitas. Salvando distancias, estaba repitiendo la misma fórmula de las reducciones: incentivar en el pueblo un sentimiento de independencia, convirtiendo el trabajo, la solidaridad y la igualdad en el centro de la vida. Así nació en 1609 el pueblo San Ignacio Guasú, y pronto le siguieron otras cuarenta fundaciones situadas en torno a los ríos Paraná, Uruguay y Tape. Tras un frío cálculo político, el monarca Carlos III dio el golpe a los jesuitas, expulsando a quienes enseñaron al pueblo el derecho a la insurrección.
El golpe de la Triple Alianza (1865-1870)
La guerra de la Triple Alianza contra Paraguay fue tan desmedida que los países protagonistas prefieren no hablar del tema. Y sobran las teorías sobre los motivos del conflicto, pero la mayoría de ellas apunta a los intereses del imperio británico en la región.
Las acciones bélicas entre Brasil y Paraguay comenzaron a finales de 1864. A partir de 1865, con la incorporación de Argentina y Uruguay al conflicto, ya puede hablarse de la Guerra de la Triple Alianza. Hasta esta fecha, Paraguay se erguía como una excepción en América Latina: la única nación que el capital extranjero no había deformado. No existían grandes fortunas privadas, hambrientos ni mendigos. La economía creció en los gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López.
En 1865, cuando se escucharon los tambores de la guerra, Paraguay contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora. La fundición de Ybycuí producía cañones, morteros y balas de todos los calibres. A pesar de no tener salida al mar, el país contaba con una flota mercante, que lucía el pabellón paraguayo a lo largo del río Paraná y más allá.
Para los imperialistas todo aquello era una herejía. Molestaba, además, el celoso proteccionismo sobre la industria nacional y el mercado interno. Los ríos interiores no estaban abiertos a las naves británicas que bombardeaban con manufacturas de Manchester y de Liverpool a todo el resto de América Latina. El comercio inglés no disimulaba su inquietud. La sólida experiencia de resistencia nacional paraguaya podía contagiar a los vecinos.
No es casual que la prensa rioplatense, desde entonces en manos de la oligarquía, llamara abiertamente al magnicidio contra Solano López. En abril de 1865, el Standard, diario inglés de Buenos Aires, celebraba la declaración de guerra de Argentina contra Paraguay. Para los británicos, los ejércitos de la alianza tomarían Asunción en tres meses..., pero la guerra duró cinco años. Y más que una guerra fue una carnicería. No calcularon que Solano López encarnaría heroicamente la voluntad nacional de sobrevivir y mucho menos que el pueblo paraguayo se inmolaría a su lado.
¿Cuál fue el balance de las pérdidas? Solo 250 mil paraguayos, menos de la sexta parte de su población, sobrevivió a la guerra. Los vencedores, arruinados por el altísimo costo del crimen, quedaban en manos de los banqueros ingleses que financiaron la aventura. Brasil se anexaba más de 60 mil kilómetros cuadrados. La Argentina se quedó con 94 mil kilómetros cuadrados de tierra paraguaya. Uruguay participó de la guerra como socio menor y sin recompensas.
Golpe de las petroleras en el chaco (1932)
Otra historia de cómo los intereses transnacionales llevaron a Paraguay a la guerra: corría 1932 y la Standard Oil de New Jersey (asentada en Bolivia) y la empresa anglo-holandesa Royal Dutch Shell (en territorio paraguayo) promovieron el sangriento conflicto que se conoce como la Guerra del Chaco. Durante tres años Bolivia y Paraguay se enfrentaron por el control de un extenso territorio árido y despoblado. ¿Su valor estratégico? Una salida al Océano Atlántico.
Bolivia ya había perdido el acceso al mar durante la Guerra del Pacífico (1879). Entonces quería ganar el control sobre el río Paraguay, que desemboca al Atlántico. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos en la pre-cordillera andina alimentaba la hipótesis de que el Chaco albergaría también importantes reservas. Se inició así la primera guerra moderna en la historia de Latinoamérica: un enorme despliegue de material bélico y municiones que no tiene comparación con ningún otro conflicto en la región, ni siquiera con la guerra de Malvinas de 1982.
Unos 250 mil soldados bolivianos y 150 mil paraguayos se enfrentaron por el control del Chaco. Más fuerte que las balas fueron la malaria y otras enfermedades. Los dos países quedaron arruinados por la guerra. El 12 de junio de 1935 fue declarado un cese de hostilidades. Pero la lucha por el control de los pozos petroleros se extendió hasta el 21 de julio de 1938, cuando el canciller argentino Carlos Saavedra Lamas, Premio Nobel de la Paz de 1936, medió brillantemente entre las dos partes en pugna.
Años después de la guerra del Chaco, se probaron las implicaciones de la diplomacia norteamericana, moviendo los hilos tras la confrontación. Según el economista e historiador argentino Mario Rapoport, el embajador estadounidense en Buenos Aires, Spruille Braden, estaba relacionado directamente con la creación de la Standard Oil of Bolivia, ya que parte de los territorios de la compañía, fundada en 1921, pertenecían a William Braden, su padre... En resumen: dos pueblos hermanos se fueron a las armas, azuzados por el interés imperialista de apoderarse de un petróleo que no le pertenece.
El golpe de Alfredo Stroessner (1954)
¿Ha escuchado usted hablar del dictador Alfredo Stroessner? En 1954 fue ascendido a general de división y en el mes de mayo del mismo año el gobierno de Estados Unidos lo eligió para comandar el golpe de estado que depuso a Federico Chávez. Y desde entonces se quedó en la presidencia a sus anchas. Fue "reelecto" en ocho periodos, en fraudulentas elecciones donde él era candidato único: 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y 1988.
Como pago a sus mentores del norte, Stroessner sancionó en 1955 una ley que establecía un trato aún más privilegiado al capital extranjero. Las empresas estadounidenses fueron las principales beneficiadas por la medida y comenzaron a controlar casi por completo la política, la agricultura y las finanzas del país. De la represión se encargaría el "presidente".
Para sorpresa de muchos, en la madrugada del 3 de febrero de 1989, Andrés Rodríguez Pedotti derrocó mediante un golpe de estado a Alfredo Stroessner, quien probó de su propia "medicina". Rodríguez asumió el gobierno provisional, con el respaldo de la Iglesia Católica y del gobierno de Estados Unidos. El nuevo presidente encarceló al dictador, aunque pocos días después lo envió a un exilio dorado en Brasilia. Al fin y al cabo, Stroessner era su consuegro y socio comercial. Tres meses después del golpe, Rodríguez convocó a elecciones generales y ganó por un estrecho margen.
El golpe avisado a Fernando Lugo
En el 2008, a solo 18 días de asumir la presidencia de Paraguay, Fernando Lugo denunció públicamente la conjura planeada por el ex mandatario Nicanor León Duarte y el general retirado Lino Oviedo, para sacarlo del Gobierno a la fuerza. Era una temprana señal o advertencia de que existían gorilas dispuestos a revivir las experiencias de las décadas de los sesenta y setenta. Tras cuatro años de intentos, los golpistas paraguayos —expresión concentrada de la oligarquía y del sistema stronista— consumaron el plan.
Lugo fue expulsado de la presidencia a través de un golpe express con disfraz "constitucional". Bajo las seguras instrucciones de estrategas gringos, con un relativo éxito en su ensayo hondureño, el parlamento paraguayo (plagado de personajes de dudosas capacidades y casi nulas virtudes) orquestó el ridículo juicio político al presidente Lugo. Bien lo definió el embajador venezolano ante la OEA, Roy Chadertón, cuando los calificó como una manada de dinosaurios a la desbandada.
Ahora, ¿por qué el golpe contra Lugo? Para el intelectual argentino Mempo Giardinelli, "aún tímidamente, y no sin contradicciones y retrocesos, el Gobierno de Lugo viene significando un cambio más que interesante para el pueblo paraguayo, sometido por décadas a dictaduras atroces y a una violencia contumaz. Y acaso por eso mismo, por los pocos y tímidos cambios que ha realizado, es que se le quiere derrocar. Los golpistas buscan abatir al Gobierno democrático por sus virtudes, no por sus defectos".
Lugo, hombre de voz propia, que no escondió sus simpatías por los procesos de integración e intentó gobernar con el pueblo y no con la clase política, se convirtió en un presidente peligroso. El golpe, en esencia, no es solo contra Lugo. Es también un golpe a la necesaria reforma agraria en un país donde el 2% de los propietarios detenta el 80% de la tierra. Es un golpe a las masas campesinas y populares que habían puesto sus esperanzas en Lugo y ahora intentan resistir el regreso anunciado del "stronismo".
Lo ocurrido y lo que está por verse en Paraguay da pena ajena. La oligarquía golpista festeja su botín. El Partido Colorado, que especula alegremente con la memoria de los héroes, ostenta al pie de su acta de fundación la firma de 22 traidores al mariscal Solano López, "legionarios" al servicio de las tropas extranjeras de ocupación... Son esos mismos traidores de la historia paraguaya los que han regresado al Gobierno. Al pueblo guaraní le sobran motivos para seguir luchando.

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