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Comentario: Che y Debray en las antípodas

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el che en bolivia

Notable esfuerzo por articular gran volumen de información sobre la guerrilla del 67. Urge recuperar documentos, abrir archivos y cambiar el lenguaje que usan las partes involucradas, exclusivamente laudatorio los unos, o groseramente condenatorio los otros.

En la medida que nos aproximamos al medio siglo de producidos los acontecimientos, generalmente se cree que la perspectiva se amplía para analizarlos. Además, se supone que la distancia temporal transcurrida permite abordar los hechos con menos apasionamientos, con nuevos enfoques y miradas distintas a las predominantes casi cinco décadas atrás. Sin embargo, el libro que hoy comentamos, si no desmiente, por lo menos atenúa las anteriores aseveraciones, pues lo fundamental de su contenido está orientado a reconstruir el contexto del surgimiento de la guerrilla del Che, con especial énfasis en el involucramiento del entonces joven intelectual francés Regis Debray y el espectacular sainete judicial montado en la ciudad petrolera de Camiri para juzgarlo junto al artista argentino Ciro Roberto Bustos. Y el tema no es nuevo, se arrastra por varias décadas y periódicamente aflora en los debates y controversias que se levantan en torno a lo sucedido en 1967, un acontecimiento de carácter internacional ocurrido en nuestro país.

En otras palabras, Yuri F. Torrez ha vuelto a poner en la agenda uno de los viejos temas en debate, la presunta delación que habría sido la causa determinante para la aniquilación del brote guerrillero y el subsecuente asesinato de su principal exponente, el comandante Ernesto Che Guevara.

Abundante información

Por ello, quisiera iniciar este comentario destacando el inmenso volumen de información que el autor maneja para presentarnos el asunto. Su fuente principal para obtener ese verdadero torrente informativo proviene de los archivos hemerográficos. Básicamente de los periódicos paceños El Diario y Presencia, sin duda los dos más importantes de la época, sobre los que casi todos los investigadores han trabajado, como es el caso de la ecuatoriana María del Carmen Garcés  quien recopiló en un libro la información referida al tema guerrillero de ambos periódicos. Pero, en este caso se recupera también con cierta frecuencia al entonces recién reinaugurado Los Tiempos y, lo que es digno de destacar, al desaparecido, quizás subestimado  y casi olvidado diario cochabambino Prensa Libre, el único periódico boliviano que el 1 de mayo de aquel año publicó el comunicado Nº 1 del ELN y afrontó las consecuencias de hacerlo, pues su director Carlos Beccar Gómez fue perseguido y apresado con la intención de arrancarle la forma cómo había llegado a sus manos el documento, motivando una pionera movilización solidaria del gremio periodístico en defensa de la libertad de expresión y el sagrado “secreto de la fuente”. Quizá La Patria de Oruro, el vespertino Ultima Hora de La Paz y algún incipiente periódico cruceño estén también aguardando que se les preste alguna atención para revelar los tesoros informativos que podrían contener.

 Obviamente, la fuente hemerográfica tiene sus trampas, como ya lo advirtió en su momento Gabriel René Moreno, interrogando a las gacetas antiguas ellas “dan cuenta hoy de lo que dijeron y de lo que callaron entonces”… porque “si para los contemporáneos mienten y yerran las gacetas, dicen verdad (hasta la verdad misma de su errar y de su mentir) para ante la historia”. Más aún si en el caso que nos ocupa, las fuentes oficiales con frecuencia emitían deliberadamente informaciones falsas para desinformar y desorientar a los guerrilleros, a sabiendas de que la única manera que tenían para informarse eran los informativos radiales, dicha información falsa ha quedado registrada en los periódicos y, por tanto, debe procederse a una suerte de cernido y toda la información obtenida de ese modo debe ser cotejada y verificada con otras fuentes, como la bibliográfica y la testimonial.

A propósito dos apuntes. Carlos Valdez publicó en Presencia un trabajo lleno de errores e inexactitudes por basarse exclusivamente en la información publicada en el diario Presencia. Y hace poco cuando con Paco Ignacio Taibo visitamos el archivo hemerográfico de la Asamblea Legislativa los destrozos que se gente inescrupulosa ha hecho en las páginas de fechas claves para la guerrilla, sucede algo similar en las Bibliotecas Municipal y de la UMSA, por lo cual es urgente un trabajo de reposición y digitalización de esos materiales.

Volviendo al libro que hoy nos congrega hay que destacar el esfuerzo gigantesco realizado por el autor para articular nada menos que 520 referencias en menos de 200 páginas, ahí están periódicos, como ya se ha dicho, libros (los principales publicados sobre el tema), algunas revistas y algunas fuentes digitales. Como el blog de Diego Martínez Estevez, uno de los pocos investigadores que ha podido trabajar en los archivos militares, y el sitio www.chebolivia.org .

Nuevas interrogantes sobre el juicio de Camiri

Yuri Torrez ha realizado una verdadera hazaña para entregar este producto, por lo que analistas e investigadores le estaremos siempre agradecidos, aunque no estoy seguro de que ocurra lo mismo con los lectores corrientes que suelen preferir lecturas simples y llanas, sin la complicación de las citas recargadas. Pero, si el tema les atrae, como es de suponer, tendrán que hacer un pequeño esfuerzo suplementario y comprobarán que valdrá la pena.

 Convencido de que toda investigación sobre la vida guerrillera del Che termina abriendo un abanico de interrogantes que se convierten en temas polémicos, el autor introduce el suyo: el juicio militar a Debray —el proceso judicial de mayor impacto mundial en la historia boliviana  contemporánea, como él lo califica— fue un factor decisivo para el devenir de la guerrilla y para su fatídico desenlace, entre otras razones porque una justificación esgrimida para el asesinato del Che prisionero, fue precisamente que no se podían arriesgar a un segundo escandaloso juicio como el llevado contra Debray.

El núcleo de la madeja a desenredar estaría, entonces, en la polvorienta y calurosa ciudad petrolera de Camiri, sede de la 4ª División del Ejército y la más cercana a los sucesos guerrilleros. Podría decirse que los primeros 5 capítulos: La  cercanía de Debray a la Revolución cubana, el contacto con el Che luego de una larga espera, la salida precipitada junto al argentino Bustos y su captura y la presunta delación de ambos, son apenas el preámbulo de esta historia que, a la manera de toda pieza dramática, alcanza el clímax en los capítulo 6 y 7, sobre el laberinto kafkiano del juicio, y el impacto de la muerte del Che y poco después la sentencia. Son sin duda, los dos capítulos mejor logrados de la obra.

Y hablando del juicio, permítaseme un nuevo corte sobre la cuestión de las fuentes. Yuri Torrez hace un uso irreprochable de las fuentes a su alcance, hemerográficas y bibliográficas, técnicamente llamadas secundarias. La pregunta es, ¿dónde está la documentación primaria, la correspondencia, las actas, las declaraciones indagatorias, los debates e impugnaciones del Fiscal, las intervenciones de los abogados defensores y de la parte civil, todo el material documental generado por el juicio? Si pudiéramos revisar ese material, entre otras extravagancias, nos enteraríamos que uno de los encausados y declarado en rebeldía porque supuestamente se había dado a la fuga, era Jorge Vázquez Viaña, y los militares sabían que estaba muerto, el general Reque Terán lo confiesa en su libro: “Loro y otro prisionero no identificado fueron fusilados detrás del hospital de Choreti” a comienzos de mayo (la radicatoria del proceso está fechada el 12 de mayo)

¿Dónde está la documentación primaria?

Según el ex director del archivo militar y ahora docente universitario, coronel licenciado Simón Orellana, el expediente habría sido pasto de las llamas en los disturbios de febrero de 2003, que provocaron un incendio en la sede del Tribunal Supremo de Justicia Militar. Sin embargo, varios años después, alguien se allegó al periodista Mario Espinoza para ofrecer en venta un, al parecer, voluminoso paquete que comprende 4 cuerpos y un total de 217 legajos de documentos. Revisando el listado de estos legajos, que por sí sólo ocupa 12 páginas, se llega a la conclusión de que se trata del archivo completo del juicio de Camiri. Entonces… o no se quemó en el febrero negro, o existe una copia, en poder de alguien… Quizá haya que hacer una comisión especial que diseñe una estrategia y consiga los recursos para intentar recuperar esta documentación (Gunnar Mendoza hizo algo parecido para rescatar el Diario del guerrillero de la independencia José Santos “Tambor” Vargas).

Delación o confirmación ¿causa de la derrota?

Volviendo otra vez al libro de Yuri, a quien acabo de conocer, digamos que en esta controversia él toma partido expresamente: “Debray no está exento de culpa, dice, aunque esas culpas hayan sido dramatizadas e hiperbolizadas por gran parte de la izquierda latinoamericana al nivel de la construcción de un anti-héroe, Debray, para glorificar al “guerrillero heroico”, el Che. Más o menos como se hizo sobre todo en nuestro país, Mario Monje, el traidor, el antihéroe, sin mayor análisis.

En el otro polo de la controversia están los que no consideran que hubo tal delación, sino cuando mucho una confirmación de lo que los servicios de inteligencia bolivianos y la CIA ya sabían, y que tal confirmación no tuvo mayor incidencia en el devenir de la guerrilla y su desenlace. Más todavía, Humberto Vazquez Viaña considera que no haber anunciado desde un comienzo la presencia y conducción del Che en la guerrilla fue un error estratégico que disminuyó su poder de atracción, aduce para ello documentalmente que las Fuerzas Armadas, intuyendo esa posibilidad, negaron en algún momento esa presencia, cuando ya tenían la confirmación de Debray y de Bustos, para después afirmar lo contrario… a sabiendas de que la fuente oficial era la menos creíble.

Campaña por las fuentes y por cambio de lenguaje

Quisiera terminar este breve comentario, reafirmando que el libro que hoy comentamos, viene a ser pionero en esta etapa, y ayuda a plantear el tema de las fuentes. Y sobre tal cosa me pronuncio por realizar  una campaña por la recuperación de  los documentos, la apertura gradual de los archivos, tanto aquí como en Cuba y una mayor y más completa “desclasificación” de los archivos de los Estados Unidos y, si cabe, realizar las gestiones correspondientes para la devolución de materiales relacionados con la guerrilla que ese país haya podido llevarse.

Una segunda cuestión, a la que también a su modo contribuye este libro, es a un necesario y paulatino cambio de lenguaje de las partes involucradas. Definitivamente, el Che y sus compañeros, no eran “bandoleros y asesinos castrocomunistas” que invadieron y violaron el suelo patrio, como se sigue repitiendo al estilo típico de la “guerra fría”. Tampoco los oficiales y soldados bolivianos que cayeron en la contienda eran “lacayos, agentes al servicio del imperialismo, o torturadores a sueldo de la oligarquía”. En ambos lados es posible hallar personas idealistas, capaces de entregar sus vidas por sus convicciones más profundas. No valen a estas alturas las clasificaciones maniqueas que ubican en bloque a unos como héroes y a otros como villanos.

En la medida que nos apartemos de los lenguajes exclusivamente laudatorios o condenatorios, se abrirán mejores posibilidades de debatir, esclarecer y acercar posiciones sobre variedad de temas aún no esclarecidos o sea aproximarnos hasta donde esto es posible a la reconstrucción histórica de los hechos. Y también, por qué no, ir cerrando heridas recordando a los caídos de uno y otro lado.

El Che mítico y el che histórico

Por último, independientemente de este propósito, al margen del rigor pretendidamente científico de la investigación histórica, están los aspectos legendarios y si se quiere mitológicos de la cuestión que no son construcciones deliberadas, ni de países, ni de personas e instituciones. Como decía Guillermo Francovich, al hablar de los mitos profundos de Bolivia, el hombre actual, tan saturado de ciencia y tecnología trata de saber el valor de los mitos a los que se siente tan inclinado como medios de aproximación del espíritu con la realidad,  el mito corresponde a experiencias humanas que se sienten parte de una naturaleza animada, espontánea expresión de vivencias en las que la subjetividad no ha sido eliminada.

En tal sentido, el Che mítico también existe. Es aquel que perdura en el siglo XXI, el que nos sigue  inspirando para renovar las utopías, el que nos apoya cuando flaquea el optimismo, y nos creemos impotentes ante las crueldades e injusticias de este mundo,  el personaje que necesitamos y hemos creado nosotros mismos y que seguramente seguirán creando y necesitando las futuras generaciones.

Regis Debray, que se declaró corresponsable del movimiento guerrillero, que le hizo un rendido homenaje al Che, que dijo que estaría orgulloso de haber muerto con él, poco después cambia de opinión política y lo denigra con hirientes epítetos. Tienen razón los que afirman que la verdadera traición de Debray es la traición al asesinado en La Higuera. Por eso, no obstante su sofisticada brillantez intelectual, Debray está a muchos años luz del Che y sus compañeros que dieron su vida buscando cambiar nuestros países y terminar con la dominación imperialista mediante la revolución social. Este libro, entre otras cualidades, tiene la virtud de constatar esa distancia.

 *(La Paz, 30 de septiembre de 2015, en la presentación del libro “Regis Debray, judas del che? Juicio militar al intelectual francés en Bolivia” de Yuri F. Torrez)

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