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Todas y todos somos Hamas

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palestina

por María Landi

9 agosto, 2014

Si es Hamás lo que odian, déjenme decirles que la gente que han matado no tiene nada que ver con Hamás. Son mujeres, niños y ancianos, cuya única preocupación era que la guerra acabara para poder volver a su vida cotidiana. Pero déjenme decirles que han creado miles —no, millones— de partidarios de Hamás, porque todos nos hemos convertido en Hamás, si para ustedes Hamás significa mujeres, niños y familias inocentes. Si para ustedes los civiles y las familias son Hamás, entonces yo soy Hamás, ellos son Hamás y todos somos Hamás.

Asmaa Al-Ghoul (activista y escritora feminista de Gaza).

Las escuelas llenas de familias refugiadas son Hamas. Las ambulancias y los hospitales son Hamas. Las mezquitas, las viviendas, los mercados y la infraestructura urbana son Hamas. Los paramédicos y las maestras son Hamas. Las funcionarias de la ONU en Gaza son Hamas. Y sobre todo las niñas y niños muertos (450) y gravemente heridos (3000) son Hamas. También los periodistas que informan lo que ven son Hamas. La sociedad civil internacional que rechaza el genocidio en las calles apoya a Hamas y es antisemita; y las israelíes y los judíos que en todo el mundo gritan “¡NO en mi nombre!” se odian a sí mismos.

Hamas es la causa de todo. Es el comodín que sirve para justificar el genocidio que Israel está cometiendo en Gaza. Como Al Qaeda era la justificación para invadir Afganistán e Irak. No importa que EEUU nunca encontrara las armas de destrucción masiva, como tampoco la ONU encontró armas en la primera escuela de UNRWA bombardeada. Israel siguió bombardeando escuelas y asesinando civiles en Gaza (donde 40% de la población es menor de 15 años, y donde no hay adónde huir, porque Israel bloquea a Gaza por aire, tierra y mar desde hace 8 años).

Según el gobierno y el 85% de la sociedad israelí, la culpa de la destrucción de Gaza es de Hamas. No debe de haber en el mundo un fenómeno de negación colectiva tan patológico; pero dejemos que los sicólogos sociales expliquen en qué resulta el abuso de “la industria del Holocausto” (Norman Finkelstein dixit) y la pretensión de exclusividad sobre la victimización. Hamas es el agresor, e Israel es la víctima; aunque los números no cierren (1500 civiles contra 3).

Y por supuesto, Hamas (y la resistencia palestina) no es el resultado lógico de siete décadas de limpieza étnica, despojo y ocupación. Es una entidad intrínsecamente monstruosa a la que hay que destruir. Del mismo modo que antes lo fueron Arafat, o la OLP, o la Liga Árabe, o el pretexto de turno. ¿Cómo trataba Israel a los palestinos antes de que existiera Hamas? Y si mañana Hamas desapareciera por arte de magia ¿Israel levantaría el bloqueo a Gaza y la ocupación de Cisjordania? Todos conocemos la respuesta.

“Hamas usa a civiles como escudos humanos”. Hamas (y el resto de la resistencia) es parte del pueblo palestino, vive en medio de él. ¿Adónde podrían ir, si son casi dos millones de personas encerradas en 350 km2? El hecho real es que ni el Informe Goldstone ni los observadores y periodistas internacionales encontraron evidencia de que Hamas use civiles como escudos humanos; pero según informes de Amnistía Internacional y de Human Rights Watch, Israel sí lo ha hecho. Y aun si fuera cierto ¿se justifica bombardear a un pueblo entero para acabar con un puñado de “terroristas”?

“Hamas odia a Israel”. “Hamas incita al odio”. ¿Cuántos israelíes odian a Gaza y quieren que desaparezca? (ni hablemos del resto de Palestina). ¿Han visto las turbas en las calles de Tel Aviv y Jerusalén estos días? ¿Han escuchado sus cantos? ¿Han oído las declaraciones de los políticos israelíes, incitando a la aniquilación de todos los palestinos desde las más altas esferas del gobierno, y proponiendo una “solución final” para Gaza? Googleen estos nombres, nomás: Michael Ben-Ari, Neptalí Bennet, Abigdor Libermann, Moshe Feiglin, Ayelet Shaked (quien pidió matar a todas las madres palestinas). En cualquier país democrático los parlamentarios y ministros israelíes serían procesados por incitación a la violencia. En Israel ganan votos.

“Hamas es una organización terrorista”. ¿Y cómo se le llama a un ejército que mata a casi 2000 personas (85% de ellas civiles, 30% niñas y niños) y bombardea escuelas, hospitales, viviendas, ambulancias, y hace desaparecer familias y barrios enteros? Hasta el concepto de terrorismo de Estado se queda corto para lo que está haciendo Israel. Son crímenes de guerra y de lesa humanidad; graves, masivos y reiterados.

“Hamas no reconoce a Israel”. ¿Y cuándo Israel reconoció no ya a Hamas, sino a cualquiera de los partidos palestinos? De hecho sólo admitió como ‘interlocutor’ a la OLP para negociar la trampa de Oslo, pero Israel hasta ahora no ha reconocido ni siquiera a la ANP; y no tiene la menor intención de reconocer a Palestina como Estado (recordemos las reacciones enfurecidas cuando la ONU lo hizo, en noviembre de 2012).

 “Israel tiene derecho a defenderse”. ¿De verdad el ocupante y el ladrón tienen derecho a defenderse del ocupado y robado? Tengo una mala noticia: ese derecho simplemente no existe en el Derecho Internacional Humanitario, que es el que rige en Palestina, según toda la comunidad internacional (excepto Israel). Por el contrario: Israel como potencia ocupante tiene el deber de velar por la seguridad de la población y el territorio que ocupa. Y no obstante, como dijo Hannan Ashrawi, el palestino es el único pueblo en el mundo al que se le exige garantizar la seguridad de su opresor, que además se presenta como víctima.

¿Y acaso los palestinos (que no tienen ni tuvieron nunca ejército ni tanques ni aviones ni barcos de guerra) no tienen derecho a defenderse de la potencia colonial que, con el cuarto ejército más poderoso del mundo, ocupa su territorio, se apropia su tierra y su agua (un colono judío en Cisjordania consume cinco veces más agua que un palestino), destruye sus casas y sus cultivos, les niega el permiso para construir, bloquea y bombardea a civiles, prohíbe el derecho de los refugiados a regresar a su patria y el de las parejas con distinto documento de identidad a vivir juntas, construye en su tierra robada ciudades y carreteras solo para judíos, vandaliza sus templos y mezquitas, niega su cultura, violenta su vida cotidiana y controla hasta cuántas calorías y litros de agua consumen por día?

¿Alguien piensa que un pueblo sometido durante décadas al despojo, la ocupación y el bloqueo no va a resistir por todos los medios posibles? (incluidas las armas, aunque el 90% de los palestinos resisten con piedras; un derecho reconocido incluso por la Resolución 3101 de la Asamblea General de la ONU).

“Hamas rompió el alto al fuego”, “Hamas disparó primero”. Hamas respetó el alto al fuego de 2012 durante casi dos años, y solo reaccionó después que Israel —con el pretexto de los tres colonos secuestrados no se sabe por quién— llevaba un mes aniquilando a su base social en Cisjordania, con el único fin de destruir el reciente acuerdo de unidad entre Hamas y Fatah.

La raíz del horror al que asistimos hoy en Gaza (solo el último de una larga serie) hay que buscarla más atrás: en el proceso de limpieza étnica de Palestina iniciado en 1947-1948, que nunca se detuvo. Un proyecto colonial, racista y excluyente surgido en Europa a fines del siglo XIX, y que evolucionó hacia el nacionalismo militarista de hoy. En ese Estado judío no había ni hay lugar para la población árabe nativa.

El falso mito que otorgaba “una tierra sin gente a un pueblo sin tierra”, ignorando y despreciando —como todo proyecto colonial— a la población nativa, se traduce en la práctica en conseguir la mayor cantidad posible de tierra palestina con la menor cantidad posible de población árabe; una población excedente de la cual hay que deshacerse, ya sea por métodos violentos (como ahora en Gaza) o perversamente sofisticados como el complejo sistema de ocupación y colonización en Cisjordania y Jerusalén, o las más de 50 leyes que discriminan a la población árabe dentro de Israel. El objetivo es que todos se vayan.

La cruda y simple realidad es que Israel no tiene ni tuvo nunca la menor intención de devolver una pulgada de tierra a las y los palestinos. Por eso hasta hoy no ha definido sus fronteras, ni ha parado de construir y expandir sus colonias en el territorio que supuestamente tendrá que devolver. Lo dijeron y lo siguen diciendo explícitamente todos los líderes sionistas, desde Ben Gurión hasta Netanyahu. No hay más que oírlos.

Tampoco tiene intención de integrarlos en igualdad de derechos, porque pondrían en peligro la supremacía del Estado judío en un territorio donde la mitad de la población no lo es. Por eso la “democracia” judía requiere someter a la población palestina a ocupación militar en Cisjordania, bloqueo en Gaza, apartheid en Israel y destierro en la diáspora.

Hoy las niñas y niños de Gaza —cuyo pecado es no dejar de nacer— están pagando el precio de ser la ‘amenaza demográfica’ que Israel tiene que eliminar para garantizar la pureza judía del Estado.

“Hamas no quiere el alto al fuego”. Lo que no quieren Hamas ni el resto del pueblo palestino es volver al statu quo. Quieren el fin de la agresión, pero también del bloqueo, de la ocupación y de la colonización de su patria. Y la comunidad internacional tiene el deber de apoyar sus justas demandas.

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