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Continuidad amazónica en tres partes

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Flechas yurakarés

Alejandro Almaraz - 13/08/2013

Ocurrió en repetidas e incontables fechas a todo lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y gran parte de la primera mitad del siglo XX, en el norte amazónico de Bolivia: comunidades tacanas y de muchos otros pueblos indígenas son sorpresiva y cruelmente atacadas por grupos armados al servicio de los patrones barraqueros que agreden brutalmente a los hombres, violan a las mujeres, incendian las viviendas y se llevan consigo, a golpes y a rastras, a la comunidad entera. Es la “caza del bárbaro”, práctica institucionalizada que esclaviza a los indígenas amazónicos para usar su trabajo forzado y gratuito en la explotación gomera y castañera de su propio territorio, con la que los pioneros construirán sus fortunas y fundarán su heroica estirpe.

Los indígenas victimados no saben que existen los estados, que uno de ellos es la República de Bolivia, ni que esos bosques que habitan desde que tienen memoria son parte del territorio de ella. Lo descubrirán recién entonces; la muerte, la esclavitud y el miedo son la presencia de la patria republicana que se dice satisfecha por sacarlos del aislamiento y el atraso, e integrarlos a la civilización y el progreso.

Ocurrió en repetidas e incontables fechas a todo lo largo de la segunda mitad del siglo XX en el norte amazónico de Bolivia: comunidades tacanas y de los ya pocos pueblos indígenas que han sobrevivido a la “caza del bárbaro”, son sorpresiva y cruelmente atacadas por grupos armados al servicio de los patrones barraqueros que agreden brutalmente a los hombres, violan a las mujeres, incendian las viviendas y se llevan consigo, a golpes y a rastras, a la comunidad entera. Es el método de ampliación territorial de la barraca, sistema productivo dominante en la región que continúa cimentando las fortunas y el poder de la casta colonial, y que, por todo progreso social, ha sustituido la esclavitud con la servidumbre. Los indígenas victimados han escuchado que en alguna lejanía del país que les cayó encima, donde habitan otras gentes y otros jefes, ha sucedido una revolución, una reforma agraria, y los indios, como ellos, empiezan a tener derechos. Pero en su repetida desgracia, no acuden a ninguna autoridad ni institución pública porque saben perfectamente que allí, donde sus antepasados fueron libres y ellos son peones, el Estado, la revolución y la reforma agraria son los patrones barraqueros.

Ocurrió los primeros días de 2013 en el norte amazónico de Bolivia: la comunidad tacana de El Retorno es sorpresiva y cruelmente atacada por un grupo armado al servicio de los patrones barraqueros Rivero Galarza, que agreden brutalmente a los hombres, violan a las mujeres, incendian las viviendas y se llevan consigo, a golpes y a rastras, a la comunidad entera. Es la vigorosa continuidad del poder barraquero que, como siempre, hace de su insaciable apetito parasitario y de la violencia sádica y criminal con que lo impone, la única ley real en los dominios que tomó con el mismo fundamento. 

Los indígenas victimados han sido parte, durante décadas, de la pacífica lucha del movimiento indígena que desembocó en la apertura del proceso de cambio y en la proclamación constitucional del Estado plurinacional; han votado reiteradamente por Evo Morales para que un indígena como ellos los represente y los proteja desde la Presidencia del Estado refundado; y han seguido luchando por defender el Gobierno del primer presidente indígena. Por eso, desde hace siete meses vienen denunciando la agresión sufrida a todas las entidades públicas del Estado plurinacional involucradas en la administración de justicia y legalmente obligadas a intervenir en casos semejantes. Pero ninguna de ellas ha hecho algo que se parezca, siquiera remotamente, a la justicia prometida y esperada, ni siquiera porque el defensor del Pueblo ha corroborado la veracidad de la denuncia y algunos medios de comunicación han graficado el horror, y los agresores siguen impunes, campantes y poderosos. Han descubierto así, los tacanas de El Retorno, que en esos bosques heridos por la codicia, donde sus abuelos fueron hombres libres, sus padres fueron esclavos y ellos han osado la esperanza de reconstituir una comunidad autónoma, el Estado plurinacional, el proceso de cambio y el Gobierno del primer presidente indígena, como todo lo que les llegó de Estado, de ley o de gobierno, igual que las tierras y sus riquezas, no son suyos, sino que siguen siendo de los patrones barraqueros, de los Rivero Galarza.

Alejandro Almaraz es abogado. Fue viceministro de Tierras.

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