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Complejo futuro para el próximo gobierno

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Complejo futuro para el próximo gobierno

Erick R. Torrico Villanueva*

lunes, 29 de junio de 2020

Si bien 2020 es bastante distinto a 2019, lo que el año actual le heredó al anterior es el carácter transitorio que habrá de tener el gobierno que vaya a ser electo, cualquiera que éste sea.

Este rasgo estaba ya preanunciado por el agotamiento del modelo denominado “proceso de cambio” que algunos pretendieron prolongar a toda costa, aunque era claro que entre 2009 y 2016 había perdido, en una secuencia de equívocos pasos, su legitimidad y legalidad iniciales. El fraude electoral perpetrado hace 8 meses dio el toque final a ese experimento que para entonces había degenerado en autoritarismo y corrupción, dejando sumamente maltrecha la institucionalidad democrática tras desperdiciar para el país, además, el que quizá fue el mejor momento de la economía boliviana.

En los frustrados comicios nacionales de octubre pasado, aunque casi nadie lo veía así, tenía que ser elegido un gobierno que nada más iba a constituirse en el primero de la transición entre una etapa con un fallido intento de supremacía y otra de recomposición y realineamiento de fuerzas, así como de redefinición de proyectos, lapso de tránsito que debe volver a ser enfrentado ahora.

Sin embargo, esta desafiante circunstancia encuentra a los contendientes electorales del momento, y por supuesto al conjunto de la ciudadanía, no sólo con un vacío de estructuras políticas coherentes, sólidas y confiables, una carencia de liderazgos con alcance social efectivo y una preocupante ausencia de propuestas programáticas, sino en medio de una grave crisis multidimensional –política, institucional, de salud, social y económica– cuya superación demanda respuestas consistentes de siquiera mediano plazo.

El perfil de las candidaturas ya registradas para las venideras elecciones anticipa una fragmentación de la votación que no hubo en 2019 debido a la polarización reinante; esa división, al parecer, incluirá sólo a tres de tales pretendientes, que concentrarían, cada uno, un cuarto o un tercio de los sufragios. Los restantes, en ese cuadro, se muestran como postulantes “sin motivo”. 

Si esta dispersión parcial llega a ocurrir, junto con una significativa tasa de ausentismo, se tendrá dos consecuencias: una segunda vuelta electoral –pero con una asamblea parlamentaria ya conformada y sin mayoría visible– y la necesidad de que, después de la “guerra de todos contra todos” que caracterizará a la corta campaña proselitista “a distancia”, los más votados tengan que hacer coalición para conformar el gobierno y gestionarlo con cierta mayor fuerza. Los otros terminarían sumándose a un renacido descontento que paulatinamente podría lograr un alto potencial desestabilizador.

Como ninguno de los candidatos da hasta ahora señales de entender el lapso transicional en que se halla Bolivia, tal cortedad de miras les lleva sólo a reconocer como objetivo una victoria urgente en las urnas para nada más hacerse del gobierno. Qué harán una vez ahí –o, mejor, qué les será posible hacer–, bajo qué condiciones se hallarán o cuál debiera ser el alcance requerido de esa su presencia son temas que, hasta donde hoy se ve, no figuran en las agendas de quienes aspiran a gobernar.

Los electores, por su lado, o son indiferentes frente a la elección (no consideran que ésta sea una prioridad), aguardan todavía buenas noticias sobre la pandemia para decidirse a participar o están en el grupo, más pequeño, de los que ya no quieren esperar más. 

En este campo, el de la ciudadanía, se puede percibir dos problemas: uno es que gran parte de los potenciales votantes cree que sólo se trata de elegir un nuevo gobierno y ya, sin una transición política real como horizonte, y otro que las opciones para votar, como están las cosas, se reducen a tener que escoger a quien pueda administrar mejor (“parchar”) la incertidumbre y la inestabilidad. 

Los indicios de lo que viene aconteciendo señalan, así, que el siguiente gobierno estará en el ojo de la tormenta y casi representaría un punto de paso. Es probable que el que le suceda, si por fin llega uno que comprenda el sentido del tiempo crítico actual, deba agradecerle por el favor de su transitoriedad.

*Especialista en Comunicación y análisis político

Twitter: @etorricov

(Publicado en ANF el 29 de junio de 2020)

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