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Fuego

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tribuna

Juan José Toro*

viernes, 6 de septiembre de 2019

Como muchas culturas, las andinas desarrollaron una relación directa con la naturaleza. Asumieron que cada elemento de ella tenía su esencia y así se relacionaron con cada uno.

Y precisamente por cuestiones elementales, le daban más importancia a algunos respecto a los otros. Por eso es que tenían una relación más estrecha con Mama Pacha (Madre Tierra) y Mama Cocha (Madre Agua). Aquella prodigaba sus frutos para vivir y esta se encargaba de fecundarlos.

Agradecidos por los dones que recibían de estos dos elementos, les entregaban ofrendas en reciprocidad. Eso no era, ni es, paganismo, como señaló cierto fanático devenido en presidenciable, sino simple y mera gratitud.

Pero en la naturaleza existen otros elementos que, si bien pueden ser complementarios, no son tan pródigos como aquellos. Uno de ellos es el fuego. Conocido por su carácter purificador y su poder de dar calor –tan deseado en las frías serranías–, el fuego era, al mismo tiempo, temido y respetado. Desconozco si se le identificó con esencia propia, como a Mama Pacha y Mama Cocha, pero sí sé que se lo vinculó con el sol y recibía un tratamiento similar a éste.

Veleidoso, el fuego podía llegar a la tierra por otras vías, como los rayos y relámpagos. Por eso se lo vinculó también con Illapa, el regidor del clima a quien los europeos, con la misma mentalidad anacrónica del que cree que la libertad sexual es una enfermedad, llamaron “dios del rayo”.

Como fuere, lo cierto es que las culturas andinas respetaban a Mama Pacha y, por ello, permitían que desarrolle sus ciclos sin causarle interferencias. Una vez terminada la cosecha, se esperaba que se recupere por sí sola antes de proceder a la siembra. Su calendario era agrícola, regido por los tiempos establecidos naturalmente para sembrar y cosechar, y se lo vinculaba, también, con los ciclos solares y lunares.

En tiempos remotos, cuando los incas ni siquiera se perfilaban en el horizonte de la historia, estos pueblos respetaban a la Madre Tierra y jamás se les hubiera pasado por la cabeza la posibilidad de prenderle fuego con el fin de habilitar más espacios para la cosecha.

El Gobierno se autodenomina indígena y respetuoso de los pueblos originarios, pero demuestra una alarmante falta de respeto de la Mama Pacha porque permite que se la horade inmisericordemente para la siembra de coca.

Lo último que hizo fue autorizar quemas, los despreciables chaqueos, que han provocado los incendios que ahora nos afligen a todos.

No puedo creer, entonces, que sea un gobierno “pachamamista”. Lo suyo fue, simplemente, una pose electoralista, que, con el bosque ardiendo, ya no le sirve de mucho.

*Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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