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Devaluar y la teoría económica

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Economía de papel

Alberto Bonadona Cossío*

La Paz, Página Siete, sábado, 12 de septiembre de 2015

La devaluación del boliviano no es conveniente en el momento actual, ni para la población en general ni para la macroeconomía. La economía boliviana se asienta, hoy por hoy, en la bolivianización, o sea en el uso de la moneda nacional. Ésta se hace, lo más sólida que se puede, en una economía del tamaño de la boliviana en la medida que se tengan dólares para respaldarla. Los dólares que Bolivia tiene forman parte de las reservas internacionales y éstas son las más grandes que el país ha alcanzado en su historia.

Esta explicación —que un colega economista la calificó de "infantil”— es la médula misma de la economía boliviana hoy. Que se la acepte o rechace, por las razones que cada uno posee, es otro asunto. Más aún, aceptarla no quiere decir que se tenga uno que alinear con las políticas sociales, políticas o también económicas del Gobierno. La realidad es más dura que las posiciones partidistas de cada cual.

Es una realidad, sin embargo, que tiene un atractivo parecido a lo que economistas sofisticados (léase "no infantiles”) denominan la trinidad imposible o el "trilema”. Sin embargo, la realidad boliviana podría estar contradiciendo a la trinidad. Y esto lo haría por diversas razones como son: su tamaño (léase su pobreza o falta de desarrollo capitalista), la cantidad de reservas acumuladas, la inexistencia de flujos externos especulativos (más conocidos como capitales golondrina) y el amplio manejo de la moneda nacional o desdolarización, además de la existencia de una robustecida banca. El trilema es más que un dilema, porque en vez de estar entre dos alternativas, de las cuales sólo se puede escoger una, las economías se encuentran entre tres disyuntivas. El planteamiento hecho por dos economistas, Mundell y Fleming, señala que las economías deben escoger entre cambio flexible, política monetaria activa y libre flujo de capitales. O sea, si se escoge el cambio flexible, se debe optar sólo por una de las otras posibilidades, digamos libre flujo de capitales.

Así  queda fuera de acción la política monetaria, sin que pueda afectar la tasa de interés y, por lo tanto, el crecimiento del PIB.ç

Por cierto, no voy a llenar al lector con detalles de una teoría que tiene sus complicaciones. Pero lo dicho puede servir para explicar lo que acontece en Bolivia. En esta economía se tiene libre flujo de capitales en la medida que el que quiere invertir en Bolivia puede hacerlo o cualquier ciudadano de este país o el Estado puede invertir fuera. Existe una política monetaria activa que coloca bonos para frenar las presiones inflacionarias y, de alguna manera, influye en las tasas de interés de la banca.

Por otra parte, si Bolivia devaluara, rompiendo el tipo de cambio fijo en el que opera, no afectaría en gran manera a las exportaciones, porque éstas dependen en más del 90% del mercado internacional. Es la caída de los precios de éstas que está afectando a la economía y se espera que tal condición sea atenuada por el gasto público (política fiscal).

De acuerdo a la teoría, esta condición no puede generar crecimiento del PIB. Los ciudadanos siguen comprando y vendiendo en bolivianos, y siguen colocando y obteniendo créditos en bolivianos. Si una devaluación fuera una real amenaza, esta situación cambiaria abruptamente, y no veo que sea lo que más conviene a la sociedad boliviana. Incluso si pensáramos que toda la moneda nacional, en manos del público y los bancos, se convirtiera en dólares, las reservas no se agotarían.

La economía boliviana tiene en circulación, aproximadamente, el equivalente de 8.000 millones de dólares. Si todos convirtieran los bolivianos que tienen en sus manos a dólares quedarían aún más de 6.000 millones en el Banco Central. Por supuesto, éste es un ejemplo extremo de lo que podría ocurrir. No obstante, sirve para mostrar que existen variables que podrían estar poniendo en duda, para el caso de Bolivia, los planteamientos de Mundell y Fleming. Por cierto que se debe profundizar el análisis para explicar la realidad y confirmar la validez de una teoría.

*Economista.

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