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Llovido sobre mojado y alegría general

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Roberto Ibargüen Chávez

¿Ah? los cambios de agenda en el país son como las estaciones, todos sabemos que vienen pero no sabemos qué nos deparan; eso sí, acostumbrados como estamos, creo que nadie espera que sea algo positivo, propositivo, y todo el mundo se anda preparando para soportar situaciones, lo menos, inconvenientes cuando no dolorosas, pero todas claramente direccionadas a fines político electorales. Para muestra basta un botón, y si comenzamos a considerar lo que nos pasa y nos puede pasar el año 2014, veremos que por ahí vamos.

El año amaneció con muchas promesas que se hicieron realidad: a veces sí, a veces no, y otras a medias, como el satélite Túpac Katari, la implementación de los Puma Katari, la posibilidad de que contemos en el país con un par de carreteras de doble vía, la producción de baterías de litio y, para no alargar más hasta contar con el Cambódromo para brincar en carnaval. Pero lo que realmente conmocionó la vida de los bolivianos fueron los desastres naturales de los primeros meses del año, principalmente la inundación en el departamento del Beni, y en estos últimos días el desmoronamiento de la pasarela móvil en pleno Carnaval de Oruro.

Ocurrido todo eso qué viene.

Viene que se vuelven a alinear los astros y todas las acciones y acontecimientos serán puestos al servicio de una agenda que viene de tiempo atrás, pero que en los próximos días, como un camaleón, saldrá con nuevos colores para visibilizarse en la retina de nosotros los mortales: “la Campaña electoral”. Que ahora si no tiene que ni quién la tape y todo lo que ha ocurrido o se ha hecho, ya sea que haya demostrado su utilidad o no, que hayan sido cubierto o subsanado con indemnizaciones o no (no creo que en ningún caso vayan a ser evaluados para servir de experiencia o insumos de futuras planificaciones), o lo que se vaya hacer, será utilizado en función de ella. Ya nos imaginamos a los oficialistas mostrando a sus candidatos, parados sobre el satélite o sentados en los charcos que dejan las inundaciiones tratando de taparlo, como si no fuera su obligación desde la gestión de gobierno promover obras y no tuvieran que avergonzarse de hacerlas y sin que respondan a una planificación integral. Por otro lado, los de la oposición, obviamente, son fiscalizar y sin proponer, que al parecer esa no es su función sino cuando las cosas salen mal, tratando de menoscabar con razón o sin ella las obras y acciones del oficialismo y, en la mayoría de los casos, lloriqueando porque el oficialismo tiene más recursos para su campaña electoral.

Pero no nos quejemos tanto de nuestra suerte, que al final también es cierto que después del fútbol, a los bolivianos nos encanta la grilla política (como la denomina los mexicanos) a esa actividad: conformación de alianzas entre partidos o grupos de poder, en algunos casos de acuerdo a los votos de cada quién, pero siempre en función de cuánto se pueden apropiar de bienes y empleo público; de la capacidad para la exposición de proyectos que intentan ser diferentes cuando en la práctica sabemos que en el gobierno, harán exactamente lo mismo; de las visiones distintas de país que cada uno tenga y exponga de acuerdo a su grado de fortuna (que en esta elección creo que desaparecerá porque parecería que ya no son muy diferentes las fortunas de los del UN, de las del MAS o de las de los verdes y sus aliados) y, también, creo que está la esperanza que todos los de abajo tenemos, de que un día la cosa no sea así, y salgan una o varias opciones diferentes, capaces de hacernos soñar con un futuro distinto y que tengan la capacidad para cumplir lo que prometen.

La última afirmación parecería ser que no la podremos apreciar en la campaña electoral que se avecinan, en las que además se prevén pocas sorpresas y acciones emocionantes a no ser la conformación de la lista de candidatos del partido oficialista que pasa por una pugna interna que dejara orejas, narices y dentaduras maltrechas.

Pero ni modo así es el país, así permitimos nosotros que sea y es que al final como dice mi vecino y ahijado, desde algún piso o un andamio de las obras en la que trabaja frecuentemente en estado inconveniente, “Por suerte, mal siempre comenzamos: primero chupamos, después trabajamos y de qué se quejan los dueños si igual se lo terminamos”.

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