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De las responsabilidades y los desastres naturales

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inundaciones

Roberto Ibarguen Chávez

Sin duda, en Bolivia los actuales momentos son difíciles para todos, obviamente más para aquellos que tienen el agua por los cuatro puntos cardinales y por debajo del catre; pero, también para aquellos que impotentes vemos a toda hora, por los medios de difusión, la desgracia de nuestros conciudadanos porque a solas no hay mucho qué hacer y lo que se podía hacer ya se está haciendo, así que no queda otra que seguir viendo el desastre, considerar en qué más se puede apoyar y aprovechar la oportunidad para evaluar las responsabilidades.

Reflexionar sobre las responsabilidades lleva su tiempo. Y nos lleva a admitir que todos somos culpables de los desastres naturales, porque sabíamos y sabemos que nuestros actos, vinculados a la deforestación, contaminación e interferencias de los procesos biológicos tenían y tienen que tener consecuencias; más cuando ya hace cerca de medio siglo James Lovelok, con altos niveles de cientificidad, planteó la hipótesis Gaia, advirtiéndonos “… que la vida (toda la vida de la tierra en su conjunto) interacciona y tiene la capacidad de mantener un entorno de manera que sea posible la continuidad de su propia existencia.” Por lo que “Si algún cambio medioambiental amenazara a la vida, ésta actuaría para contrarrestar el cambio de manera parecida a como actúa un termostato para mantener tu casa confortable cuando cambia el tiempo encendiendo la calefacción o el aire acondicionado.”

Pero admitir la culpabilidad de todos, en la generación de las causas que originan los desastres naturales y que lastimosamente cada día son más contundentes en esta aeronave llamada tierra, no implica que tengamos que admitir que todos somos responsables en el mismo grado, ni que tengamos que ser medidos o medir a todos con la misma vara, ya que en este campo hay muchos temas que considerar y muchas las diferencias que precisar si queremos que a futuro las cosas cambien para bien.

Por ejemplo, un análisis rápido creo que permite establecer que no tienen el mismo grado de responsabilidad, en esto de las causas, no es lo mismo que un campesino que chaquea unas cuantas hectáreas para producir alimentos para el mercado y para su subsistencia, que una empresa agroindustrial que chaquea cientos de hectáreas para cultivar productos de exportación; o un individuo que vive con un dólar o menos al día que aquel individuo que ha hecho del consumo desenfrenado su referente de distinción; y mucho menos un pueblo indígena que ya sea por miedo al cambio o por los principios de su cosmovisión trata de defender su territorio, que un gobierno cuya gestión busca la generación de un desarrollo desenfrenado en base a la explotación irracional de los recursos naturales.

Un análisis rápido permite establecer, que en la atención de los desastres naturales y sus consecuencias, si bien es necesaria la participación de la sociedad, es el gobierno el que tendría que atender el tema como una de sus primeras prioridades y realizar ese trabajo de manera integral y permanente, a través de la generación de políticas, programas y proyectos de largo aliento. Y no como lleva adelante su trabajo, en la actualidad, generando niveles de competencia con las personas que desarrollan acciones solidarias y altos niveles de susceptibilidad por su atención preferencial a determinadas poblaciones.

Pero las diferencias, mencionadas en los párrafos anteriores, no deberían ser un pretexto para que olvidemos que todos tenemos grados de responsabilidad tanto en las causas como en las consecuencias de los desastres naturales o para que dejemos de considerar que si no asumimos conductas alternativas frente a las concepciones desarrollistas y consumistas, y de ampliar nuestras capacidades de presión para que el gobierno cambie su conducta, cada año en vez de evitar o mitigar los desastres (como alguna vez dijo el Vicepresidente de Bolivia en relación a otro tema, de manera más bien desatinada, y como viene haciendo hoy en día el gobierno respecto de las inundaciones), sólo nos quedará mandar ataúdes. 

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