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Pro burgueses y reformistas desvirtuaron la insurrección de 2003

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En octubre de 2003, miles y miles de hombres y mujeres movilizados se sublevaron contra el orden burgués que empobrece a las mayorías nacionales y somete al país a los intereses del imperialismo. La rebelión popular de El Alto se iba extendiendo por todo Bolivia, paralizando ciudades, bloqueando caminos, tensando la lucha de clases. Después de la orgía de sangre ejecutada por el gobierno del MNR, MIR, NFR, Goni no tuvo más alternativa que salir del gobierno y huir del país. 

En octubre de 2003 los explotados se rebelaron contra la presencia de las transnacionales que explotan el gas, como en el pasado se explotaron los recursos mineros, hasta agotarlos dejando al país sumido en el atraso y al pueblo en la miseria. Octubre fue un grito de rebeldía antiimperialista y antiburgués, contra la política entreguista de la clase dominante sometida al imperialismo. Un mensaje claro y contundente que se proyecta hacia el futuro y que la burguesía en su conjunto y los impostores pro-burgueses del MAS buscan convertirla en una pantomima. 

Octubre se constituye en un referente de lo que pueden hacer las masas. Su fuerza se proyecta hacia el futuro, hacia la construcción de la nueva sociedad, la sociedad socialista basada en la propiedad social de los medios de producción. La debilidad de este vigoroso movimiento de masas fue la ausencia de la dirección revolucionaria, del proletariado como dirección física de las luchas de octubre. 

Porque estuvo ausente una dirección revolucionaria, la clase obrera no apareció organizada como tal, se diluyó dentro del movimiento de masas; su vanguardia consciente, el POR, batalló durante todo el proceso de maduración del descontento popular por dar contenido revolucionario a la lucha de los explotados. Sin embargo, no pudo superar la naturaleza pequeño-burguesa de las masas alteñas. Los dirigentes vecinales y las Juntas Vecinales, convertidas en verdaderos Órganos de Poder, no se orientaron a expulsar del poder a la burguesía e instaurar un gobierno propio de los explotados, el gobierno de obreros y campesinos, que es el único modo de consolidar las reivindicaciones de las masas.

Dirigentes reformistas como Evo Morales, el Mallku, Solares se declararon defensores de esa farsa llamada democracia burguesa que encubre la dictadura de la clase dominante, y junto a la clase media de las ciudades, horrorizada ante la posibilidad de que la rebelión popular acabase de una vez por todas con el orden burgués, lograron desviar las titánicas energías de los explotados hacia un objetivo minúsculo: la destitución de Goni, privatizador de las empresas estatales, responsable de la masacre de centenas de campesinos, cocaleros, gremiales, vecinos y mineros, encarnación de la burguesía nativa incapaz y vendepatria. 

Los reformistas lograron también trasladar la solución de los problemas a una Asamblea Constituyente para “refundar el país”, pamplina inventada para contener la furia de los explotados y salvar el orden social burgués. Prueba de ello es que hasta la derecha más recalcitrante hizo suya la consigna de la Constituyente.

Desde entonces, el gobierno del MAS adopta una política cada vez más derechista: mantiene una posición francamente burguesa en materia de pensiones y en su política salarial; desarrolla un abierto entreguismo de los recursos naturales en favor del imperialismo, de la empresa privada nacional y de los cooperativistas; muestra una abierta tendencia a liquidar toda forma de propiedad comunitaria (TCOs en el Oriente y Ayllus en el Occidente) para potenciar la propiedad privada; y acentúa su tendencia a estatizar los sindicatos, etc.

Evo se desenmascara

El discurso de Evo Morales en el almuerzo que le ofreció la confederación de empresarios en ocasión de la inauguración de la Expocruz 2013 sella definitivamente y ante los ojos de todo el país la alianza del gobierno con la flor y nata de la burguesía local y de la imperialista, representada principalmente por las transnacionales que explotan los recursos naturales en el país. 

En la ocasión, el “presidente indígena” se refirió a los capitalistas como hermanos de una sola gran familia conformada por todos: obreros, campesinos y los demás explotados. Con el afán de ocultar su servilismo con la gran propiedad capitalista, dijo que los intereses de los capitalistas y los de sus explotados son los mismos, “pues todos tenemos propiedad privada, pequeña, muy pequeña, mediana, grande”. De este modo sentenció que si el Estado Plurinacional es de todos y todos somos iguales, le corresponde ofrecer todo su apoyo a los empresarios para que se fortalezcan y sigan haciendo crecer sus ganancias. Lo que no dijo, obviamente, es que ese crecimiento de las ganancias es a costa de mayor explotación de la fuerza de trabajo del obrero y del sometimiento en la miseria de las otras clases explotadas.

Esta confesión cínica, que contradice el discurso “indigenista” y hasta “socialista” con que el MAS engañó a vastos sectores populares, especialmente a los indígenas, no solo se explica por su propósito de ganar el apoyo de la burguesía en las próximas elecciones de 2014, sino que es la consecuencia lógica de su ideología y su política de contenido burgués, como lo había advertido el POR desde un principio. El discurso incoherente sobre la Economía Plural, donde supuestamente los intereses del gran capital y los intereses de los explotados convivirían en armonía, es el taparrabos de la naturaleza burguesa del gobierno masista, por mucho que en el gabinete hayan algunos campesinos y obreros desclasados. 

Evo decidió, sin sonrojarse, demostrar que está dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a los empresarios bolivianos, a quienes califica de “patriotas” porque, dice, no repatrían sus utilidades e invierten en el país, a diferencia de los empresarios extranjeros. Para algunos “izquierdistas” despistados, semejante alusión —incluso utilizó de ejemplo a los cooperativistas mineros, reconocidos como empresarios patriotas— podría considerarse un ataque a los intereses del capital monopólico extranjero, y hasta un gesto “antiimperialista”. 

Para aflicción de los burócratas sindicales y los despistados, esa escena vergonzosa —del presidente indio comiendo del plato de los empresarios— fue coronada con el anuncio de que los empresarios serán co ejecutores de la flamante Agenda 2025 lanzada por Evo, por lo que hay que esperar que todos los programas y proyectos de “desarrollo productivo” y “eliminación de la pobreza” beneficiarán a la burguesía, y todo con la plata de los bolivianos.

Lo evidente es que la burguesía boliviana no dejó el Palacio Quemado y que la reconciliación con sus peones pequeño burgueses era cuestión de tiempo. Dentro del gobierno del MAS comparten el sueño de todos los nacionalistas burgueses: crecer para negociar con el imperialismo y lograr un poco más de las migajas que les deja el banquete de aquel.

Por que el MAS es una correa de transmisión más de los intereses imperialistas y un instrumento que colabora en la explotación del proletariado, y porque la burguesía local ha fracasado históricamente en sus tareas de desarrollo industrial del país, le corresponde ahora a la clase obrera, al proletariado a la cabeza de la nación oprimida, sacar el país del atraso y la miseria, mediante la Revolución Proletaria y el Gobierno Obrero y Campesino. 

Unidad proletaria 

La lucha y la sangre derramada no pueden quedarse en los mezquinos “logros” del “proceso”. La rebelión de Octubre partió de la necesidad de arrancar soluciones a los problemas vitales de los explotados bolivianos sumidos en la más espantosa miseria. Lo que corresponde es confiscar (sin indemnizar) a las empresas petroleras, cosa que sólo los obreros junto a los explotados desde el poder, como gobierno de obreros, campesinos y explotados en general, pueden atreverse a hacer con todas sus consecuencias porque ya nada tienen que defender en esta sociedad caduca que sólo les ofrece miseria y degradación.

Esta lucha nos obliga a organizarnos para materializar la revolución dirigida por la política proletaria que confiscará toda la gran propiedad privada burguesa nativa e imperialista e instaurará la propiedad social de los medios de producción. Ni duda cabe que para materializar nuestra finalidad histórica revolucionaria, el partido (vanguardia consciente) no puede actuar sólo, sino a la cabeza del conjunto de los explotados. Para ello debe convocar a una lucha nacional, unitaria y preeminentemente anticapitalista y, para un futuro inmediato revolucionario, una proletaria política frentista, partiendo de las valiosas enseñanzas del Frente Revolucionario Antiimperialista de 1971.

Nuestra concepción de “política frentista” y de “lucha unitaria” sólo puede darse en el marco de una correcta interpretación de la relación táctica – estrategia. Es decir, hacemos unidad pero bajo un programa obrero revolucionario que inequívocamente nos conduzca a sepultar al sistema capitalista como modo de producción vigente y, de ninguna manera, para cambiar uno de sus modelos burgueses de gestión y de política económica (el neoliberal) por otro (el de “capitalismo de estado”). Ni tampoco para simplemente atenuar los excesos de sobreexplotación y saqueo colonial que caracteriza a este capitalismo caduco. 

Definitivamente, la estrategia define la táctica a asumirse y esta última está subordinada y moldeada a la primera. Y si nos equivocamos, como lo hacen los militantes del “antineoliberalismo” que ahora intentan terciar en el circo electoral -profiriendo discursos radicales contra la burguesía y la derecha empresarial, pero sugerentemente indulgentes con el MAS-, nos alejamos, irremediablemente, de la estrategia histórica del proletariado. 

No desesperarse. La radicalización de la lucha de clases y una adecuada política revolucionaria partidista empujarán a las masas a materializar una lucha unitaria y nacional bajo la dirección política y física del proletariado, como también obligará a los oportunistas y reformistas a someterse a los lineamientos centrales del trotskismo boliviano. Más bien debemos preocuparnos por acentuar el trabajo en el seno de la clase obrera, para el reencuentro de la “clase en sí” con la “clase para sí”, condición imprescindible para la victoria de la revolución boliviana. 

* Tomado del semanario Masas, órgano de prensa del Partido Obrero Revolucionario (POR). Fuente: bolpress.com.

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