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Después de Alfonso Cano ¿y ahora qué America Latina?

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Mentiras diseminadas por los medios de comunicación de Colombia, de los cuales las familias Santos son dueños y señores, y que responden al llamado publicitario del el complejo militar EEUU y las fuerzas militares bajo el gobierno de Santos, al momento de anunciar el asesinato de Alfonso Cano, líder de las FARC.

Primero, que fue en bombardeo de supuestos tres minutos por 15 aviones de la fuerza aérea colombiana y una columna de 900 militares en la llamada Operación Odiseo. Todo apunta, más bien, a que esto fue una operación muy similar a aquella montada contra el campamento en el año 2008 en Ecuador del campamento de Raúl Reyes; con una tropa de operativos altamente especializados, no necesariamente todos colombianos, quienes ejecutaron maniobras de visualización del blanco, bombardeo y finalmente encerramiento y asesinato.

Segundo, que fue una operación netamente colombiana —como si las bases aéreas norteamericanas no fuesen los centros operativos de esta mal parida Odisea. Hay tres bases aéreas gringas precisamente in situ que aseguraron la triangulación logística con el fin de utilizar los equipos de reconocimiento aéreo y sospechamos, sin poder comprobar exactamente, pero si poder deducir por la información suministrada, sea los vuelos de noche, que éste ya haya sido el inicio del uso de los drones en territorio latinoamericano y cuyos equipos, no permiten las políticas militares estadounidenses que las manejen extranjeros, o sea los militares colombianos tal vez de limpia lentes.

Tercero, las computadoras todas intactas. Ya son tres veces que en operativos similares, Raúl Reyes, el Mono Jojoy y ahora Cano que sale a relucir este aparato tecnológico con huellas que permiten (¿?) el arrastre de las operaciones de escaneo y bombardeo. Hasta el más desapercibido puede darse cuenta de que se detectan las mismas maniobras desencadenadas contra de las insurgencias de Afganistán, las mismas logísticas y los mismos asesinatos estilo navy seals. No dejan cuerpo vivo, sino cadáveres con tiros a la cabeza o el corazón a gama ciega y, luego siempre aparecen computadoras que no quedan destruidas por los susodichos bombardeos.

O sea que si son bombardeos de precisión no hay forma que sobrevivan los humanos, y probablemente tampoco las computadoras. Las heridas son completamente diferentes aquellas de los quemones de los bombardeos, son heridas dejadas por escopetas y pistolas de franco tiradores de las columnas militares con órdenes de matar a los líderes.

Ni la constitución de los Estados Unidos, ni la constitución de Colombia, le otorga el derecho a su Presidente de dar la orden de muerte a ningún de sus ciudadanos, para ellos está la rama jurídica y las infames cárceles colombianas. ¿Qué órdenes tenían los militares que acecharon al campamento de Cano, ciudadano colombiano?

Entonces OJO Ecuador, Ojo Venezuela, Ojo Bolivia. El gobierno de Colombia no quiere paz —quiere una inquisición de los que osan oponerse al reino imperial de los grandes capitales del complejo militar norteamericano.

Huele a guerra. Los mandatarios deberán reflejar que deban hacer, fuera de mirar con ojo de ciego, o insistir que se llegue a un diálogo de paz en Colombia, no por defender a la guerrilla ni mucho menos, sino porque existen prácticas genocidas contra las poblaciones atrapadas en el conflicto. A menos que el plan sea el conformismo. Pues lo que se está cimentando cada vez con más fuerza es la presencia del complejo militar, no con el rodeo de las flotas navales sino ya con bases aéreas y operativos altamente especializados en guerra, pie adentro y monte arriba en América Latina.

Samuel Barinas Varela

Corfisocial

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