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Un presidente indígena en un Estado plurinacional

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Pedro Mariobo Moreno

La Constitución Política del Estado, define al Estado como Plurinacional; adopta un modelo económico plural y reconoce a la sociedad boliviana como plural; asume y promueve principios y valores éticos morales de la sociedad plural y reconoce a la “nación boliviana” conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos. Es pues un Estado Plurinacional, plurieconómico, plurivalores, con un Presidente autodefinido y reconocido como indígena aymara.

Gobernar una sociedad plural, con igualdad o por lo menos con equidad de condiciones, sin parcializarse, no es fácil, más aún cuando 180 años de vida republicana (1825-2005), nos gobernaron las minorías oligárquicas egocentristas, con una gran dosis de racismo y una amplia gama de  marginados, discriminados y sin derechos reconocidos o con ellos pero sin poder ejercitarlos.

No es fácil gobernar porque este pluralismo no es un todo unitario, no es la unidad en la diversidad. Si bien todos somos bolivianas y bolivianos, unidos en un solo territorio, en un solo Estado, los intereses de cada pluralidad son diversos, contradictorios  y hasta antagónicos.

La lucha por el poder con tinte racial: “hay que tumbar al indio”

Las dificultades del Presidente indígena empezaron el 18 de diciembre de 2005 cuando Evo ganó las elecciones. Desde ese mismo día voceros de la oligarquía manifestaban que “el indio no duraría en el gobierno más de tres meses o máximo 6” e hicieron todo por “tumbar al indio”. Si la oligarquía acepta la sociedad plural, aunque sea a regañadientes, lo que no acepta es el trato igualitario con las otras parcialidades del pluralismo. La oligarquía, con breves lapsos durante Belzu, Busch, Villarroel, la Revolución Nacional en su primer período, Torres y los primeros intentos de la UDP, siempre fue clase dominante en Bolivia. Por eso es que no admite lo pluri del Estado actual y lucha incansablemente por recuperar su lugar como clase dominante. Son los primeros estimuladores de la lucha de clases en Bolivia.

La economía plural: con solidaridad y complementariedad o dependiente del gran capital

Después de la fuerza de trabajo abundante y barata que tenemos, la mayor riqueza son nuestros recursos naturales. De ambas riquezas se apropiaron los colonizadores primero y los oligarcas republicanos después. La gran tarea es recuperarlas, redistribuirlas y con ellas reducir la pobreza si no pudiéramos acabarla.

Una economía plural no es la coexistencia de diversas formas de organización sin solidaridad ni complementación. Lo que estipula la nCPE. Es un modelo alternativo en igualdad de condiciones, con equidad en la distribución de tierras, de hidrocarburos y gas, de minerales y recursos no renovables entre el Estado, el sector privado y el social cooperativo y social comunitario. Obviamente es iluso creer que esto lo vamos a lograr en el marco de la política constitucional democrático-electoral, sin aceptar el reto de la lucha de clases a la que invita la oligarquía siempre en pie de guerra.

Francis Fukuyama, el teórico globalizador de ascendencia nipona, dijo que “quien hable de democracia económica, no es demócrata, porque la democracia es posible solamente en la política, no en la economía”. Con esto desestimó la “economía social de mercado” que propugnan los socialdemócratas o neoliberales arrepentidos y con mayor razón descartó las teorías de la popularización del capital, perviviendo solamente las micros y pequeñas empresas como subsidiarias del gran capital. Habiendo percibido esto, el Presidente indígena del Estado pluri, se declaró antiimperialista y facilitó el comienzo de la discusión interna del socialismo comunitario. Un gran avance ideológico destacable. La lucha etnocultural en el marco de la “Revolución Democrática y Cultural”, no basta. Se requieren definiciones económicas pluri o modificar el concepto para que la solidaridad y complementariedad que estipula la nCPE puedan ser realidad. Lo contrario será continuar con un modelo tradicional donde las Corporaciones Transnacionales (CTN), apoyadas por la globalización del sistema capitalista a nivel planetario, deja a los Estados sin margen para políticas independientes y soberanas que favorezcan a los pueblos.

Parte de este socialismo comunitario parece ser la tendencia a recuperar el Ayllu. El Presidente Indígena con sus más connotados colaboradores de tendencia indigenista, que es importante en el actual gobierno, han realizado esfuerzos por recuperar el Ayllu como históricamente se dio mediante el uso común de la tierra, el trabajo colectivo y la forma de distribución igualitaria del producto. A eso se orientan las dotaciones de Tierras Comunitarias de Origen (TCO`s) pero no es suficiente. Los compañeros teceosistas o de tierras indígenas y/o comunitarias, deben y tienen que generar el producto social con un excedente de distribución igualitaria, según el trabajo y/o la carga social familiar. Vencer la tendencia del propietarismo individual inducido por la reforma agraria demoliberal, retornar al colectivismo y uso común de la tierra, entendemos que supone un largo proceso de cambio de mentalidad, de convicción sobre las ventajas de la economía social comunitaria.

Con una ley especial se podría facilitar, pero aún no está en las prioridades del gobierno ni de los que se supone que son los directos interesados. Lo plurieconómico aún no da señales de avanzar hacia la creación del producto social que estipula la nCPE en su Art. 313.1.

¿Y el pluralismo político?: éste frena, deforma y hasta pone en  riesgo el proceso

El pluralismo político es una de las mayores expresiones de la democracia en el sistema abierto de partidos y/o diversas expresiones y organizaciones políticas.

Pero un pluralismo ideológico y político en el instrumento MAS-IPSP sin el cual no podríamos entender el triunfo democrático-electoral; el representar o pretender representar exclusivamente a los movimientos sociales como fue la tendencia en su nacimiento, con el normal desgaste por el ejercicio del gobierno, en la actualidad le está faltando fuerza, unidad y claridad para continuar su labor de principal protagonista del cambio. Los disidentes suman y siguen, hasta se confrontan entre movimientos sociales, cada quien luchando por sus intereses particulares sectoriales, con poca visión del cambio que todo el Estado requiere. El pluralismo ideológico y político está bien para la democracia política en general, para la oposición en especial; pero el instrumento MAS-IPSP debe avanzar en su unidad ideológica, política y organizativa.

Un gabinete de gobierno también pluralista, con sus espacios de poder particulares, si así se le puede llamar a la lucha interna de grupos disímiles cuyo único denominador común pareciera el preservar el puesto en instancias gubernamentales, esto también está frenando en cierto modo el proceso; al gabinete le falta unidad y/o coordinación para poder avanzar y realizar los cambios para lo que fueron convocados por el Presidente indígena.

En ambos casos, instrumento político y gabinete, requieren de revisión y readecuación a la política de cambio; lo contrario será poner en riesgo el proceso facilitando la rearticulación de las fuerzas antiproceso y los cambios quedarían en tibias reformas que no son percibidas por el pueblo. Con esta reorientación, la construcción y consolidación del Estado pluri, sería más viable y se retomaría la confianza muy dañada por los errores del gobierno en los casos “gasolinaso” y TIPNIS. 

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