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Monseñor Romero el obispo que no engañaba a Dios

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Antonio González Ordóñez

Este 24 de marzo se cumplieron 32 años del asesinato en San Salvador del mártir latinoamericano Oscar Arnulfo Romero, uno de los pocos jerarcas de la iglesia católica que entendió qu, el papel de los llamados pastores de la Iglesia debe ser preferir a los pobres, su opción dio frutos en la Arquidiócesis centroamericana, fue de esa manera como el clero comprendió y vivió el mensaje liberador del Evangelio, uniéndose en torno a su arzobispo, también el pueblo creyente escuchó el llamado y la protección de una Iglesia que les pertenecía, y la "fe" de los hombres se volvió en el arma que desafiaría las cobardes armas del terror.

 

En el transcurso de su ministerio arzobispal, Mons. Romero, se convirtió en un implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara al régimen criminal imperante en aquellos días en su amada patria.

A raíz de su actitud, Mons. Romero, comenzó a sufrir una campaña sistemática extrema contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma, cotidianamente eran publicados en los periódicos, televisoras y radios más importantes, editoriales, avisos pagados, anónimos, etc., donde se insultaba, calumniaba, y, peor aún, se amenazaba la integridad física de Mons. Romero. La "Iglesia perseguida en El Salvador" se convirtió en signo de vida y ejemplo vivo en el pueblo de Dios.

En aquellos terribles años la Iglesia salvadoreña que optó por los pobres sufrió en carne propia el odio irascible de la violencia que se había desatado en su contra, pues se cuentan en decenas los sacerdotes, monjas y catequistas asesinados por los militares, ante la casi total indiferencia de los prelados latinoamericanos en conchupancia con las burguesías de sus países, muchos de los sectores poderosos y algunos obispos y sacerdotes que en la actualidad declaran con la cara dura que los caracteriza trataron de manchar su nombre, traicionando totalmente el mensaje de salvación del evangelio de nuestro Señor Jesús.

En síntesis, se puede decir que el ejemplo de Mons. Romero nos invita a vivir el verdadero cristianismo, de la fe universal, de la solidaridad, del amor, del compartir, el crecimiento en una sociedad humanista con personas y comunidades marginadas y oprimidas y en la plena sintonía con el Socialismo del Siglo XXI, que tomaron conciencia de sus derechos y deberes y de su dignidad de ciudadanos y de hijos de Dios.

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