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Sopa de maniche

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Jorge Mansilla Torres

(Texto leído por el autor el 14 de junio de 2008 en el Club de Periodistas de México)

"Compañeras y compañeros:

Voy a referir una historia de solidario amor en la constancia de los 80 años que hoy estaría cumpliendo el doctor Ernesto Guevara de La Serna, pero también en homenaje a la señora Ninfa Arteaga de Hidalgo, quien narró este suceso a algunos medios, entre ellos a Granma de La Habana en los años ochenta.

Es un episodio poco conocido en la vida del Che. Se trata del último alimento que ingirió,  unas  dos horas antes de que lo ejecutaran.

Los datos provienen, como dije, de un testimonio de doña Ninfa, la esposa del telegrafista de La Higuera, una  población de la serranía boliviana, en Vallegrande, donde asesinaron al Comandante Heroico, por orden del Imperio  pese a su condición de prisionero…

Después daré lectura a un soneto digamos apócrifo (que es de mi autoría) y que quise atribuir al Che en esa triste, pero también gloriosa hora del 9 de octubre de 1967".

estimonio de doña Ninfa Arteaga de Hidalgo

“Siempre invitamos algo a los que llegan y yo quisiera llevarle esta comida al señor prisionero de la escuela, le dije  al soldadito de adelante. Quédese aquí, señora, yo consulto,  me respondió  y se tardó bastante.

Después volvió y me dijo que pase. Yo llegué al aula con mi portaviandas y ahí estaba el señor con su silencio, respirando agitado por el asma; se le notaba serio, triste, tenso.

¿Quiere comer?, le dije, es un caldito caliente de maní, lo hice temprano. Me respondió que sí con la cabeza, mirándome a los ojos y las manos.

Yo destapé la vianda, sopa blanca… pero sus manos estaban  atadas y sin permiso le solté las amarras. Le alcancé el plato humeante y la cuchara, él me miraba y le dije: coma. Tomó tres cucharadas, desconfiado.

Está rico, me habló con su voz ronca.  ¿De qué me dijo usted que era este caldo?

Es de maní, señor, lo preparamos  para las fiestas grandes, matrimonios, misas de nueve días, cumpleaños, tiempos de la cosecha y de  bonanza, las fiestas patronales y otras fechas, le respondí para entrarle en confianza.

Qué raro, de maní, y qué sabroso, dijo el señor. Su pelo en alboroto, su barba sucia así y sus zapatos llenos de polvo, rotos, descosidos, sin dejar de comer, cuánto apetito. Cuchara tras cuchara sin respiro…

Perdón, me dijo luego, es que mi hambre hace juego con esto que está rico.

Me pidió que le cuente el preparado y comencé,  según la temporada: almuerzo de maní o chupe o crema sobre un hervido en olla destapada,  con carne de gallina o bien de vaca, un poco de zanahoria, arvejas, papa, con macarrón o arroz, según se quiera. Y, como bendición, perejilcito...

No podía creer,  pero quería  que le dé la otra vianda sin pedirme. Al tiro se la di  y cuenta y cuenta de remojar maní, luego pelarlo y que aquí siempre  venden aunque caro.

El hombre que me dice no sabía que del maní hiciéramos manjares, que en Cuba y Argentina no conocen… Ojalá un día pueda yo contarlo como usted dice en mi libre albedrío… Y meta, come y come el guerrillero.  ¡Señor de Malta, cuánta hambre, Dios mío!

Ya me salía yo, serían las once,  cuando él me dijo muchas gracias, doña… ¡Ninfa!, le dije,  Ninfa pa’ servirle… Y lo dejé sentado, solito en su silencio.

Después de un rato a tiros lo mataron. Clarito se escuchó para el recuerdo.

Al Hidalgo, mi esposo, le pidieron que ya mande el papel que trajo un dragoneante. Enay supe su nombre, Che Guevara,  que tenía sentencia de muerte desde cuándo.

Un ratito más antes a sus dos compañeros, que estaban en la otra aula de la escuela, también a tiros los dejaron sin vida. Pobres, pobres, sin nadie que lo impida y con el tiempo  sin nadie que les llore.

¡Pero era un prisionero!, dijo mi hija, que es profesora, Élida se llama. ¡Al que está preso jamás se le dispara!.

Yo me solté a llorar con un sollozo y mi hijita conmigo, lloradera.

¡Ya cállense las dos!, gritó mi esposo,  sin dejar de teclear su maquinita -tatata- tá tatá... Al  Alto Mando ur-gente. tele-gra- ma-de- lahi-guera...

¡Ya cálmese (ta tá) y no se metan!  No vayan a apresarnos o matarnos  por ese aventurero muerto de hambre… Ta ta tatá tatá… como una metralleta.

Luego la radio propaló su nombre, como la gran noticia verdadera. Todo el mundo a saberlo, que no quiso rendirse para nada, que ofreció resistencia el guerrillero, que el combate fue duro, que el Alto Mando el deber es primero, que la lucha armada, que en el vado del Churo, el Che Guevara…

¡Eso no es cierto –dije-, lo han matado… allá en la escuela, no en ninguna guerra!  ¡Estaba vivo, que les crea su abuela..!  Y otra vez a llorar,  ahora de rabia… Y el Hidalgo enojado: ¡Ninfa, qué te pasa!

Dice la radio puras habladurías. Yo no di de comer a un fantasma. Estaba vivo con sus ataduras.   Respiraba torcido por el asma…

Lo estoy viendo comer y estoy llorando, sopita de maní, que muchas gracias..."

—¿Así que de maní muy bien cocido y en olla grande pero destapada?

Has de saberlo, amor, si me preguntas, almuerzo de maní del Che Guevara, almuerzo de maní, mejor Maniche, por el maní y el Che palabras juntas.

Sea el Maniche el plato de La Higuera con un soneto escrito por la vida, en la pared leyenda de la escuela con la firma del Che ¡Viva Bolivia!

Agradezco a la vida haberme dado

este sabor que hará parte del sueño

que ahora vendrá, de nuevo soy mi dueño

después de un siglo sin probar bocado.

Ninfa me dijo el simple preparado

de ese manjar cocido a lento leño,

 el maní, maná de tanto empeño

en el menú del pueblo imaginado.

Almuerzo de maní sin protocolo

porque el hambre me trajo de esta suerte,

saciado estoy y no me siento solo.

A fuego lento se cuece la historia

a fuego vivo-vivo, patria o muerte,

será el sabor final de la victoria.

Jorge Mansilla Torres

poeta boliviano

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