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Los caminos de Jesús

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El sobaco de la víbora

Machi Mirón - 03/05/2013

Había llegado a La Paz desde el Palmar para estudiar ingeniería, nunca supe cuándo ni cómo se dio cuenta que ése no era el camino que, a sus 16 años, se lo había señalado la hoja de un periódico que el viento le puso en los pies mientras desandaba las calles de su pueblo chaqueño. 

Jesús que —según sus propias expresiones— de la poesía entonces tenía sólo una vaga idea, se agachó para alzar el periódico que se atascó en sus pies y sus ojos se centraron en un recuadro que contenía un poema de la argentina Alejandra Pizarnik. Cierto, la llegada de esa hoja perdida tuvo para él un carácter imprevisible y mágico. 

No sé las circunstancias que lo llevaron a la sala de redacción de Presencia como corrector de pruebas, Jesús no era amigo de mostrar sus recuerdos, pero seguramente allí se encontraría con gente como Julio de la Vega y el “tata” Juan Quirós, quienes habrán percibido su extraordinaria capacidad. 

Yo lo conocí personalmente en Santa Cruz alrededor de 1987, donde había llegado para el acto de presentación de su novela En el país del silencio, al que me invitaron para que la comentara. Desde entonces, en cada uno de sus viajes me buscaba a través de amigos comunes como el novelista Juan Simoni o el poeta Gustavo Cárdenas Ayad. 

Conocía de su tarea periodística como editor de la sección cultural de Presencia y solía leer su nombre en textos publicados en Presencia Literaria, hasta que de pasada por una librería encontré un ejemplar de Tirinea, editado en Argentina por Sudamericana, algo que entonces garantizaba una difusión continental; no escuché que lo mencionara. 

A mi retorno a La Paz, nuestros contactos se limitaban a un intercambio caudaloso de nuestros gustos musicales, desde el compartimiento de la música de Alfredo Zitarrosa, hasta la vez que me confesó que Un tal Donovan —poema que figura en De la ventana al parque— quiso ser un homenaje al gran Leonard Cohen. 

portugués que solíamos compartir cuando visitaba su casa, veladas en las que se hablaba de todo menos de su obra literaria, que él editaba y difundía personalmente, optando por un perfil bajo, que conservó por siempre. 

Pero, pese a sus esfuerzos por mantenerla en reserva, la calidad de su obra se encargó de esparcirla por el mundo. De allí es que hace pocos meses fuera invitado para presentar varias reediciones de sus textos en ciudades de Italia. 

Fue así como nos llegó la noticia de su muerte. Alguien tocó nuestra puerta para decirnos que un ataque cardíaco se había llevado a Jesús. Algo que los medios lo publicarían después. 

“Me confesó que Un tal Donovan —poema que figura en De la ventana al parque— quiso ser un homenaje al gran Leonard Cohen”.

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