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¿Escuela de Cóndores o de criminales?

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editorial

En la Escuela de Cóndores de Sanandita (Tarija-Bolivia) han matado a costa de castigos físicos, mejor dicho por torturas, al subteniente de caballería, Ceooly Espinal Prieto.

Un informe de los jefes militares de ese centro de entrenamiento, entregado a los familiares del fallecido, fue resumido así para el diario paceño Página Siete:

“’(En Sanandita) nos dijeron que había muerto por insolación, después de un ejercicio de caminata de seis kilómetros. Pero hemos visto su cuerpo con golpes en toda su espalda, en su rostro. Uno de los testículos está reventado. Estamos indignados, pedimos justicia. Nos dijeron que falleció por insolación, pero Ceooly era muy sano. El informe de defunción habla de un golpe en la cabeza y derrame cerebral. Quisimos hacer una autopsia pero no nos dejaron’”, relató Emilio Prieto, el tío del finado”.

El director de la Escuela de Cóndores de Sanandita, Tcnl. Miguel Ángel del Castillo, según El Chaqueño, periódico de Yacuiba, en una referencia al deceso del subteniente Espinal, anotó: "El entrenamiento que brinda la Escuela al personal militar es riguroso y especializado, es un orgullo para el Ejército y para el Estado Boliviano, contar con esta institución cuya preparación está a la altura de las mejores unidades de élite de la región".

El Ministerio Público investiga el caso a partir de la hipótesis de que se trata de un homicidio culposo.

Como en otras ocasiones y respecto de casos similares, los jefes castrenses desinforman, subinforman: censuran, se autocensuran, dicen medias verdades, manipulan, mienten…

Apoyados sobre todo en una vieja práctica y en anacrónicos reglamentos militares para garantizar la impunidad guardan “secretos militares” bajo siete llaves.

Sólo se llegan a conocer en forma parcial las causas reales de las torturas a las que son sometidos oficiales del Ejército, especialmente, así como la muerte de algunos de ellos, en la citada Escuela. Incluso a los familiares de esos oficiales, víctimas de tales ultrajes, les imponen el silencio. Conocemos que en una escuela de la Armada Boliviana, que funciona a orillas del lago Titicaca, se imponen castigos similares a los de la Escuela de Cóndores de Sanandita, pero en ese centro de formación militar lacustre el silencio campea de una manera férrea. En eso se destacan los miembros de esa fuerza.

En la Escuela de Cóndores de Sanandita, creemos que para templar el carácter, es decir, para acrecentar el “espíritu militar” de sus estudiantes se sabe que a los oficiales les obligaban a llegar con un perro de corta edad con el que deben convivir y al que tienen que darle un trato de “mascota” privilegiada, con la que se supone se encariñan. En alguna fase del entrenamiento, los “amos” de las mascotas, esos militares deben sacrificarlas. Entre otras crueldades les arrancan el corazón del animal cuando agoniza y se lo comen crudo… Paramos ahí el relato que espanta, más cuando se lo conoce completo.

Alguna interpretación tendrían que hacer del estímulo a la criminalidad, con esa práctica, a los efectivos de la Escuela de Cóndores de Sanandita, los que parlotean sobre los rasgos “simbólicos” del Estado (ahora, dicen, plurinacional).

Nosotros leemos parte de la realidad de esa Escuela, a pesar de conocer poco, pero lo suficiente como para elaborar juicios (y no prejuicios) sobre lo que se dice y se hace en ese centro de entrenamiento “exigente”, como alardea su comandante (ver notas en la edición virtual de Aquí 102).

La lucha “cuerpo a cuerpo”, que deriva en torturas, es una materia en la Escuela de Cóndores de Sanandita la que, hasta donde es posible conocer, se organiza a imagen y semejanza de la Escuela de las Américas[1] que funcionó en la Zona del Canal de Panamá y que sigue abierta en Estados Unidos. Allí se han formado y se siguen formado oficiales y jefes militares varios de los cuales se han desempeñado como dictadores en Nuestra América. A esa Escuela yanqui se la denomina “Escuela de Asesinos”, entre otros adjetivos que merecidamente le endilgan.

La Escuela de Cóndores de Sanandita es una especie de centro de formación castrense de postgrado. Allí son enviados, por orden regular, los llamados oficiales de élite, los mejores, según los jefes militares. Los que culminan estudios y prácticas en esa Escuela, como toda élite que es o que cree ser, se sobreponen, en los hechos, ante los otros oficiales y jefes castrenses. Ese comportamiento no es poca cosa para ellos.

Añadimos que en la Escuela de Cóndores de Sanandita no se respetan varios derechos humanos de sus efectivos, en particular, está en riesgo permanente el máximo de los derechos humanos, el de la vida de esos uniformados bajo banderas.

Derechos humanos que ni se promocionan, ni se difunden, ni se defienden con el rutinario pedido de investigación, proceso y castigo, ante el “homicidio culposo” de alguno de ellos.

Es que es insuficiente que las organizaciones de militantes de los derechos humanos se limiten a exigir el respeto de los derechos de los integrantes de la Escuela de Cóndores de Sanandita, luego de la muerte de alguno de ellos. (En menos de dos años han perdido la vida dos oficiales y una de las limitadas medidas conseguidas es que a los supuestos responsables de la muerte del teniente Poma se los juzgue en la justicia ordinaria y no en la castrense en la que se teme que consigan impunidad o penas menores, como ya sucedió en otros casos.

Ahora son más las voces, incluido el Colegio de Abogados de Chuquisaca, que piden (nosotros sumamos la nuestra) el cierre de la Escuela de Cóndores de Sanandita, como una medida drástica, es cierto, para garantizar la vida de los uniformados que allí dicen que se forman o refuerzan su formación profesional.

La exigencia es el cierre de ese centro castrense porque ninguna investigación será consentida en sus recintos. Los llamados secretos militares son un cerrojo infranqueable que impiden una investigación que tenga validez legal. Sin embargo, otro tipo de averiguación, como la investigación periodística, es una posibilidad, a pesar de los riesgos y de los impedimentos probables.

Los pronunciamiento aislados, ante los despojos de otro joven oficial, no conducirán ni siquiera a conseguir tranquilidad ante algún cargo de conciencia que podría surgir. Es urgente impulsar una campaña destinada a conseguir la clausura de la Escuela de Cóndores de Sanandita en la que, se ve claro, hay quienes tratan de formar criminales, como en la Escuela de las Américas, el modelo fatídico respecto del que, estadounidenses convencidos, siguen acciones para que sea clausurada en su país. Entre los activistas de la campaña en EE.UU., por el cierre de la Escuela de las Américas, está el cura Roy[2] que, en Bolivia, apoyó la formación de niños, adolescentes y jóvenes, que lo recuerdan con gratitud, especialmente en barrios populares paceños como Tembladerani.

Los argumentos que se difunden para el cierre de la Escuela de las Américas de Georgia (EE.UU.) son, básicamente, los que debemos sostener y también propagar nosotros, con un añadido: en la Escuela de Cóndores de Sanandita está en riesgo la vida de cualquiera de sus efectivos.

 El nuevo Estado plurinacional de este tiempo (el que para nosotros sólo existe como planteamiento inconcluso), no será tal con oficiales formados en la Escuela de Cóndores de Sanandita que, además, tiene las condiciones para modelar asesinos en sus ambientes.

 La Escuela de Cóndores de Sanandita sólo merece ser cerrada, lo que se conseguirá con la lucha del pueblo, de los que nos convenzamos de que esa “Escuela” que nunca debió abrirse y que, por tanto, debe ser cerrada ya.



[1]La Escuela de las Américas, fundada en 1946 en Panamá y transferida en 1984 a Fort Benning, Georgia, es llamada por muchos ‘Escuela de Asesinos’. En palabras de Jorge Illueca, que fue presidente de Panamá, esta iniciativa es ’la base mayor para la desestabilización en América Latina’. El motivo es que, de acuerdo con el Observatorio, la Escuela sirve únicamente para impartir lecciones de crueldad, tortura y represión”. Ver la nota en este número de Aquí 102 virtual.

 

[2]El Padre Roy Bourgeois, un veterano activista por la paz y  sacerdote que había sido objeto de escrutinio por su apoyo a la ordenación de mujeres, se ha despedido de los Padres y Hermanos de Maryknoll, que ocupó el cargo durante 45 años, de acuerdo a la congregación”. Es decir, fue echado en octubre de 2012 de aquella congregación, básicamente, por haber apoyado la propuesta para que mujeres se ordenen como sacerdotisas.

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