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Otra etapa de “una larga marcha” recorren los indígenas

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Editorial

Creemos que especialmente los indígena del TIPNIS han ganado en otra etapa de "una larga marcha", a pesar de que retornaron a su "casa grande" sin hablar con el Presidente boliviano con el que esperaban llegar a un acuerdo destinado, básicamente, a conseguir que se construya un camino entre Villa Tunari y San Ignacio de Moxos sin que parta en dos el corazón de la reserva natural y del territorio indígena.
Los dirigentes de la IX marcha afirman que han conseguido que se anule el contrato para la construcción de esa vía con la empresa brasilera OAS, que se suspenda el financiamiento de un banco de Brasil para tal obra, que el Tribunal Constitucional Plurinacional apruebe una resolución que dispone que no debe realizarse la consulta sobre la carretera si acaso no hay consenso entre los pueblos que serían afectados por ella y que se une cada vez más el pueblo boliviano en defensa del TIPNIS. Esos, entre otras, son los alcances del avance indígena, aunque a costa de enormes sacrificios, entre éstos, de cinco vidas: tres marchistas, un enfermero y una niña de seis meses.
Los gobernantes tienen apreciaciones dispares sin ser antagónicas sobre la última caminata de los indígenas. La más representativa es la del Ministro de Gobierno: según él la IX marcha indígena pudo provocar una crisis de Estado pero que no alcanzó a configurarse porque esa acción fracasó con lo que fueron derrotados los derechistas que trataron de cabalgar en la caminata. Otros políticos del bloque oficialista, entre los que unos se alegran y otros posan moderados, aseguran que su gobierno aplicó acertadas medidas políticas para contrarrestar la caminata que fue también una medida política.
Asimismo, una coincidencia difunden los inquilinos del Palacio Quemado: destacan que los derrotados son los derechistas que trataron de montar y/o consiguieron sumarse a la marcha que, ahora, algunos de ellos no niegan que fue pacífica. Sólo después de la marcha dicen que fue pacífica, y luego de propagar con furia que había un "Plan TIPNIS" para el golpe de Estado o que trataba de tumbar al Presidente. Éste en más de una ocasión aseguró que el principal dirigente de la CIDOB (desconocido por operadores del gobierno) pretendía golpear y suplantar a Evo en la presidencia del país.
Analistas señalan que, con la IX marcha y el retorno de los marchistas sin soluciones, el que más perdió, sobre todo porque no quiso dialogar con los indígenas, es el presidente Morales, cuyos efectos —agregan— llegarían en las próximas elecciones para las que ya ha sido proclamado candidato y cuya campaña la desarrollan desde hace tiempo.
Para este semanario virtual, en esta última etapa de la prologada marcha de los indígenas de las tierras bajas y altas, esos pueblos son los que más han acumulado fuerzas, realidad que quizá consideren los gobernantes por eso las medidas políticas tomadas por éstos en contra de los marchistas, aunque también es cierto que las acciones represivas, en La Paz, ordenadas por los gobernantes, causaron indignación entre los habitantes de La Paz (y por extensión en el país) lo que ocasiona un doble efecto: desacredita a los que ejercen el poder político y amplía el respaldo a los defensores del TIPNIS. (Si los gobernantes sacan otras cuentas, allá ellos; sus apreciaciones mentirosas les dañan a ellos y a los cambios: las reformas que cada día dejan de ser avanzadas como se proyectaban).
En un inventario de las medidas de los gobernantes contra la IX marcha indígena tienen que anotarse, entre otras: campaña destinada a impedir que empiece la marcha; hostigamiento, como en San Ignacio de Moxos; intento de bloqueo, como en Caranavi; desprestigio de los líderes de la caminata; prebendas, como los regalos gubernamentales de motores fuera de borda, entre otros tantos que siguen; acción cívica de militares en el TIPNIS, para ganar la mente y el corazón de los comunarios, en pos de una causa contraria a esos pueblos; represión con agua un día de intenso frío del invierno paceño, incluidas dos gasificaciones; mentiras de diferente calibre difundidas por los gobernantes respecto del TIPNIS y de sus habitantes originarios; negativa de los gobernantes al diálogo o aceptación de éste con interlocutores que desde el Palacio de Gobierno pretendieron elegir entre quiénes se hablaría y con quiénes no; firma de acuerdos entre gobernantes y delegados de pueblos indígenas, incluidos algunos que lo hicieron a pesar de que integraron la columna de los marchistas; convenio para promover la consulta (que no es ni previa, ni informada, ni de buena fe) con muy pocas autoridades originarias y con otros dirigentes cocaleros del Consejo Indígena del Sur (Conisur) los que, de acuerdo a las normas vigentes, no son sujetos del derecho a la consulta, y aunque ciertos operadores políticos del gobierno, a la consulta posterior, la denominen "democracia de alta intensidad".
Para nosotros, son batallas de los pueblos originarios y de las clases y grupos sociales las que se libran en este tiempo. Fuerzas motrices que determinan en cada momento y determinarán en condiciones concretas el curso y el desenlace del accionar que sea igualmente decisivo respecto del TIPNIS, que es el que une a la mayoría de los bolivianos y nos separa de los gobernantes y de sus corifeos, los que no crecerán ni en número ni en sus convicciones porque las mentiras que asumen como verdades jamás sirvirán de argumento sostenible en ninguna parte de la tierra.
Esa larga marcha por la defensa del TIPNIS continúa y tendrá su epicentro en esa tierra de promisión que la apetecen los cocaleros para plantar más coca, aunque sea a costa de acabar con las riquezas que allí existen.
Resistencia de la mayoría de los indígenas a la consulta amañada es la consigna. Así buscan preservar su hábitat natural, es decir, la vida de esos pueblos. Es pues ese supremo derecho humano el que defienden los originarios de tierra bajas y altas, por eso están dispuestos a morir por ese territorio que es suyo y por la reserva natural que es de todos los bolivianos, incluso de los que muestran, con su comportamiento, que apuestan por la destrucción del bosque mejor conservado, en su núcleo vital, así lo nieguen los que hacen de la mentira lo principal de su discurso sobre el TIPNIS.
La lucha principal en defensa del TIPNIS y de la vida humana, animal y vegetal la sostendrán los marchistas indígenas en su hábitat, en el que se mueven como los peces en las aguas del Isiboro y del Sécure, probados en nueve caminatas; asimismo, esa misma batalla se librará, en las ciudades bolivianas, como extensión de lo que se haga allí, incluidas demandas ante la justicia ordinaria, como la anunciada "acción popular" debido a la amenaza de violación, por los gobernantes, de los derechos individuales y colectivos de los indígenas al medio ambiente, aunque se sabe que en ese ámbito aquéllos son más fuertes.
En la resistencia de los indígenas en el TIPNIS, a la consulta tramposa y a la construcción del camino de discordia, son invencibles y lo serán más con el apoyo del pueblo boliviano que asume como suya esa causa plurinacional y universal por su contenido y por su forma.

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