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Libertad de pensamiento, expresión y acción de y para los bolivianos

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Editorial de Aquí 254

En Bolivia, en la mayoría de los medios de difusión y todos los días, hay censura, autocensura (“callar es lo mismo que mentir”), medidas verdades, manipulación, se mata a la verdad o se lo intenta. En los medios estatales y en las pocas radios comunitarias, que funcionan, aquella conducta perversa no tiene medida.

En esos medios se limita la libre expresión y se coarta la libertad de pensamiento. En ellos predomina el discurso único, de los gobernantes y el de los patrones, lo que también lesiona la libertad de pensamiento.

La libertad de pensamiento y la libre expresión tienen que desembocar en la acción, la que debe desencadenarse libremente.

La libre expresión, que fue una institución liberal y burguesa, transitó hacia las garantías constitucionales en Nuestra América o Patria Grande, con un contenido más o menos progresista. La gente del pueblo se apropió de la libre expresión y le “inyectó” elementos populares.

Sin embargo, en este tiempo, los gobernantes y los dueños de los instrumentos de propagación, son los que usan y abusan del derecho universal de la libre expresión.

A la vez la mayoría de los bolivianos, todavía no ejercemos como debiéramos—por limitaciones materiales y por falta de las destrezas necesarias— los cuatro derechos individuales y colectivos a: informar, comunicar, opinar e interpretar, establecidos en la Constitución Política.

Todos los bolivianos (y los residentes en esta tierra) y, especialmente, los periodistas y comunicadores debemos materializar las formas de presentación de nuestra palabra. De manera clara, concisa, concreta y correcta (veraz). No debemos entregar una noticia en vez de una opinión, ni interpretar en reemplazo de una comunicación.

Y estas formas de expresión tenemos que redactarlas y publicarlas permanentemente, y mejor, que se las identifique.

Sobre cualquier hecho tendremos o no un pensamiento plural (ideas, criterios, pareceres, posiciones, puntos de vista…). Esa pluralidad no desconoce las coincidencias.

Mejor si esas ideas se convierten en fuerzas gigantescas. Y las ideas que compartamos tendríamos que asumirlas como nuestras.

El bloque dominante pretende que la libre expresión tenga linderos para servir a sus intereses egoístas y, con frecuencia, ilegítimos y hasta ilegales.

En ese cuadro, es insostenible lo dicho por el presidente Morales, que en Bolivia hay libertad de expresión en demasía. Es inaceptable, igualmente, que él se presente como víctima de los medios de difusión.

Y las acciones, aquí y ahora, se las reprime, vigila o procesa a sus protagonistas reales o ficticios.

Ante esa realidad, reproducimos dos criterios de Espinal:

Los periodistas —dijo el cura mártir— vendemos nuestra fuerza de trabajo, pero no nuestra conciencia, aunque nos la quieren comprar.

Otro criterio del profeta, que luchó y murió por los empobrecidos: El periodismo debe ser de clase e independiente respecto del poder. Este periodismo es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Asimismo nuestro trabajo debe ser eficiente, sin tregua y sin mordaza, para informar con veracidad, ayudar a que se comuniquen los empobrecidos, opinar con responsabilidad e interpretar con ética. Así avanzaremos hacia el nuevo periodismo que tanta falta nos hace.  

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