Llegó de España cuando se iniciaba la dictadura de Banzer, aprendió del activismo durante ese régimen. Es fundadora de DDHH Bolivia.
Domingo, 09 de febrero de 2014
Pablo Peralta M. / La Paz
Amparo Carvajal cuenta que su vocación por el activismo por los derechos humanos se formó durante la dictadura de Hugo Banzer. Y es que sostiene que a principios de la década de los años 70, con más de 30 años, cultivó esa aptitud en su relación con los detenidos políticos, a los que solía ayudar.
Esta dirigente recuerda que en esa época acostumbraba pasar más tiempo en el Ministerio de Gobierno, en busca de los presos políticos y que en la actualidad, en cambio, se pasa "todo el día” en los tribunales, para verificar que los casos que sigue, avancen por buen cauce.
Carvajal vive en Bolivia hace 43 años, vino con la orden Mercedarias Misioneras de Bérriz, la cual se marchó cuando ya no se pudo soportar el régimen dictatorial. Ella decidió quedarse.
El viernes 17 de enero, un grupo afín al Gobierno irrumpió en las oficinas de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) de La Paz, para impedir que se lleve adelante el congreso ordinario de esa entidad. Carvajal fue elegida como presidenta de esa organización, algo que cuestionan sectores afines al Ejecutivo.
¿Cómo es que usted decide ser activista de los derechos humanos?
Yo vine al país el año 71 y vine como religiosa. Pertenecía a una orden, Mercedarias Misioneras de Bérriz, y estas mercedarias llevábamos la cruz, que era visitar a los presos y a los detenidos. Llegué después del golpe de Hugo Banzer. El padre Gregorio Iriarte (fallecido) me había visto. Yo no venía con hábito ni nada. Cómo me ves ahora estaba así, pero más jovencita. Te estoy hablando de hace 43 años. O sea, tenía mis 30 años.
Él me provocó, me dijo anda, qué hace esa orden que históricamente se dedicaba a visitar a los presos y a los detenidos. Aún no se había fundado la asamblea.
Y eso me motivó. Tengo muchas experiencias que contar... aún con el mismo grupo de religiosas —que se deshizo— tuve enfrentamientos porque no me admitían aquello. Y es que me pasaba horas en la cárcel, me fugaba, y me decían "que si los presos me usaban”. He pasado de todo.
Mi familia no conocía de esas cosas, no nos tocó pasar nada de ello, aunque yo nací al final de la Guerra Civil española. Pero soy fruto de la dictadura de Banzer, pues no tenía una formación y realmente quiero decir que a partir de ese momento empecé a conocer a la gente que estaba detenida por pensar diferente del dictador Banzer. Ellos me formaron políticamente y ahí empezó mi carrera en la defensa de los derechos humanos.
Por el activismo, ¿qué tuvo que dejar de lado?
Mucho. Mis compañeras decidieron irse de Bolivia, algunas de las hermanas sufrieron cárcel y represión, y los superiores de aquel momento decidieron que se retiraban del país. Y yo me retiré firme de la orden a la que pertenecía y decidí quedarme en Bolivia. Eso ocurrió en el año 80.
¿Cuál es el detalle que más recuerda de la fundación de Derechos Humanos de Bolivia?
La asamblea no se fundó en una oficina, sino la clandestinidad, protegida por la Iglesia Católica, y durante el gobierno de Banzer.
¿Cuál es el relacionamiento de la asamblea con el Gobierno desde que emergió en 2006?
En la primera etapa del Gobierno se trabajó con gente de la asamblea y aún con mi persona porque estábamos nosotros de alguna forma dentro de que el cambio aglutinaba a sectores sociales desprotegidos.
Pero también la asamblea ha sido muy crítica en cosas como que a ese plan no le ponían presupuesto, que no se cumplía, que se pide que lo haga otro como el capítulo eso o la asamblea. Y lo que ha hecho la asamblea es denunciar que ese plan no se ha cumplido y no sólo eso, sino que se han violado graves derechos humanos.
Lo que pasó en Caranavi, que yo lo viví; qué decir después siguiendo lo de Chaparina, que he sido testigo, qué decir lo ocurrido ahora en Apolo, que estamos para entregarles a ustedes un informe donde los testimonios nos dan que ha habido tanta violación a pobres mujeres, a niños que todavía no salen de su susto. Tanta denuncia que recibimos.
Yo antes, en tiempo de dictadura, estaba en el Ministerio del Interior, lo que es ahora el Ministerio de Gobierno. Y ahora me paso todo el día en los tribunales. Soy una mujer jubilada, realmente tengo tiempo, y mi presencia no es que intervengo ahí en los juicios, solamente mi presencia es para decir qué pasa, que no se presenta el fiscal, que se detiene, que no tienen abogado... que bueno, tantas cosas que estoy viviendo.
¿Por qué antes paraba en el Ministerio de Gobierno?
Porque antes todos eran presos políticos, los de antes. Y entonces yo tenía que ir al Ministerio de Gobierno a reclamar con lista, muchos de los presos caían con otro nombre. Para visitar las cárceles tenía que solicitar un memorándum.
El Gobierno tiene en sus filas a un expresidente de DDHH y hay varios activistas en el Estado. ¿Esto acaso no es positivo?
Es muy negativo. El Gobierno acogió a todos los defensores, a los luchadores, para trabajar con él. Pero ahora, teniendo tanta gente en el Gobierno, tanto conocido, tantos defensores de derechos humanos, lamento lo que ocurre: al pertenecer al Gobierno no te permite denunciar algunas o serias violaciones graves y menos graves de violación de derechos humanos, porque, claro, ya eres una parte, y ya no te deja.
Denunció que el objetivo del Gobierno es la APDHB. A su entender, ¿qué busca?
Silenciarnos. Y ya tiene varias paralelas a nivel nacional. En Sucre, Santa Cruz... hay gente que no cumple la verdadera misión de la asamblea, de hacer voluntariado en lo que pueda.
*Tomado del diario paceño Página Siete.