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Bolivia: La igualdad de los derechos entre mujeres y hombres está distante

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de sábado a sábado 383

Remberto Cárdenas Morales*

La lucha reivindicativa y política de las mujeres, en el mundo y desde que empezó, fue por la igualdad de los derechos entre mujeres y hombres. Ese movimiento, con similar programa, incluidas demandas propias, llegó con demora a nuestra región.

En los últimos 13 años se materializan algunas demandas de las mujeres, varias de las cuales están en ejecución, otras inconclusas y varias son leyes o declaraciones.

Mujeres que dirigen o integran esos movimientos difunden que lo que han conseguido les ha costado décadas de un accionar perseverante, por tanto, no son un regalo.

Con esa referencia ineludible, ensayamos unos apuntes para un programa mínimo por el que debe seguir la lucha de las mujeres y los hombres “en la misma trinchera y por la misma esperanza”, como se difundió en Bolivia, cuando se inauguró la actual democracia, todavía mezquina.

—En el campo político las mujeres bolivianas, básicamente, deben ejercer sus derechos conquistados y por conquistar, sin los recortes que se les impone, como el acoso y la violencia políticos; la suplencia en vez de la titularidad; el machismo que les impide legítimas promociones e incluso el desempeño pleno de sus actividades.

—En la economía de nuestro país, como en todo el mundo, por la consigna: “A trabajo igual, salario igual”, continúa la lucha; aportes de las mujeres al proceso de producción de bienes y servicios es una realidad que no se contabiliza; tareas productivas siguen reservadas para los hombres, como el trabajo en perforación en una mina de estaño; algunos servicios sólo o casi únicamente corren a cargo de mujeres, como la limpieza, la atención del desayuno o del té; en la construcción la mayoría de las mujeres que allí laboran lo hacen como ayudantes; hombres (y algunas mujeres) dicen: “Mujer al volante, peligro constante”, por lo que pocas mujeres, excepcionalmente, conducen carros con carga y a larga distancia; tierra agropecuaria sólo alguna vez se dota a mujeres, a título gratuito; territorio indígena con autonomía, uso de sus riquezas y derecho consuetudinario se entrega al hombre de la casa.

—En la sociedad boliviana, a las féminas, se les impone fronteras: asumen mandatos en sindicatos, “hasta por ahí nomás”, dicen sus maridos; que vaya a la fiesta bien acompañada y con hora de retorno; que se incorpore a la comunidad educativa, pero las decisiones las tomo yo (el esposo); la dirección en el hogar es potestad de los hombres, en tanto que las obligaciones son de las mujeres, porque para eso están mejor dotadas, se afirma; la violencia familiar se manifiesta, especialmente, en los más de 120 feminicidios en 2019, lo que muestra que no es suficiente la ley para sancionar esos horrendos crímenes; otra variante de la violencia contra las mujeres es el ofrecimiento, por operadores políticos y sindicales del actual régimen, de “cholitas” para servicios sexuales del presidente Morales o de sus ministros: cuando el dirigente cocalero de Chimoré dice que la oferta de una “miss cholita”, para un Ministro, fue una broma, confirma la oferta, la que es igualmente ofensiva para los bolivianos.

—La creación artística rara vez cuenta con algún mecenas (que financia); los artistas, como los cineastas, se las arreglan solos, a veces consiguen préstamos que les cuesta devolver o los pagan con las escasas utilidades de su obra y en plazos vencidos; los deportistas, que nos representan en competencias internacionales, se pagan el alojamiento, el transporte, incluso la alimentación: el Estado, con frecuencia, aporta nada y son los familiares o empresas privadas los que lo hacen. Cuando son escritoras, artistas o deportistas, las penurias son mayores que las que enfrentan los varones.

—Las jóvenes que estudian en institutos militares y policiales relatan que tienen que vencer malos tratos, psíquicos y físicos, acoso sexual y/o “laboral”, para mantenerse en sus carreras, para ascender de grado, para conseguir destinos.

—Las heterosexuales denuncian malos tratos en oficinas públicas y privadas, en la calle, en el trabajo, lo que muestra que el reconocimiento de los derechos de esa población, en mucho, es formalista.

Un gobierno en descomposición, como el de Evo-Álvaro, está incapacitado para atender las demandas citadas.

En una sociedad como la actual esa lucha quizá demande 200 años, como dijo la funcionaria de la ONU en Bolivia, para asuntos de las mujeres.

Las mujeres, apoyadas por la sociedad, deben dar pasos con botas de siete leguas para acortar distancias, en la búsqueda de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.

*Periodista

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