Dos sobrevivientes de la historia (sobrevivientes a La Historia). Solo Miguel y William, nadie más.
Luis H. Antezana J.
Parece exagerado afirmar que, para algunos individuos, Cervantes y Shakespeare en este caso, la historia no valdría un bledo.
Me explicó. La historia -o, si prefieren, La Historia- es irrepetible, sea porque sus hechos, tal cual, no retornan (ni esos dos individuos pueden, por ejemplo, volver a nacer... o morir), sea porque el relato de los hechos -simplemente: historia- cambia con el correr del tiempo y sus respectivos narradores.
Esos avatares, por lo visto, no cuentan para estos dos individuos: ya se celebraron los centenarios de sus nacimientos, ahora, es el turno de sus fallecimientos. (La noción de muerte, en estos casos, no parece apropiada, valga “fallecimientos”). ¿Por qué? Vaya uno a saber, pero, si recordamos a los románticos, eso se debería a que, entre sus hechos históricos irrepetible a (perder el brazo en Lepanto o conocer y desposar a Anne Hathaway) estos individuos realizaron unas obras, precisamente, ajenas a los avatares de las posibles historias o Historias.
Debe haber otras explicaciones. ¿Por qué no? Si las historias pueden cambiar, también las explicaciones. Por ejemplo, se podría asumir que, en su momento, los imperios inglés y español, vía sus respectivos idiomas, entre otros poderes terrenales, lograron construir un sistema discursivo que, aún hoy en día, sigue vigente y les permite, pese a los avatares, seguir privilegiando -imponiendo y difundiendo- sus valores...
Por otra parte, Kafka sugeriría que, vía Sancho, Cervantes logró engatusar a sus demonios, los desplazó -por medio de libros- a un -luego- desquiciado caballero y, así, Sancho y Cervantes podían acompañarlo u gozar, sin peligro, de todo tipo de aventuras y, además, sin causar daños; Borges, por su parte, sugeriría que, como Dios, Shakespeare es, al mismo tiempo, todos y nadie o que, vía Ménard, Cervantes se repite a la letra para así cambiar de sentidos.
Sea como sea, habría que señalar que, pese a los presupuestos románticos, las obras “imperturbables”, llamémoslas así, de estos individuos no son monolíticas; parte de sus trucos (o secretos) es que son altamente maleables, surgieron en el teatro o las novelas de caballería, pero, se pasan como si nada a la música (erudita o popular, no les importa), a la radio, al cine, la televisión, a otras versiones literarias o plásticas, a miles, si no millones, de interpretaciones y otras tantas traducciones, al ciberespacio o a los cómics, en fin, a cualquier medio, como si nada, imperturbables.
Otra explicación posible sería que esos individuos lograron producir un par de sistemas discursivos de supervivencia, unas mutaciones inmunes a cualquier virus mortal porque su ADN así lo permitía y, así, sobreviven y motivan todo tipo de celebraciones. No son los únicos de esa estirpe, seguramente, pero son dos de los más ajenos a los avatares de la Historia o las historias. De ahí hechos como las actuales celebraciones de sus respectivos fallecimientos. Si descansan, lo hacen heracliteanamente, es decir, en perpetuo movimiento.