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Gobernantes hacen campaña electoral cara y a costa de inundados

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editorial

A pesar de los llamamientos oficiales, oficiosos y de particulares, la campaña de apoyo a los damnificados por las inundaciones en todo el país, sigue siendo desunida, caótica, insuficiente, descoordinada y, en ella, los políticos de las distintas tiendas, oficialistas y opositores (se llevan la flor los primeros), buscan sacar más ventajas y, los oficialistas, con nuestro dinero.

En una nota editorial que publicamos en este espacio nos animamos a convocar, a los bolivianos, a unirnos para enfrenar los desastres no tan naturales; así como las consecuencias de las inundaciones, allí donde ocurrieron y ocurren.

Reiteramos —sin optimismo— que para enfrentar las consecuencias del desborde de las aguas consigamos más unión, más organización, más solidaridad, más recursos, más celeridad en el auxilio a los compatriotas afectados por las inundaciones.

Destacamos la solidaridad del pueblo boliviano que comparte lo poco que tiene con los damnificados a los que, sin mentiras, consideran hermanos en desgracia y a los que ayudan con el único interés de que cuando menos mermen las dificultades ocasionadas por las aguas desbordadas: hambre, sed, enfermedades, falta de trabajo productivo, aparte de los esfuerzos por rescatar bienes y animales domésticos.

La mortandad de animales silvestres la entienden mucho mejor los pobladores de territorios indígenas y sus vecinos que residen en tierras agropecuarias. A ello se suma una gigantesca pérdida de biodiversidad (recursos biológicos), tan irreparables como la muerte de animales de los bosques.

Las muertes de compatriotas sin duda son lo primero que nos lastima, pero también la muerte de ganado vacuno, especialmente, porque incidirá negativamente en la alimentación de los bolivianos, aunque los ganaderos digan que está asegurada la provisión del producto, tanto para el mercado interno, como para la venta en el mercado internacional. Hace días esos empresarios ganaderos dijeron que por las inundaciones subirá el precio del kilo de carne vacuna en Bs2 a Bs3.

Se registra un alivio en el desastre, pero no tan natural, reiteramos. En algunos lugares han “bajado las aguas”, sólo porque llueve menos, pero ahora se manifiestan las enfermedades, el hambre sigue y las fuerzas de la gente para enfrentar el desastre muestra sus naturales límites. En Riberalta las aguas del río Beni, desbordadas, han anegado las calles de la más poblada de las ciudades del departamento, las que continúan mezcladas con las aguas servidas porque han explotado las cloacas, menos mal sólo en parte. En Trinidad, capital del Beni, sus habitantes cuidan sus casas y ayudan a levantar un enorme dique de contención en torno a la ciudad, como único defensivo porque los árboles, como soportes naturales a orillas de los ríos, hace mucho tiempo que fueron talados.

Esas dos realidades son las más conocidas, pero lamentablemente, no son las únicas en el Beni, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz.

El Beni y según normas legales (incluidos usos y costumbres) debió ser declarado, por el gobierno, zona de desastre para que se disponga en su favor más recursos económicos internos y para facilitar la llegada de apoyo internacional. Este último llegó las últimas horas, según se informa.

Sobre la oposición de los gobernantes a que el Beni sea declarado zona de desastre, aquéllos, entre otras explicaciones, han entregado las que siguen:

Gobernaciones y alcaldías (léase en primer lugar la gobernación del Beni y la alcaldía de la capital de ese departamento) tienen dinero y éste debe gastarse para atender los requerimientos de los afectados por las riadas. Esa afirmación, del ministro de Economía y Finanzas, Héctor Arce Catacora, es una verdad a medias porque gobernaciones y alcaldías gastan ese dinero para auxiliar a los bolivianos azotados por las aguas que siguen otros cauces. Consideramos que ante el desastre se deben utilizar todos los recursos del Estado y del gobierno, aquí no tendría que haber extravíos.

El ministro de Defensa ha dicho que el Estado tiene la suficiente “musculatura” para atender las demandas de los anegados en el Beni y en otros departamentos. Pese a esa afirmación, el apoyo no llega para todos ni en la cantidad requerida ni el Estado cuenta con las reservas, en Defensa Civil, como para asistir a los afectados, ahora y durante el tiempo de resolución de las consecuencias de las inundaciones.

Los dos primeros mandatarios y el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, han dicho algo equivalente sobre las fuerzas del Estado boliviano para auxiliar a los compatriotas con agua a la cintura.

Entre tanto expertos han informado de que hasta este momento en lugares como Beni han caído lluvias, tres veces más, como aconteció hace 50 años. Esos expertos, asimismo, señalaron que con anticipación alertaron sobre la probable magnitud de las actuales inundaciones.

Si fuera cierto que el Estado llamado plurinacional todo lo puede en este momento de inundaciones, tanto mejor que Beni sea declarado zona de desastre y mucho mejor que concurran esfuerzos bolivianos y de países hermanos para atender las demandas de los compatriotas que viven, aunque sea transitoriamente, en medio de las aguas, el lodo y, sensiblemente, con enfermedades, especialmente los niños/as privados/as, además, de la educación porque las aulas escolares están llenas de agua y de lodo. En la ejecución de las tareas señaladas para estas semanas y para las que vienen, será preferible que nos acompañen y con la solidaridad que ojalá crezca. Aquí tampoco debemos perdernos.

Políticos o politicastros (políticos ineptos), dicen que si llega ayuda de fuera de nuestras fronteras, aquélla podría ser mal utilizada, incluso sustraída. Ante esa otra media verdad (media verdad porque ése es sólo un riesgo), el Gobernador de Beni respondió con un refrán: “El ladrón cree que todos son de su condición” (el ladrón cree que todos son como él).

Entre nosotros ocurrió que la ayuda a los damnificados por el terremoto de Aiquile, tiempo del último gobierno de Banzer, funcionarios de ese régimen se apropiaron de parte de la cooperación externa.

Pobladores del TIPNIS y de otros lugares expresaron que los gobernantes se están vengando del pueblo beniano porque éste le dio el triunfo a un candidato opositor en las últimas elecciones de gobernador del Beni.

Aunque en tono menor, y ahora mucho menos que hace semanas, políticos opositores a los gobernantes, también han hecho llegar víveres, medicinas y vituallas a los damnificados por las inundaciones, ayuda que agradecen los beneficiarios, pero voceros suyos recuerdan que la solidaridad no debe ser teñida con el color de los partidos y dirigentes políticos que regalan, en varios casos, lo que les sobra y a cambio de votos.

  Para nosotros algo de lo más grotesco es la propaganda política del Ministerio de Comunicación, con los dos primeros mandatarios como los que declaran, auxilian, dirigen, entregan, sobrevuelan, aconsejan, acompañan, se meten al agua y al lodo, se conmueven; en suma, son los héroes de las inundaciones. La ayuda que entregan aquellos que se sienten héroes con el dolor de otros es parte de sus obligaciones ineludibles, por lo que resulta una demasía que se la muestre por televisión, con lo que ese accionar se convierte en campaña electoral que se la hace a costa de los anegados por las aguas que salen de su cauce porque cada año pierden sus defensivos naturales, los árboles, a los que se los corta para ampliar el campo de cultivo y/o ganadería, sin que les importe el derroche de biodiversidad, con lo que perdemos todos.

El diario gubernamental, Cambio, tituló hace días que el Presidente comandaba la asistencia a los afectados por las inundaciones en todo el país. He ahí el héroe (el mejor jugador del partido, dicen en el fútbol), que no acepta compartir tareas para servir a los damnificados, al que cada día y en el último tiempo se lo conoce mejor sobre todo por sus miserias… Ante ese comportamiento, esperamos que el pueblo defina con urgencia por quién o por quiénes no debe votar este año, así como debe definir, también sin demora, que entre los males no debe elegir a ninguno.

La propaganda en la que se muestra lo que hacen los dos primeros gobernantes sobre los damnificados en el Beni, la de un día le cuesta a los bolivianos cerca de Bs100.000, dinero que tendría que gastarse en alimentos, remedios y vituallas para los anegados. Y esos gastos cuantiosos también saben a campaña electoral.

Entre tanto las aguas en el Beni y en otros lugares apenas amainan su furia. Ante esa realidad desastrosa el pueblo se volverá sabio, como dijo un griego también sabio. 

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