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Antonio Peredo defendió lo avanzado de la Ley de Imprenta

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antonio peredo leigue

Remberto Cárdenas Morales/Para Cambio*

Antonio escribió varias notas en las que resumió el contenido de la Ley de Imprenta (patrimonio de los periodistas) y salió en defensa de las instituciones allí contenidas, como la libertad de opinar, el secreto de la fuente, el derecho a réplica, los tribunales de imprenta y, algo esencial, que a ningún periodista se le puede enjuiciar criminalmente por las faltas que cometan en el desempeño de su oficio. Esa labor realizó Antonio desde el semanario Aquí, del que fue director luego de Luis Espinal Camps.

Por mandato de esa Ley Especial (que contiene su procedimiento), tribunales de imprenta, que son nominados por los concejos municipales, juzgan las supuestas y/o reales “faltas de imprenta” de los periodistas y aprueban sanciones morales.

Con esos trabajos refutó el intento del entonces senador banzerista Mario Rolón Anaya, que pretendió que las “faltas de imprenta” de los periodistas sean definidas como delitos y que los jueces ordinarios los juzguen como a delincuentes.

Antonio también resumió y propagó la tesis central de Fidel Castro Ruz de que la deuda externa de nuestros países y pueblos es incobrable e impagable. Recordemos que luego, con una argumentación similar y con alcances parecidos, esa tesis fue asumida por los obispos bolivianos.

En Bolivia, Juan Lechín Suárez, en ese momento ministro de Banzer, dijo una lisura: que nuestro país tenía una “capacidad ilimitada de endeudamiento”.

Como militante castrista, Antonio propagó el planteamiento del líder de la Revolución Cubana, también desde el semanario Aquí.

Y antes, entre los últimos presos políticos de Banzer, Antonio se empeñó para que estudiemos colectivamente historia de Bolivia, en las mañanas, y que trabajemos las tardes, en cuernos de vacunos, como lo hacía parte de la llamada “población penal” de la prisión de San Pedro (La Paz). Además de barrer, todos los días la sección en la que fuimos ‘alojados’, también por turno cocinábamos para los 15 presos políticos que quedamos.

“Remberto, te pido que formen un grupo con Pepe (José Pimentel Castillo), él está solo y contigo se lleva bien”, me dijo Antonio como quien habla a un compañero de hace tiempo y/o a un hermano o a más que hermano.

De acuerdo, fue mi respuesta. 

Con Pepe, uno de los más torturados entre los presos del ELN, junto con Antonio, casi todas las noches conversábamos ‘por teléfono’ a través de una grieta de los muros que separaban nuestras celdas en lo que fue el Departamento de Orden Político (DOP), ahora edificio anexo de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Pese a nuestras discrepancias, desde que nos conocimos (en el Penal de San Pedro) hasta que tuvimos el último encuentro con Antonio (junto con el compañero Yuri), a menos de una semana de su muerte, siempre sobresalió entre nosotros un trato fraterno, el compañerismo, la camaradería, porque entendimos que nuestras relaciones eran entre militantes que luchamos, desde nuestras trincheras, por el socialismo y por el comunismo en tierras bolivianas.

*Esta nota fue publicada en el diario gubernamental Cambio el 6 de junio de 2013

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