Luis Fernando Camacho Rivera*
—Papá ¿qué significa “patético”?
—Es un adjetivo, según el diccionario de la Real Academia Española y tiene dos acepciones: 1) Que conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza. 2) Penoso, lamentable o ridículo. Desgraciadamente pero felizmente también, para entender su significado, la Bolivia en que vivimos está plagada de ejemplos y como sólo se puede enseñar y aprender mediante el ejemplo, será fácil y divertido explicarte el significado de “lo patético”.
Aunque el clima y sus consecuencias no son responsabilidad ni culpa del Gobierno, pero lo mucho que se debería hacer y lo poco que se hace para prevenir su impacto, tiene en la vida de la gente común, consecuencias verdaderamente patéticas (primera acepción). Prácticamente tenemos sequías e incendios forestales (provocados o no por mano criminal) durante mitad del año y lluvias torrenciales e inundaciones durante la otra mitad. Lo patético (2ª acepción) son las actitudes de las autoridades de Gobierno llamadas a prevenir y atender las contingencias. El viceministro de Defensa Civil, Calvimontes, en ambas emergencias se las pasa reportando estadísticas, que bien podrían ser fraguadas, conociendo la historia de este hombre. Siendo Ministro de Salud fue capaz de revelar, por televisión, la condición de seropositivo VIH de un adversario político. Esa actuación, hijo querido, es patética en todas sus acepciones. Cuando la comete un ciudadano común es un delito; si el infractor es un médico, la gravedad es mayor. Si el infractor es la máxima autoridad ejecutiva del sistema de salud, la culpa es mayúscula y debería, por lo menos, recibir como sanción, la destitución inmediata y la pérdida de por vida de la licencia para ejercer la medicina. Lo patético, en grado sumo, en este caso, fue la actuación de los primeros mandatarios (1º y 2º) del Estado Plurinacional: Morales Ayma y García Linera, quienes no solamente socaparon el delito, sino que lo alimentaron impunemente. Esa situación fue, seguramente, las más patética de las que tengo en la memoria.
Son patéticos los transportistas bloqueando, precisamente, las carreteras por las que ellos deben transitar haciendo su trabajo, además porque, de hecho, por su mal estado, esas carreteras son intransitables. Por si fuera poco, las herramientas de bloqueo son sus movilidades inmovilizadas por la pésima calidad de los carburantes (cuando hay) o por su escasez.
Somos patéticos los viejos haciendo filas interminables a las 05:00 de la madrugada para recoger medicamentos, que, en el mejor de los casos, son placebos inocuos o con frecuencia, son peores que la enfermedad.
Son patéticos los parlamentarios que ignoran en absoluto la capacidad de parlamentar; que trucidan a todo aquel que ha sido “pillado” parlamentando con parlamentarios de la bancada contraria; que ponderan en ellos, como virtudes, a los defectos más despreciables imaginables; que se insultan, escupen, arañan en el hemiciclo, pero cobran puntualmente sus jugosas “dietas” sin la menor vergüenza.
Como en una competencia entre malos, gana el peor, ese peor, el más patético, es el que hablando de sí mismo en tercera persona, se proclama, sin recato, como el mejor Presidente de la historia de Bolivia. El que, siendo el adalid de los autoprorrogados, condena a los jueces autoprorrogados que atentan en contra de sus ansias de autoprórroga indefinida o mejor si definitiva. Ese personaje, querido hijo, es la viva representación de lo patético. Ese que, siendo el ícono de la lujuria, del machismo, de la pederastia, de la falta de vergüenza, se proclama feminista, públicamente, el día de la mujer boliviana.
Quizás la expresión más clásica de lo patético es la figura, en periodos preelectorales, de los mesías salvadores, quienes, responsables de los malos gobiernos del pasado, dieron lugar a que el año 2005 gane, entre los malos, el peor. Ahora, a todos sin excepción, “les vale madres” si pierden, pues ellos seguirán haciendo sus torres, sus consultorías, sus pegas, sus negocios en las entrañas del “imperio”, mientras los electores nos quedamos con un palmo de narices a consolarnos con la visión del majestuoso Illimani, del carnaval de Oruro, de la sopita de maní, del Bolívar y el Strongest…
Lo patético, hijo mío, se ha convertido en el aire que se respira en nuestra Patria, es así que los padres nos hemos convertido en patéticos contrabandistas a la inversa, exportando a nuestros mejores hijos a tierras extrañas.
*El autor es psicólogo y magister en salud
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Cel.: 70111807