Fernando Yucra Rojas
Los gobiernos de turno en Bolivia, como en muchos otros países pobres, por mezquindad política y por limitaciones en la proyección al futuro, no han logrado o, mejor dicho, no han querido comprender que la educación es la herramienta más cierta para salir del estado de pobreza de los pobladores. Por este hecho los gobiernos de turno a la hora de asignar recursos económicos, muy lejos de tomar en cuenta a la educación como una inversión estratégica, siempre han considerado a la misma, como un simple gasto.
Los administradores del Estado de turno en Bolivia, a la hora de proyectar y ejecutar algunas reformas educativas, nunca han pensado seriamente en la necesidad de desarrollar las potencialidades del ser humano y formarlo en valores; al contrario, siempre han pretendido el logro de réditos político-partidarios, que los beneficien, de esa manera la educación fue instrumentalizada para adormecer a la comunidad y para lograr opiniones favorables a la visión política del gobierno de turno.
La historia de la educación boliviana hace notar que, lamentablemente, en ningún momento se logró diseñar y menos ejecutar una política educativa estatal que traspase los períodos gubernamentales; por ello, las distintas reformas ejecutadas parcialmente en Bolivia sólo fueron reformas educativas gubernamentales que se iniciaron y concluyeron con el gobierno de turno; tal fue el caso del modelo educativo emergente de la revolución de 1952, normada por el primer Código de la Educación Boliviana de 1955 que, después de pocos años con los gobiernos de la contrarevolución, quedó truncada la misma; en 1994 la reforma educativa regida por la Ley 1565, con el cambio de gobierno quedó anulada y hoy en vigencia el modelo educativo sociocomunitario productivo regido por la Ley 070, de existir un cambio de gobierno seguramente se anunciará la vigencia de un nuevo modelo educativo. La ruptura de los diferentes modelos educativos siempre fue de carácter político-partidario sin importar las demandas sociales y el interés colectivo de los bolivianos.
Una política educativa estatal tendría que emerger de una profunda reflexión de las necesidades y exigencias de la comunidad local, regional y nacional en armonía con la comunidad internacional; lo que superaría la mezquindad política, la superficialidad cultural, la irracionalidad económica y los complejos sociales.
Por lo anterior, afirmar que la educación en Bolivia se encuentra divorciada de las necesidades, los intereses, los problemas, las aspiraciones, las preocupaciones, las motivaciones y los ideales de la comunidad plurinacional y local, no es una expresión a manera de hipótesis sino una lamentable realidad, corroborada por la autocrítica de los propios operadores de la educación.
El divorcio entre la educación y las demandas sociales significa un desencuentro entre lo que la institución educativa produce y lo que la comunidad espera de ella en términos de formación del ser humano, entonces la educación no se constituye en el factor determinante para el desarrollo de las potencialidades del ser humano individual y social.
Los padres de familia, los estudiantes, los docentes y la comunidad autocrítica al hacer referencia al desencuentro entre las reformas educativas implementadas parcialmente a lo largo de la historia de la educación boliviana y las demandas y exigencias sociales, presentadas de manera permanente, con mucha razón y en tono de exigencia efectúan entre otras las siguientes afirmaciones:
—Resulta insuficiente lo que la mayoría de los estudiantes pueden pensar, decir y hacer hoy, producto de su asistencia a la institución educativa, en comparación con lo que la comunidad y la vida exige.
Resulta muy evidente la grave incoherencia que se da entre aquello que la mayoría de los estudiantes pueden pensar, decir, hacer y sentir fruto de sus aprendizajes en las instituciones educativas y lo que la sociedad espera de ellos hoy. La comunidad y la vida requieren seres humanos con capacidades para: crear, pensar, reflexionar, proponer, discernir, imaginar y construir lo que les permita resolver problemas, producir más y de mejor calidad en las actividades cotidianas, comunicarse mejor, atender sus necesidades, relacionarse con equidad con la naturaleza, brindar afecto, relacionarse con respeto con los demás, etc. Las instituciones educativas a su vez en contraruta con los requerimientos sociales forman colectividades con rasgos de repetidores, aplicadores, subordinados, rígidos, cerrados y con pocos valores morales, por lo que la insuficiencia e incoherencia con las demandas sociales continúa. La mayoría de las discusiones para encarar este divorcio, se han concentrado en el componente doctrinal de la educación, dedicando muy poca atención a aquello que los profesores y las escuelas necesitan para responder a dichas expectativas, como son los nuevos procesos pedagógicos y nuevas formas de interacción social en el aula.
—Las enseñanzas que se imparten en las instituciones educativas no contemplan los graves problemas sociales que confronta la humanidad.
El mundo de hoy confronta muchos problemas como la violencia, la exclusión, la corrupción, el individualismo, la contaminación, etc., frente a los mismos la pregunta es: ¿las enseñanzas que se imparte en las instituciones educativas tiene algo que ver y hacer con estos problemas?, las respuestas sin duda son múltiples, unos señalan que la enseñanza no ayuda en nada a superar los problemas sociales, otros que la enseñanza actual resulta culpable para la existencia de los problemas sociales, hay quienes señalan que la enseñanza hace poco, y otros que la enseñanza que se imparte en las instituciones educativas no puede hacer mucho, porque existen otros factores negativos que propician dichos problemas. Lo cierto es que las enseñanzas que se imparte en las instituciones educativas bajo el proceso pedagógico instruccional sirve poco para desarrollar potencialidades del ser humano y formarlo en valores como una opción para enfrentar los problemas sociales en la comunidad.
—La enseñanza instruccional, aún vigente en las instituciones educativas, impide el desarrollo de procesos de construcción social del conocimiento.
Los sistemas actuales de enseñanza no parecen estar encaminados a desarrollar la facultad de construir y de crear del ser humano, sino que más bien parecen encauzar todos sus esfuerzos para la repetición y aplicación rígida de determinados procedimientos, inhibiendo las capacidades creativas, reflexivas y productivas.
Al efectuar un balance de los procesos y resultados del aprendizaje, se advierte una masificación de repetidores del conocimiento como si ésta fuera una verdad absoluta, quienes poco pueden operar en la vida con este tipo de aprendizajes.
La observación de numerosas sesiones escolares, muestran la tendencia del alumno a estudiar repitiendo, memorizando textos y fórmulas que suponen serán objeto de examen, aun cuando les sea imposible explicar el porqué y para qué de los mismos.
—La educación no propicia de manera fundamental el rol de formar en valores y de transformar los modos de vida del ser humano individual y social.
La educación como fenómeno social juega un papel importante en el proceso de mantenimiento o transformación de los sistemas políticos o modelos de vida en tiempos y espacios determinados, debido a que la educación es un proceso ligado a la transmisión cultural de unas generaciones a otras y de reconstrucción social permanente, constituyendo nuevos órdenes económicos, sociales, políticos y culturales. Sin embargo, esta comprensión resulta ajena a las intenciones educativas y a los procesos pedagógicos en la mayoría de los establecimientos educativos.
La reducción de las intenciones educativas y de los procesos pedagógicos al dominio mecánico de conceptos y procedimientos, da lugar al reclamo generalizado de la comunidad, en cuanto a la necesidad de formación en valores.
Los altos índices de corrupción, inmoralidad, indisciplina, irresponsabilidad y violencia, entre otros, emergen de la falta de educación en valores tanto en las instituciones educativas como al interior de las familias
—La poca identificación de la comunidad y docentes con procesos de innovación pedagógica obstaculiza la atención a las demandas sociales en el área de educación.
Hay quienes sostienen con mucho acierto que la crisis de la educación no es por descenso en la calidad de los procesos y resultados, sino por estancamiento en el pensamiento en los conceptos y en la acción educativa de los operadores de la educación en las instituciones educativas y en las familias. Las instituciones educativas no han ido ni van al mismo ritmo, ni a la misma velocidad e intensidad que las expectativas y las necesidades de la sociedad y la evolución de la ciencia.
Los docentes, de manera directa o indirecta advertida en su práctica pedagógica cotidiana y en sus determinaciones colectivas, por distintos factores, muestran una actitud de rebeldía con los procesos de innovación y con ello se obstaculiza la posibilidad de hacer compatible la acción educativa y sus frutos, con las demandas sociales y con la evolución de la ciencia.
Los padres de familia añorando la educación que recibieron de sus maestros y de sus padres en el pasado, habitualmente pretenden reeditar en sus hijos comportamientos y procesos de enseñanza-aprendizaje del pasado, con ello no contribuyen de manera efectiva a los procesos de transformación que se generan en las instituciones educativas. Entonces de generación en generación se fortalece la actitud de resistencia al cambio y con ello de formar una colectividad de reproductores de conceptos y prácticas tradicionales.
Fernando Yucra Rojas: Docente de Estado, licenciado en Administración Educativa, diplomado en Innovaciones Educativas y Magister en Formación Docente e Innovación Educativa.