En tiempos de la dictadura de Banzer
Lourdes Peñaranda Morante (*)
Víctor Montoya (con portafolio en mano) junto a sus compañeros de colegio, en 1973
En 1976 seguíamos viviendo bajo un gobierno de dictadura militar. El Gral. Hugo Banzer Suárez había perpetrado un golpe de Estado en 1971. Yo vivía en Cancañiri, campamento minero de la Empresa Minera Catavi, y estaba cursando el 4º medio A en el Colegio Mixto “1º de Mayo”, año en que salí bachiller. En el mismo curso teníamos como compañero a Víctor Montoya, dirigente del colegio y de la Federación de Estudiantes de Secundaria de la provincia Bustillo (FES).
Recuerdo a Víctor siempre con algún libro en las manos. En los recreos se lo veía leyendo, mientras los demás aprovechábamos para descansar realizando otras actividades. Lo recuerdo dirigiendo las asambleas y marchas estudiantiles.
El dictador Banzer, desde el 21 de agosto de 1971, había encarcelado, torturado, asesinado, desaparecido y exiliado a cientos de bolivianos, entre los que se encontraban trabajadores mineros, campesinos, universitarios, mujeres y estudiantes de secundaria.
Ese año de 1976, yo sabía que entre el 1 y 6 de mayo se estaba llevando a cabo un Congreso de Trabajadores en el centro minero de Corocoro del departamento de La Paz, donde participaba Víctor Montoya en representación de los estudiantes de secundaria. A través de las radios locales me enteré de que una de las resoluciones, aprobadas en el Congreso Minero, fue pedir al gobierno un aumento salarial, dándole un plazo de 30 días, hasta el 18 de junio; de no ser atendida la demanda salarial, se declararía una huelga general de trabajadores en los centros mineros.
Parados (de izq a der) tercero Pablo Rocha, quinto Ascencio Cruz. De cuclillas (de iaz. a der), primero Víctor Montoya, junto a un gurpo de dirigentes mineros en el Congreso de Corocoro, 1976.
Recuerdo que los primeros días de junio de ese año, creo que el 4 de junio, los estudiantes marchamos hacia la Plaza del Minero y participamos de la asamblea que realizaban los mineros. Fue una concentración multitudinaria donde se habló, entre otros temas, del asesinato de Gral. Juan José Torres en Argentina.
El 9 de junio, a través de las radioemisoras del distrito minero de Siglo XX y Catavi, radio “La Voz del Minero”, radio “Pío XII” y radio “21 de Diciembre”, supe que por la mañana habían detenido a dirigentes de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. En los estudiantes y profesores del colegio había mucha tensión y preocupación. Se escuchaban rumores de que el ejército podría intervenir el distrito de Siglo XX, al igual que otros centros mineros, para impedir que los trabajadores declaren la huelga general, plazo que se cumpliría el 18 de junio.
El 9 de junio, nuestro dirigente, Víctor Montoya, nos convocó a una asamblea, como a las 10 de la mañana, en el patio del colegio, cerca de la puerta principal. Había mucha zozobra y temor, porque vimos sobrevolar avionetas y eso no era bueno. El dirigente estudiantil nos alertó sobre la posible intervención del ejército en nuestro distrito. Salimos en marcha, recorrimos por la calle Linares de Llallagua, hasta la Plaza del Minero, para descender hacia Catavi, donde los dirigentes del Sindicato de Trabajadores se encontraban reunidos en la gerencia de la Empresa Minera Catavi. Los estudiantes habíamos pasado por la planta Sink and Float, pero de pronto, cuando pasábamos por el campamento minero Nº 1, se detuvo la marcha.
El dirigente estudiantil, Víctor Montoya, dirigiéndose a los marchistas, nos informó que tenía noticias de que el ejército estaba ingresando a nuestro distrito. Nos pidió que nos desconcentremos y retornemos a nuestras casas por nuestra seguridad. Yo retorné junto a otros compañeros que también vivían en el campamento de Cancañiri.
Llegué a mi casa aproximadamente al mediodía. Pocos minutos después, mi padre volvió del trabajo muy preocupado, con la noticia de que tropas del ejército estaba ingresando a nuestro distrito para reprimir, las que venían en camiones “caimanes” desde Miraflores.
Como a las 13:00 horas captamos radio “La Voz del Minero”. El locutor daba la noticia de que los militares ya estaban en nuestro distrito y, de repente, dejó de hablar; lo mismo pasó con la radio “Pío XII” y radio “21 de Diciembre”.
Las avionetas sobrevolaban. Se escuchaba el ulular de la sirena del Sindicato de Trabajadores Mineros de Siglo XX. La situación era tensa, demasiado tensa, y un estremecimiento se apoderaba de mi cuerpo.
Con mi padre nos fuimos al borde del cerro para observar los campamentos de La Revuelta, Salvadora, Siglo XX y parte de Llallagua. Las compresoras, instaladas cerca de mi casa dejaron de funcionar. Todavía se veía a algunos trabajadores saliendo por la bocamina de Cancañiri. Ese día quedó bien grabado en mi memoria y me dije: “Este 9 de junio de 1976, jamás lo olvidaré”.
A partir de ese día el ambiente se hizo más tenso. Como a las 2 de la tarde, supimos que se había declarado la huelga en el distrito minero de Siglo XX y se desató una brutal represión; supimos que las radioemisoras mineras fueron intervenidas violentamente por los militares. Ese 9 de junio y algunos días posteriores, a partir de las 6 de la tarde, más o menos, las tanquetas subieron hasta Cancañiri en busca de los dirigentes y trabajadores de base considerados “subversivos” y “agitadores”. El escenario parecía una guerra. De día y de noche los agentes caminaban por los alrededores de la bocamina como esperando que salieran los mineros.
Recuerdo que mi padre reconoció a Raúl Fuentes y Alberto Camacho. Algunas amas de casa, a primeras horas de la mañana, se trasladaron a la puerta de la bocamina de Cancañiri para impedir que los mineros ingresen a trabajar y rompan la huelga. La dictadura fascista, para presionar a los trabajadores, ordenó el cierre de las pulperías con la finalidad de que no tuviéramos los artículos de primera necesidad para nuestra alimentación.
Unos días después nos enteramos de que el mismo día de la intervención militar, un grupo de dirigentes mineros, como Constantino Murillo, Cirilo Jiménez, entre otros, así mismo Domitila Barrios de Chungara, dirigente del Comité de Amas de Casa y Víctor Montoya, dirigente estudiantil, se habían escondido en el interior de la mina, ingresando por la bocamina de Siglo XX. También nos anoticiamos de que rastrillaron las casas donde supuestamente vivían los “agitadores” y “subversivos”. Además, se escuchaban rumores de que el rastrillaje en el campamento Villarroel fue brutal.
Uno de esos días, después del 9 de junio, más o menos al mediodía, mi padre me dijo que se iba a realizar una asamblea en la puerta de la bocamina de Siglo XX, que estarían los militares representando al ejército y que él iría a participa; le pedí que me llevara y así fue. Desde Cancañiri descendimos caminando. El ambiente era desolador. Yo tenía algo de temor. Llegamos a la bocamina y grande fue mi sorpresa cuando vi a compañeros del Colegio “1º de Mayo”, entre ellos a José Martínez que cursaba el segundo medio y era compañero de lucha de Víctor Montoya. José me confirmó que Víctor estaba escondido en el interior de la mina junto a otros compañeros dirigentes.
Minutos después llegaron los militares. Un portavoz de ellos pidió que se levante la huelga y, poco después, vimos salir a los dirigentes que se encontraban escondidos, entre ellos a nuestro dirigente, Víctor Montoya, quien tenía el semblante de preocupación; estaba con guardatojo y una lámpara. Nos saludamos y conversamos un poco. Él preguntó qué había pasado, José le puso al tanto de lo que había sucedido en esos días con los estudiantes y acerca de su organización política.
Recuerdo que los trabajadores mineros dijeron que seguirían con la medida de la huelga. Los militares se alejaron del lugar y los dirigentes volvieron a ingresar al interior mina. Después nos enteramos de que los militares querían entrar a la mina, pero no podían hacerlo, porque la mina era otro mundo.
Concluida la asamblea, mi padre y yo retornamos a Cancañiri y mientras caminábamos iba pensando en cómo podía ayudar a Víctor, pues yo sentía impotencia y me dolía que mi compañero de curso y dirigente estudiantil estuviera pasando por momentos difíciles.
Días después mi padre salió de casa buscando refugio, pues él era delegado de la sección Almacenes y militante del Partido Comunista de Bolivia (PCB).
Finalmente, la dictadura militar se impuso. Supimos que habían detenido a hombres y mujeres, entre ellas a una compañera de militancia de Víctor, la profesora Elsa Fuentes. A los detenidos los llevaron a la ciudad de La Paz, al Ministerio del Interior, donde los torturaron y después los llevaron a las cárceles de San Pedro, Chonchocoro y Viacha.
Volvimos al colegio y José nos contó que los dirigentes que se encontraban en el interior de la mina habían salido para no ser atrapados por los agentes y que cada quien buscó su seguridad.
En esos días aciagos, al salir del colegio, con algunas compañeras de mi curso, fuimos a la cafetería llamada “Tokio”, En una de las mesas se encontraba José Martínez junto a la madre de Víctor Montoya, la Sra. Gloria Lora, quien era profesora del colegio. La vi llorando y no era difícil darse cuenta de que lloraba por la situación de su joven hijo.
A casi dos meses de la intervención militar, en una de las páginas del diario “Presencia” que mi padre compraba siempre para informarse del acontecer nacional e internacional, me llamó la atención un titular que decía: “Dirigentes del POR fueron detenidos en la ciudad de Oruro, fueron sorprendidos con panfletos y armas. Los detenidos son Ángel Capari, Pablo Rocha, Ascencio Cruz, Víctor Siñaniz y Víctor Montoya”. Entonces se confirmó que Víctor había salido del interior de la mina y que se marchó a la ciudad de Oruro, disfrazado de campesino pobre, para burlar la vigilancia policial.
Unos días después nos reunimos con los hermanos Martínez, compañeros del colegio y de militancia de Víctor Montoya. Acordamos hacer algo para exigir su libertad. Pensamos en los padres Oblatos y nos fuimos a radio “Pío XII”. Nos recibió el Padre Gustavo Peletier. Le hicimos conocer acerca del apresamiento de nuestro dirigente estudiantil. Él nos dijo que intercedería, pero, finalmente, supimos que no se podía hacer nada.
José nos contó que unos días después de haber sido detenido Víctor Montoya, junto a otros compañeros mineros, y tras ser interrogados y torturados en las celdas del Departamento de Orden Político de Oruro, fueron llevados a la ciudad de La Paz por agentes del Ministerio del Interior, para ser nuevamente torturados y posteriormente trasladados a las celdas de la cárcel de San Pedro.
Recuerdo que en esos días, tan tensos y llenos de zozobra, me daba modos para escuchar canciones de protesta. José Martínez me había prestado discos que tenía Víctor Montoya, entre ellos, un disco del venezolano Alí Primera, otro del grupo chileno Quilapayún, y el que más oía era el disco del boliviano Benjo Cruz que mi madre me lo había comprado en una ocasión.
En septiembre de 1976, a punto de culminar nuestros estudios de secundaria, viajamos a la ciudad de La Paz, ya que nos íbamos a graduar como bachilleres. En el grupo estaba Víctor Martínez, el compañero de curso y militancia política del dirigente estudiantil detenido en agosto de ese año. Uno de esos días, Martínez no fue con el resto de los compañeros a la población turística de Copacabana; me comentó que aprovecharía para ir a visitar a Víctor Montoya en la cárcel de San Pedro. A su retorno me contó que no logró verlo.
En el transcurso de los días y meses, ya no tuvimos muchas noticias del dirigente Montoya. Sin embargo, a través de José Martínez, supe que su mamá, la Sra. Gloria Lora, lo visitaba en la cárcel.
Llegó el tiempo de graduarnos como bachilleres y Víctor Montoya no pudo obtener su diploma de bachiller, ya que no culminó sus estudios por estar en la prisión, junto a los mineros y amas de casa, como consecuencia de su lucha por un mundo mejor. Esa causa le costó la persecución, encarcelamiento, torturas y expulsión del país.
Víctor Montoya. Foto de pasaporte tomada en el Ministerio del Interior, antes de ser exiliado a Suecia en 1977
Pasó un año desde que Víctor había sido detenido. Una vez más, a través José Martínez, nos enteramos de que había sido exiliado a principios de 1977, pero no sabíamos a dónde. En diciembre de 1977, mujeres del distrito minero de Siglo XX iniciaron una huelga de hambre en contra de la dictadura militar, huelga que se masificó rápidamente en todo el país, derrocando al dictador Hugo Banzer Suárez.
Por mucho tiempo ya no supimos más de nuestro dirigente, hasta que unos años después del golpe de Estado perpetrado por el Gral. García Meza, en julio de 1980, llegó a mis manos, a través de José Martínez, un libro de Víctor Montoya, en cuya tapa se leía: “Huelga y represión”, publicado en Estocolmo-Suecia, en 1979. ¡No me lo podía creer! A sus escasos años había publicado un libro testimonial sobre la intervención militar a los centros mineros en junio de 1976. Fue lindo saber noticias del dirigente estudiantil quien fue expulsado de Bolivia por la dictadura militar de entonces.
* La autora es bibliotecóloga y encargada del Archivo Histórico Minero Regional Catavi de la COMIBOL.