memorial
De sábado a sábado 310*
Remberto Cárdenas Morales**
1.
Por ti buen maestro
“doblan las campanas”,
recojo tu herencia
con todas mis ganas.
Ha muerto don Pastor Aguilar Peña, vallegrandino como el que más, maestro de jóvenes y de viejos, en el pueblo de nuestros amores, cuyas enseñanzas las recogemos para la vida y para la segunda y definitiva independencia de Bolivia, y de la región latinoamericana y caribeña. Fue un “maestro de luchadores”, dijo por él uno de los vallegrandinos que le acompañó en ese tiempo en el que organizó, junto con otros líderes cívicos y populares, festivales de la canción de los valles cruceños y, de Vallegrande, especialmente.
Por él “doblan las campanas” porque consideramos que, sin formalismos inútiles, influyó en la formación de varias generaciones de vallegrandinos y de llegados al valle.
Don Pastor, por intermedio de trabajadores-estudiantes y de estudiantes que vivían y estudiaban entonces en el pueblo, aportaba en la formación política de los que la necesitaban. Formación política, de los jóvenes que observamos la derrota de la Revolución Nacional (1952-1964) y el triunfo del golpe dirigido por René Barrientos Ortuño, mejor dicho, por la CIA, como se aseguraba desde la izquierda.
En ese ambiente político-social, un día tuve en mis manos un libro prestado del maestro Aguilar, el que a la vez había sido facilitado a un dirigente de la Juventud Comunista de Bolivia (y para que circule entre otros lectores). Se trataba del primer tomo de obras escogidas o completas de Lenin.
Quien esto escribe leyó o mal leyó, en ese momento, el texto Qué hacer de Vladimir Ilich. El dueño del libro nos decía, directa e indirectamente, que los pobres del pueblo, los jóvenes en primer lugar, no debíamos compartir nada, en materia política, con los militantes de la derecha, especialmente, los falangistas en Vallegrande. Además, Aguilar Peña, a manera de mensaje agregaba: Los papás de esos muchachos son campesinos pobres y el lugar en el que deben estar esos muchachos es el de los pobres.
La guerrilla del Che, sobre todo entre los jóvenes de aquella provincia del valle cruceño, contribuyó a la politización y, en alguna medida, a la ideologización: en ese tiempo también recogimos la palabra del maestro, indirectamente las más de las veces, así como el ejemplo de los que eran sus discípulos.
Un día mi madre me dijo: Dice que don Pastor se junta con los muchachos inteligentes del pueblo.
Sin embargo, el maestro, como aventajado que fue, concentraba su palabra y su acción entre un grupo de zapateros, y a la vez estudiantes, cuya producción se vendía en Vallegrande, Chuquisaca y Cochabamba.
2.
Coplero te dicen
con mucha razón,
es un homenaje
desde el corazón.
El coplero principal de Vallegrande fue don Pastor. Sus coplas se cantaban en actos cívicos del pueblo, en celebraciones de escuelas y colegios, congresos sindicales, festivales de la canción de los valles cruceños, representaciones teatrales, en el carnaval e incluso en reuniones con amigos y con familiares.
Fue un coplero excepcional. Escribió coplas incluso horas antes de su deceso, como explicó una de sus dos hijas. No exageramos al decir que las coplas de don Pastor nos ayudan a informarnos más sobre los vallegrandinos y a entenderlos mejor: su vida cotidiana, sus luchas... Con las coplas, que brotan del alma, es posible descubrir los rasgos psicológicos y sociales de los vallegrandinos de ayer y de hoy.
3.
¡Ay! “La comisión”,
también “La medica”:
parte de tu obra
que nos reivindica.
Estas dos obras de teatro, de nuestro maestro, son definidas de manera reduccionista, cuando sólo se dice por ellas que son costumbristas. Son más que eso, aunque también tienen ese sello que es inconfundible.
La comisión es ironía bien concebida y crítica notable: se trata de la comisión de funcionarios del gobierno y/o del Estado que llegan al lugar del conflicto para tomar nota sobre aquél, y como carece de “capacidad” de decisión, vuelve al lugar de sus funciones, sin revolver el lío, aunque deja promesas que se olvidan y compromisos que no se cumplen: como ocurre ahora. También en esa obra de Aguilar Peña, La comisión en vez de indagar para descubrir, la comisión no descubre como debe, pero encubre: como sucede en este tiempo.
La otra obra: La medica (sin tilde) porque así hablan, incluso ahora, campesinos de Vallegrande, especialmente, los que residen en el sur de ese valle cruceño, zona que fue escenario parcial de la guerrilla dirigida por el Comandante de América. En esa pieza teatral P. Aguilar se refiere, fundamentalmente, a las marcadas deficiencias del servicio de salud pública que sigue en crisis. Esa obra fue traída aquí a La Paz, la que fue aplaudida, sobre todo, por los vallegrandinos que viven en la sede de gobierno y, los allegados de éstos, también estuvieron en el Teatro Municipal para ver y escuchar la obra del maestro. El director de ese teatro fue José Osinaga Terán (+), profesor, y Helia Arteaga, profesora, fue la principal actriz en esa obra, es decir, representó a la medica. Aquella profesora, aunque en un papel de apoyo, es una de las mujeres piadosas y a la vez combativas, que aparece en un pasaje de la película: Dile buen día a papá (la que muestra secuelas de la guerrilla del Che), filmada en Vallegrande.
La obra literaria y periodística de don Pastor retrata a Vallegrande (dice mucho más del valle cruceño) y, sobre todo, habla de los hijos del añorado terruño.
4.
Tu voz y tu ejemplo
los preservaremos,
ayer-hoy-mañana
juntos andaremos
A don Pastor lo han mostrado, los últimos días, como fue y es: escritor, coplero, líder cívico, cronista (y por ello también periodista). Para nosotros —con muchos coincidimos— fue un amigo y compañero que ejerció el magisterio en las calles y caminos: fue un maestro para la vida y de revolucionarios.
Pastor Aguilar, la mayor parte de su vida, construyó alianzas diversas, casi todas informales, pero existentes, especialmente, con jóvenes y estudiantes (también con trabajadores y campesinos). Con el entonces párroco de los curas redentoristas de Vallegrane, P. Julio Terrazas Sandóval, compartió tareas, de manera indirecta, por ejemplo, en la organización de los Grupos Juveniles en Acción. Allí, de acuerdo a testimonios de los asistentes a esos cursos, y por lo que nos dijo el entonces párroco del pueblo, éste hablaba allí de la teoría y de la práctica de la lucha de clases. Hubo necesidad de hacer eso, agregó a manera de remate, el tata Julio, como le nombraban y le nombran los que concurrieron a esos cursos de formación política.
5.
En mi casa dijo
—como buen bromista—
dictadura hay
de tipo “castrista”.
Don Pastor irradiaba autoridad intelectual y ética entre los vallegrandinos que se quedaron en el pueblo y entre los que emigramos. Ante todos no sólo parecía, sino que era serio en apariencia y en la realidad. Esto está fuera de duda.
Sin embargo, un día a metros de su casa, a Ricardo Sandóval Bolaños, profesor de matemáticas, y a mí, luego de saludarnos con fraternidad, nos dijo algo similar a lo que va en la copla precedente: “Padezco una dictadura castrista”, en mi familia, aseguró.
La viuda de P. Aguilar, se llama Elvira Castro Morón, profesora de historia de los que estudiamos en el colegio de secundaria “Manuel María Caballero” de nuestro terruño natal.
Pero con certeza de que don Pastor no definía a su familia como una que ejercía la dictadura lo que, además, hubiera sido imposible si lo intentaba.
Aquélla, que tratamos de reflejar en esa copla, fue una broma de nuestro maestro, la que nunca aclaró entre nosotros, pero fue una broma, rasgo que no le conocíamos a P. Aguilar
6.
Con los que sabemos
ni soñar arreglo,
sí a la unidad
con todito el pueblo.
Don Pastor tuvo la formación marxista de la que carecen algunos que, en distintos lugares del país, apenas hablan (por su nombre) de aquella teoría y de ese método.
Quizá también asimiló, de los revolucionarios cubanos, las enseñanzas sobre la unidad del pueblo de Martí y de Fidel, con la que luchó y lucha contra sus enemigos mortales.
En las ocasiones en las que hablamos con el maestro, de manera perseverante, nos remitía a la unidad del pueblo, también del vallegrandino, para seguir la lucha por lo que le pertenece al pueblo, añadía.
7.
Otra vez dijiste
sirvo para unir,
nada haré por tanto,
para dividir.
Don Pastor, consideramos, enseñaba (también aprendía, sin duda) cada vez que hablaba con la gente y, en sus múltiples diálogos, la unidad del pueblo cobraba largo aliento.
En una ocasión llegamos a Vallegrande para asistir a un congreso de profesores rurales. En esa reunión tuvieron influencia dos grupos de sindicalistas del magisterio del agro que pertenecían o pertenecieron al Partido Comunista de Bolivia (PCB).
Un fundador y dirigente del PCB, de la comisión de control y cuadros, visitó a don Pastor para pedirle que evite apoyar a los “divisionistas” de ese partido, en ese congreso del magisterio rural. El maestro no participó de ese congreso personalmente, aunque su hermana Carmen Aguilar Peña, cantó coplas de bienvenida a esos congresales.
El maestro le respondió, al visitante, como en la copla precedente. Ése fue un destacado ejemplo de un constructor de la unidad popular.
8.
El club de “Los zorros”
fue tu linda obra,
del que hace mucho
y que nunca cobra.
Hablamos de un club cultural, social y deportivo que tomó ese nombre: “Los zorros”, del felino que, en Vallegrande, se come gallinas. Además, se dice zorro o zorra a la persona vivaz, lista, ágil, a la que no se le escapa la presa, aunque no siempre ocurra eso ni con el felino ni con el que es rebautizado con ese sobrenombre.
En ese club se agruparon vecinos (artesanos del pueblo y pocos profesionales). Las ideas de sus integrantes eran diversas, hasta contradictorias. Sin embargo, los socios de esa agrupación, reconocieron como a uno de sus dirigentes a don Pastor: más real que formal.
Los zorros ayudaron a mejorar el ornato público de la ciudad intermedia, Vallegrande, así como organizaron y mantuvieron un equipo de fútbol en la liga del pueblo.
El maestro fue también un organizador, directo o indirecto. Acaso por las condiciones de vida, trabajo y lucha, en Vallegrande, muchas de las cosas que hizo y/o que inspiró don Pastor fueron “secretas”. Incluso él sobrevivió, con perfil bajo —se dice ahora— a la degeneración de la Revolución Nacional y de sus dirigentes en Vallegrande, los que también allí desarrollaron un comportamiento autoritario. Asimismo, resistió “pasivamente” a la dictadura barrientista, a la fascista de Banzer y a la narco-fascista de García Meza-Arce Gómez.
El maestro sobrevivió a esos regímenes, así como ejercía la política, con frecuencia sólo de manera indirecta. Cuando visitamos varias semanas la provincia Vallegrande, en tiempos de la Unidad Democrática y Popular (UDP) y para dos campañas electorales, como miembros de este frente político-partidario, don Pastor nos dijo: No se olviden que en la región sur de la provincia la gente es conservadora; en cambio, en la parte del valle, los paisanos los recibirán mejor. En el sur nos dimos con la vieja historia: una candidata a diputada, por el banzerismo, difundía que cuando la UDP se instale en el Palacio de Gobierno, sólo permitiría que cada ciudadano tenga no más de cinco gallinas y no más de una vaca. Según la misma vocera, los otros bienes de la gente del campo correrían el riesgo de ser arrebatados por el Estado. Esas mentiras, difícilmente, se contrarrestaban según el discurso y la acción de la UDP.
9.
El valle reparte
todos los honores:
a don Pastorcito
entre los mejores.
Entre los hijos destacados de Vallegrande está don Pastor Aguilar Peña, que merece homenajes. Y lo que contamos de él en esta nota, es lo que muchos otros vallegrandinos podrían decir o lo dicen.
Y los que reconocemos a don Pastor, como nuestro maestro y como al mejor coplero vallegrandino, le cantamos como despedida y para el camino:
10.
Don Pastor ¡Adiós!
mejor hasta luego,
allá nuestra alianza
seguirá de fuego.
De veras vidita
seguirá de fuego.
La Paz, 16 de agosto de 2014.
*Esta nota la publicamos por segunda vez en este espacio en ocasión de los 101 años del natalicio de Pastor Aguilar Peña.
**Periodista