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¿A dónde nos lleva la cultura del fuego?

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¿A dónde nos lleva la cultura del fuego?

Rafael Puente*

viernes, 31 de julio de 2020

Otra vez sufrimos un incendio en el Parque Tunari, que se suma a los sucesivos incendios en diversos lugares, de manera especial y repetida en la Chiquitania. Otra vez el fuego matricida (reduce a cenizas a la Pachamama), que resulta tanto más grave a estas alturas del año en que impera la sequía y todavía no ha caído ni una nevada. ¿Serán capaces los autores de calcular el daño que le están generando a nuestra ya golpeada y maltratada “Madre Tierra”?

¿Es mala suerte, o mera ignorancia? Desgraciadamente creo que no, que lo que explica todos esos incendios es un problema cultural. Las comunidades indígenas de los Andes (donde los incendios no constituyen un problema repetido) han “aprendido” que cuando se trasladan a zonas tropicales y necesitan convertir la selva en chaco (cultivable) lo que hay que hacer es meterle fuego a la selva. Y cada año nos encontramos con graves incendios porque los “colonizadores” han perdido el control sobre esos “chaqueos”. Y pasan los años, y los decenios, y nuestros colonizadores no aprenden y siguen incinerando a la Madre Tierra.

Lo del Parque Tunari es mucho peor, se sabe que en dicho “parque nacional” no hace falta chaquear nada, primero porque no hay en él ni rastros de selva, pero sobre todo porque se trata de un parque en el que no se puede ampliar cultivos más allá de los que ya hay (que empezaron todos siendo ilegales, pero que casi siempre se consigue legalizar, ya que desgraciadamente en nuestro país todo tiene un precio).

Pero volviendo a las tierras tropicales, el uso del fuego es una prueba de que es obra de colonizadores, y como el expresidente Evo Morales había sido colonizador, se explica que él decretara legal el uso del fuego, precisamente en la Chiquitania. Sin tener en cuenta la experiencia de nuestros pueblos indígenas de tierras bajas, que tienen experiencia ancestral de lo que es cultivar en tierras tropicales sin acudir al lamentable procedimiento de empezar por quemarlas.

¿No será tiempo de repensar procedimientos? ¿No les preocupa a los propios colonizadores el peligro de quedarnos sin tierras cultivables en el trópico? ¿No es digna de reflexión —y aprendizaje— la experiencia de los pueblos que cultivan la selva sin destruirla previamente, sino utilizando sus propios recursos como fertilizantes del terreno? Cierto que el volumen producido por hectárea sería menor, pero a cambio sería repetible año tras año, y ahorrando los costos del chaqueo clásico.

Hemos visto en el Norte de La Paz, concretamente en Sapecho (Alto Beni), cómo se puede cultivar la selva sin destruirla, por el contrario, aprovechando los ingredientes fertilizantes que ofrece la propia selva, y conjugando la participación de colonizadores y de científicos (en el caso de Sapecho con un resultado sumamente positivo para el cultivo de cacao de primera calidad).

Nos estamos acostumbrando a entender a la “Pachamama” como una madre generosa, pero a la que por eso mismo no necesitamos cuidar ni proteger, y de la que podemos abusar impunemente. Y por tanto vamos camino de quedarnos sin Pachamama, de reducirnos a “Pacha-huérfanos”…

¿No podríamos recuperar una de las más logradas frases de Evo —a pesar de que él mismo la haya olvidado— cuando formuló en una reunión de Naciones Unidas que “los derechos de la Madre Tierra son más importantes que los derechos humanos”?

Si no lo hacemos acabaremos convirtiéndonos en habitantes del desierto, y cuando nos arrepintamos será tarde…

*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (Cueca) de Cochabamba.

(Publicado en el periódico Página Siete el 31 de julio de 2020)

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