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La revolución paceña de 1809: con unidad de la plebe por la libertad…

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Editorial

En La Paz, el 16 de julio de 1809, se alzaron los plebeyos, proclamaron su libertad, depusieron a la autoridad imperial, desconocieron al obispo, declararon su independencia del colonialismo español, con la unidad de la gente del pueblo procedente de varios lugares de lo que ahora es Bolivia y Suramérica, incluso en ese cauce unitario plantearon confederar a las provincias del Perú y definir a La Paz como capital.

Ese programa, especialmente avanzado entonces, puso en vanguardia a los paceños respecto de lo que fue luego la guerra de la independencia americana y de lo que habían sido las anteriores rebeliones indígenas, aunque todas esas acciones —revoluciones, guerrillas, rebeliones— formaron un solo torrente emancipatorio.

Como desmentido de lo que algunos mal informados o mal intérpretes afirman, en aquella unidad para la revolución paceña, tuvieron espacio los indios o pueblos originarios, a los que incorporaron antes, durante las acciones revolucionarias y después de éstas, con lo que consiguieron una participación mayor de los pobladores del campo y de los indígenas para lo que decidieron la incorporación de representantes o delegados de la población indígena en la Junta Tuitiva, la dirección política, como se la definiría estos días, de acuerdo al Estatuto Constitucional del 22 de julio d e 1809, el que publicamos en este número 35 de Aquí.

Esa unidad plebeya fue, asimismo, muy amplia: allí encontraron espacio paceños de distintos oficios y con variados ingresos, curas, ciudadanos de varias ciudades (Sucre, Potosí, Cochabamba), de países constituidos después del triunfo (peruanos, chilenos, entre otros, de la que es Nuestra América). De los hermanos Lanza, en una tesis universitaria, se afirma que ellos se alistaron en aquella revolución y en la guerrilla de la independencia para "defender sus cocales" de yungas, esto explica que en esa ocasión de disputaron y se defendieron intereses materiales individuales y/o familiares que, sin embargo, todo indica que coincidieron con los intereses colectivos.

Los alzados en La Paz asumieron ideas liberadoras, las liberales de ese tiempo, pero transformadoras, incluso radicales como son las que se resumen en la Proclama de la Junta Tuitiva, el programa de aquella revolución del que actualmente tenemos que aprender todas las generaciones y, en particular, las nuevas, así como de aquel Estatuto, programa de los revolucionarios paceños.

A propósito de las ideas, éstas fueron difundidas de boca a oído antes, durante y después del alzamiento del 16 de julio de 1809. Y los cabildos fueron los escenarios para la agitación y la propaganda, se diría en palabras actuales, lugares en los que se tomaron las decisiones fundamentales con participación definitoria de los plebeyos. Los panfletos, redactados por el líder máximo de esa gesta, P. D. Murillo, fueron medios de comunicación de las ideas liberadoras, por ello a ese dirigente de la revolución paceña se lo considera el primer periodista de lo que hoy es Bolivia.

De la guerrilla de la independencia (como testimonio está el Diario del Tambor Vargas) fueron protagonistas de primera línea muchos indígenas y campesinos. Sin embargo, otros lo hicieron en el bando de los colonialistas españoles, lo que no quita mérito alguno a los que mayoritariamente se sumaron como actores fundamentales de aquella guerrilla emancipadora.

Más aún, el ejército irregular de los plebeyos, en alianza invencible con patriotas de diversas ocupaciones, liberaron con la guerrilla a su cargo, la mayor parte del ahora territorio boliviano, incluido parte del norte argentino actual, de acuerdo a un ensayo de Jorge A. Ovando Sanz. Tesis que en nada merma, por ejemplo, el papel del ejército del Libertador en la conquista de la primera independencia; al revés, con aquel estudio se aclaran con mayor precisión los aportes de los contendientes de nuestras patrias latinoamericanas y caribeñas en la derrota del colonialismo español.

Específicamente, los combates de los guerrilleros de la independencia en lo que hoy es Bolivia, tampoco resta el aporte de los revolucionarios paceños de 1809, ni lo que contribuyeron los indígenas que se rebelaron antes de aquella gesta.

Aquellas formas de la lucha configuran una convergencia, lo que el poeta paceño, Jorge Suárez, dice en un verso, convertido en cueca, sobre la insurrección de abril de 1952 y a propósito de los combatientes directos de aquel movimiento y de quienes lo hicieron desde otra trinchera. Citamos: "Desde su sendero pelea el guerrero/desde mi sendero peleo yo".

Es cierto, además, que como ya se aconsejó hace décadas, todavía quedan pendiente de averiguación elementos de aquella revolución emancipadora, incluso falta esclarecer dudas y, específicamente, individualizar a los traidores que, sensiblemente, hubo en las revoluciones, y los hay también en las contemporáneas.

Guardando las distancias y para el actual tiempo boliviano estamos convocados a conocer, difundir y aprender de las lecciones dejadas por los revolucionarios paceños, particularmente de sus ideas y de su programa para la liberación, los que interpretamos en esta nota editorial.

Cabe, asimismo, marcar con letras de fuego otro ejemplo de los revolucionarios paceños: ellos hacían lo que decían, incluso su rebelión la pagaron con sus vidas.

Otra enseñanza de los paceños gloriosos y de la que debemos apropiarnos: la revolución de ese período requirió de la unidad de los plebeyos y de otros que no lo eran, la que construyeron antes, durante y después de la gesta con la que consiguieron una victoria de alcances estratégicos, es decir, con aliento de la guerra para la primera independencia.

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