Ricardo Aguilar Agramont*
Junio de 2019
Los últimos años, los miembros de la élite del Movimiento Al Socialismo (MAS) han acumulado una respetable cantidad de fotografías con acusados y sentenciados por narcotráfico. Esto por supuesto es algo encomiable por su infrecuencia. ¿Qué ciudadano de a pie que esté leyendo estas líneas podría ufanarse de tener fotografías con algún miembro del crimen organizado nacional o trasnacional? Seguramente ninguno, a no ser que sean los miembros de la cúpula del MAS quienes leen esto. A estos últimos habría que descartarlos primero porque de ninguna manera podrían ser considerados “gente de a pie”, y segundo porque no sería justo que entren a una competencia en la que ya van demasiado aventajados.
Su triunfo en el hipotético Concurso Nacional de Narco-Fotografía, “Roberto Suárez, mi rey”, periodo 2006-2019, sería más que merecido en virtud a la gran cantidad de material disponible foto a foto, voto a voto.
Discurramos, entonces, sobre tres piezas fotográficas en un ejercicio de solaz y contento así como de rigurosa observación en base a la descripción del studium (el contexto cultural deducible de la foto) y del punctum (aquello que subyuga de una fotografía por una serie de mecanismos subjetivos y personales), ambos conceptos barthianos.
Comencemos:
Carlos Romero, Pablo Ramos y las tres sonrisas
Pablo Ramos fue acusado por legitimación de ganancias ilícitas en 2017; el examen de microaspirado que se realizó al vehículo de su esposa dio positivo para cocaína. Tiene un buen número de fotografías con miembros de la élite de ricos y famosos del MAS, incluido el presidente Morales.
En la fotografía podemos observar al ministro de Gobierno con Ramos en una fotografía muy casual. El foco (centro) de la imagen es, por supuesto, el pulgar levantado del ministro. Eso se debe a que esta autoridad, por alguna razón, eleva la mano con mayor decisión que Ramos: mientras Romero lo hace casi hasta la altura del pecho y extendiendo el brazo hacia adelante, Ramos lo hace con más discreción a la altura del abdomen y retrayendo el brazo hacia atrás, hasta quedar la mano casi pegada a su cuerpo. ¿Quizá estos signos nos hablen de cómo y de quién sugirió la idea de realizar esta pose antes de que la fotografía sea tomada?
Sería aventurado establecer el lugar en donde se encuentran, si bien sus vestimentas parecen decirnos de que se trata de algún lugar de clima más o menos tropical (studium).
Tras ellos se puede leer, a penas, en un letrero dorado, la palabra “caja”. Por lo que se puede decir que se encuentran quizá en un restaurante, quizá en un bar, en todo caso en un establecimiento público de ese tipo. También se observan escazas bebidas alcohólicas cerca de ese mismo letrero.
Fuera del fondo, las dos personas de la foto se acomodan de tal modo que instalan cierta sensación de simetría, como si una fuese un reflejo de espejo de la otra…, de no ser por el retraimiento del brazo derecho de Ramos, el juego de refracción sería perfecto…
El punctum (que como se dijo es subjetivo) es esa tercera sonrisa burlona que vemos en la horrenda polera del acusado de narcotráfico (las otras dos sonrisas son de Romero y de Ramos). Esas tres sonrisas se mofan de todos nosotros…; pero, la tercera me da una sensación abismal del agravio por ser la impresión de otra impresión: el estampado primero en la prenda de vestir, se imprime una vez más en una pantalla de una PC, de teléfono móvil o en un papel fotográfico.
Carly Paola Quiroga, Evo Morales y la convivencia de los opuestos
Carly Quiroga fue candidata a diputada plurinominal del MAS en las elecciones 2014. Perdió. En febrero de este año, Quiroga fue detenida preventivamente en Brasil tras ser acusada de tráfico de drogas en ese país, donde habría sido encontrada en flagrancia.
En la fotografía podemos ver a Carly Quiroga y al presidente Evo Morales. El studium de la fotografía puede ser definido con facilidad: un acto de campaña del MAS, muy posiblemente en 2014.
El contraste de los opuestos es el signo de esta fotografía en varios sentidos.
El primer encuentro de lo antagónico está en una sensación de vacío y sobresaturación. Por un lado tenemos un espacio inhabitado, como lo demuestra la desnudez de las paredes: sin un cuadro, sin un adorno. El solitario interruptor de luz que se ve a la izquierda a la altura de la cabeza de la imputada por narcotráfico exacerba la disparidad. Se trata sin duda de un establecimiento público o semipúblico: es decir una infraestructura que, por ser de todos (o de algún grupo), en última instancia es de nadie. De ahí viene la impresión de vacío del que se hablaba.
Este vacío es disímil con la sobresaturación de seis Evos Morales: cinco como representaciones del lenguaje (el nombre “Evo”) y uno “real” (la imagen capturada de la persona Evo Morales)
Los cinco Evos del lenguaje se encuentran en la polera de la acusada de narcotráfico (1); en un pendiente que cuelga de su cuello en el cual se lee dos veces el nombre de Morales (2 y 3); en la polera azul de una víctima colateral de la fotografía que se ve muy atareada atrás (4); y en la polera del mismo presidente de los cocaleros del Trópico de Cochabamba (5). El sexto Morales es su propia imagen. De ese modo, esta fotografía intrascendente, de no ser la detención de Quiroga, junta la saturación con el vacío.
Pero esos no son los únicos opuestos que conviven en la escena, pues la asimetría entre algo parecido a la dicha en la expresión de la detenida por narcotráfico en Brasil se matiza con un cariacontecido y hasta incómodo cocalero.
Esta fotografía no me provoca ningún punctum.
Rómer Gutiérrez, Evo Morales y la ‘narco-selfie’
Rómer Gutiérrez fue encontrado en Brasil con cerca de 100 kilos de cocaína en 2017. Fue condenado en ese país a 9 años y 8 meses de cárcel. Era un integrante de un movimiento supuestamente guevarista del MAS y se tomó fotos con una buena parte de los ricos y famosos del partido de gobierno.
La fotografía es una selfie que es tomada por el narcotraficante que abraza con su brazo derecho a Evo Morales y agarra su cámara con la izquierda. Este no es un hecho menor, pues estaríamos hablando posiblemente de una de las primeras narco-selfies hechas en Bolivia, lo que sería muy innovador para Morales, dado que de ser así tenemos al primer presidente indígena que no habla ninguna lengua indígena, al presidente con más años en el gobierno, al primer presidente que dio un rodillazo a un contrincante durante una transmisión en vivo de un partido de fútbol, al primer presidente que hizo lanzar un satélite de dudosa utilidad, y, por supuesto, al primer presidente en protagonizar la primera narco-selfie de la historia. Todo un adelantado de su tiempo.
Sobre el studium de la foto, parece tratarse de una entrega de obra o algo similar relacionado a hidrocarburos, si damos fe del inconfundible pedazo de logo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) que se puede observar al fondo.
Delante del logo de YPFB y apenas por encima del hombro de Evo Morales, vemos a una persona empecinada en filmar la espalda del presidente.
Lo que más llama la atención en esta inédita pieza del nuevo milenio es el juego de miradas. Se trata de un rombo que se forma entre la mirada del narcotraficante, la de Evo Morales, la del miembro de inteligencia de la seguridad presidencial, atrás de ellos, y la mirada nuestra, ausente, que observamos la fotografía en este momento que cerramos el diamante
El punctum, ¿cómo no?, es la mirada del miembro de la seguridad presidencial, una mirada desencajada, intimidante. Mientras el narcotraficante y Morales ven una abstracción: al futuro espectador hipotético de la fotografía, es decir que posan, el miembro de inteligencia no posa, sino que mira algo concreto, al dispositivo que captura la imagen mientras seguramente en su cerebro descarta que pueda significar una amenaza para la integridad del Presidente. En todo caso, este personaje le inspira a uno hasta ganas de entregarle la medalla de Simón Bolívar con la seguridad de que no será extraviada en las inmediaciones de ninguna zona prostibular de nuestro país.
*Escribe ensayo