tribuna
Viernes, 21 de junio de 2019
El punto de partida es positivo: el actual gobierno declaró hace muchos años que la Tierra es nuestra Madre y que, por tanto, es más importante que nosotros (ya que sin ella no seríamos nada). Se promulgaron varias leyes que tienen en cuenta este punto de partida y Evo Morales se hizo famoso en el mundo al declarar que los derechos de la Madre Tierra son más importantes que los derechos humanos. Una declaración insólita –sobre todo en nuestro Occidente antropocéntrico– pero irrefutable.
Sin embargo, hace mucho tiempo (concretamente desde el conflicto por el Tipnis) que el Estado boliviano viene dañando sistemática y diariamente a la Madre Tierra: se sigue deforestando de manera interminable. La minería tiene cancha libre para seguir destruyendo la naturaleza y el Sernap para lo que sirve es para justificar la creciente ampliación de los distritos mineros; las megarrepresas hidroeléctricas siguen el orden del día; las exploraciones hidrocarburíferas no respetan territorios indígenas ni parques nacionales… Y a todo esto se añade la impunidad para el cultivo de transgénicos como si éstos fueran comprobadamente inocuos, cuando precisamente ocurre lo contrario.
Hace tiempo, desde que se modificaron inconstitucionalmente algunos artículos de nuestra nueva Constitución, se eliminó del texto constitucional la prohibición del uso de transgénicos… Y dentro de ellos juega un papel central el cultivo de soya por parte de la CAO y entidades amigas. Pero resulta que, al margen de las otras inconveniencias de los cultivos transgénicos, se supo muy pronto que ese tipo de cultivos requieren el uso del famoso herbicida llamado glifosato, que a estas alturas está comprobadamente calificado como cancerígeno.
Gracias a La Jornada, de México, hemos sabido que “ya son más de 13.000 los juicios iniciados contra Monsanto (ahora propiedad de la Bayer) por haber causado cáncer a los demandantes o a sus familiares con el uso del herbicida glifosato, a sabiendas de los peligros que implicaba y sin informar de los riesgos a las personas expuestas”. Y que en Estados Unidos la justicia le ha impuesto a la transnacional fuertes sanciones económicas (cercanas a los 80 millones de dólares cada una). Y que en Europa dicha empresa perdió varios juicios por daños infligidos a agricultores…
Actualmente, la Monsanto ha pasado a ser propiedad de la Bayer (a la que dicha alianza le viene costando una disminución millonaria del valor de sus acciones), En todos los juicios seguidos contra Monsanto los jueces dictaminaron en favor de las víctimas porque hallaron que dicha empresa sabía de los riesgos y no lo explicó en etiquetas ni en su estrategia de venta de los productos. Y si hoy la Bayer sigue vigente parece ser que es por el apoyo que le presta el Gobierno norteamericano…
Hasta aquí pareciera que es un problema internacional, pero cada vez aparecen más datos sobre el uso de glifosato en cultivos bolivianos, muy concretamente en los cultlivos de soya transgénica, con los previsibles daños para el conjunto de la población, ya que dicha soya la consumimos inadvertidamente con los pollos de granja, la consumimos con el aceite de soya, la consumimos a través de los huevos de las grandes granjas que alimentan a sus gallinas con balanceado rico en esa misma soya…
Y en nuestro caso no caben juicios a la Monsanto (o ahora a la Bayer), lo único que cabe es seguir envenenándonos, o bien luchar para que nuestro gobierno sea consecuente con el espíritu de la nueva Constitución (en cuya primera versión –la legítima– el Artículo 408 prohibía la producción, importación y comercialización de transgénicos). Cierto que en la Constitución vigente (ilegítimamente cambiada) se abre la puerta para su legalización. Pero podemos exigir que, teniendo en cuenta todo lo que se refiere a la valoración y cuidado de la Madre Tierra, se interprete a partir de ahí el Artículo 409 de dicha Constitución, según el cual “la producción, importación y comercialización de transgénicos será regulada por Ley”, y por tanto se promulgue una ley prohibiendo su uso…
¡Ajina kachun!
*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.