tribuna
Vamos a andar
Rafael Puente*
Viernes, 31 de mayo de 2019
Con este título uno de los “minilibros” que publica el llamado “Círculo de Achocalla” (concretamente el número 86) analiza la grave amenaza que nos espera a partir de la famosa carretera por el Tipnis. Desde el principio sabíamos que dicho proyecto iba a tener graves consecuencias ambientales pero pensábamos que esa gravedad afectaría al mero Tipnis (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure). Sin embargo, lo que dicho “minilibro” nos explica es mucho más grave y resulta imperdonable que las autoridades del Estado no se preocupen de esa gravedad.
Cito textualmente: “El Tipnis no es una región cualquiera, es la región con más lluvia en todo el continente. Hay 6.000 mm3 de lluvia por año, lo cual es 11 veces más de lo que recibe la ciudad de La Paz”. Primera sorpresa para el ciudadano/a común y corriente. Pero la cosa resulta todavía mucho más grave: “Si la tala de árboles en el Beni y Santa Cruz es muy dañina para todo el ecosistema, la tala en el Tipnis es fatal. Porque estos bosques son como una bomba potente que lleva el gua hacia el altiplano y los valles cochabambinos, en la primera escala del viaje hacia el altiplano paceño”.
Y nos explican a continuación que en los 20 km2 que ocupa la ciudad de La Paz, normalmente caen cada año 10 millones de toneladas de agua, y que esa tremenda cantidad de agua procede de los árboles del Tipnis, formando así las nubes que el viento se encarga de trasladar al altiplano. Realmente se trata de “ríos aéreos”…
Nos explican también (para que nadie se consuele con otras alternativas) que las nubes que se forman en el mar —y también generan lluvia— no pueden llegar desde el Atlántico a más de 600 km tierra adentro y que a partir de esa distancia las lluvias son generadas por los bosques. Y ahí los bosques del Tipnis juegan un papel central, ya que dicho territorio tiene más de 10.000 kilómetros cuadrados de superficie…
Resulta incomprensible —y muy preocupante— que nuestras autoridades no se preocupen de conocer esa realidad y, por tanto, de percibir los daños irreparables que nos va a causar la famosa carretera por el Tipnis. Y resultará paradójico que nuestro primer presidente indígena, proveniente además del altiplano, acabe siendo el que condene a la sequedad total —y, por tanto, a la inhabitabilidad— de ese altiplano.
Y que no nos digan que una carretera, por ancha que sea, ocupa muy poco territorio, ya que todos y todas sabemos que el problema no es la carretera como tal, sino la migración masiva que va a sufrir ese Territorio Indígena en cuanto haya carretera: cocaleros, madereros, soyeros, petroleros se encargarán de acabar con los bosques del Tipnis (y sus pueblos indígenas, que ya han tenido que emigrar del Chapare desde que se construyó la carretera Cochabamba-Santa Cruz, se verán obligados a emigrar nuevamente, lo que nadie sabe es a dónde…).
Ese “minilibro” nos informa también que ya el año 2011 la Fundación Natura llegó a la conclusión de que dicha carretera provocaría la tala de 500 mil árboles y que en 18 años habrá generado la destrucción del 65% de la superficie forestal, destruyendo así el río aéreo de agua que riega el altiplano…
Y, finalmente, nos informan que un diario alemán (ojo, Alemania no tiene ninguna presencia ni interés particular en el tema) titulaba un artículo de la siguiente manera: “Morales tumba bosques para que Estados Unidos coma hamburguesas” (Deutsche Welle 17-03-2017) sirviéndose de los empresarios de la soya y la carne que aprovecharán esa carretera…
Por supuesto, no es obligatorio aceptar como válidos todos los datos que hemos mencionado, pero lo menos que se puede pedir es que esos datos sean objeto de una nueva investigación (por encima de cualquier otro interés).
Compañero Presidente, ¿no estamos a tiempo de frenar semejante tragedia? ¿Quiere usted pasar a la historia como el destructor definitivo de su propio altiplano? ¿No podría pensar usted en esto antes que en las próximas elecciones? ¡Ukamau!
*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.