tribuna
Manuel Gonzales Callaú
Mayo 2019
El afán de que algunos individuos quieran permanecer indefinidamente en el poder, hace que ellos sean capaces de todo por conseguir ese objetivo. Sus principios éticos —sí es que alguna vez los tuvieron— son pisoteados por ellos mismos y no tienen ningún reparo de desdecirse sin avergonzarse.
Dicha conducta se está generalizando en los últimos tiempos en varios personajes que aparentemente iniciaron su vida pública con aires de renovación que encantaron a muchos, ya que prometieron cambios, de no hacer lo que hicieron sus antecesores, de ser ejemplo de honestidad y rectitud. Sin embargo, el tiempo fue desentrañando a estos individuos quienes ocultaron hábilmente sus verdaderas conductas; el tiempo les fue quitando su maquillaje hasta hacerles caer la máscara con la que encantaron a muchos; el tiempo develó que lo que buscaban era el poder por el poder.
Esa gente fingió ser alguien que no lo es, solo para conseguir su objetivo: el poder; es decir, esa gente es impostora.
Hace pocas horas llegó al país uno de esos personajes, revestido de loas y fanfarria adelantada, de elocuencia rimbombante que no pocas veces sembró dudas del radicalismo que desplegaba. Ese personaje es nada menos que Luis Almagro, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), esa organización que, en los años 60, fiel a los dictados de la doctrina intervencionista del imperio estadounidense, expulsó a Cuba de su seno.
La OEA casi moribunda, revivió en los últimos años, tras la debacle de los gobiernos del llamado Socialismo del Siglo XXI de los que solo quedan Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Ese resurgimiento de la OEA coincidió con la llegada de Almagro a ese organismo, quien sorprendentemente, el año pasado, no descartó ninguna opción para defenestrar al régimen de Maduro en Venezuela, incluso apelando a la intervención militar, posición intervencionista que le valió la expulsión del Frente Amplio uruguayo, agrupación de partidos de izquierda donde militaba.
Almagro tuvo su origen en el Partido Nacional, “los blancos”, partido tradicional uruguayo de centro-derecha que se definía como “liberal, nacionalista, panamericanista y humanista”. En 1999 recién se incorpora al Movimiento de Participación Popular, el partido creado por ex guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, partido que integra el Frente Amplio; es decir, valga la aclaración, Almagro nunca fue guerrillero.
Pero a estas alturas, eso poco importa, porque el apego al poder es lo más importante para ciertos personajes. Y es así que en vistas a asegurar un voto más para su reelección al cargo de Secretario General de la OEA, Almagro decidió apoyar a otro engolosinado por el poder: a Evo Morales Ayma.
Almagro aseguró en febrero del 2015, que solo cumpliría un periodo de cinco años en el cargo, para dar paso a países del Caribe y Centroamérica para que ocupen ese sitial en el organismo americano; pero en diciembre del 2018, cambio de opinión y, dice, a pedido de países como Colombia y Estados Unidos, irá a la reelección a cumplir esa alta “responsabilidad”.
Almagro también dijo, el 22 de septiembre de 2017, que “Evo Morales deberá respetar decisión popular que dijo NO a la reelección.” Y añadió: “Ningún juez puede levantar el dictamen del único soberano: el pueblo”. El 9 de abril del 2018 volvió a afirmar que “la reelección no es un derecho humano e impedir la reelección no limita los derechos de los candidatos o de los votantes"; sin embargo, en la reciente visita-campaña para su reelección se desdijo y señaló que no permitir que Morales participe en las elecciones de octubre próximo “sería absolutamente discriminatorio con los otros presidentes que han participado en procesos electorales sobre la base de un fallo judicial reconociendo la garantía de sus derechos humanos".
Las promesas de los empoderados son falaces. Evo Morales dijo que respetaría los resultados del Referendum del 21 de febrero de 2016, donde se le dijo NO a su reelección; pero, luego se desdijo y ahora dice que irá a la reelección, con el espaldarazo de Almagro.
Tanto Almagro como Morales no son bipolares ni hipócritas; ambos mienten y lo seguirán haciendo, como lo hace un impostor por conseguir su objetiv: el poder por sobre todo.