8 de marzo
Rolando Durán Llano
No es un homenaje, es un abrir de ojos principalmente a mis congéneres varones, se trata de ver, escuchar las voces de mujeres invisibles que conviven a nuestro lado, invisibles porque no vemos el trabajo no valorado que ellas realizan. El siglo XX tuvo el sello del padre de familia obrero, pero no se pensaba en el trabajo ya presente de la mujer trabajadora, en distintos ámbitos.
Muy pocas veces nos detuvimos a pensar en el trabajo de la mujeres que están ante nosotros en la limpieza de las oficinas o locales, el de las meseras del bar o restaurant, en las trabajadoras del hogar, en las cuidadoras de la personas dependientes, en las niñeras, telefonistas, en las mujeres sacrificadas de la construcción, en las mujeres del nuevo oficio de lustradoras de calzados ataviadas por un pasamontañas para ocultar su feminidad, en las empresas televisoras donde son obligadas a vestir exageradas minifaldas y escotes que no ocultan casi nada y qué decir de las mujeres altamente calificadas cuya remuneración es casi siempre inferior al de un colega varón.
En los últimos años desde las posiciones gubernamentales se utiliza a la mujer como un maquillaje, pues obligan al uso de la pollera después de haber utilizado desde sus primeros años el pantalón o el vestido. Pero hay algo más indignante, cuando son utilizadas por sus jefes como “cosas” que pueden ser libremente dispuestas, olvidando que son hijas, mamas o señoras que merecen toda consideración y respeto, llegando incluso a ser ofertadas por sus propios “hermanos” para quedar bien con sus superiores y todavía teniendo que soportar las risas y festejos de sus “hermanas y hermanos” circunstancialmente de senadores, diputados u otros cargos, todo esto cuando el “hermano jefe” lanza sus groserías.
A todas ellas mi aliento y solidaridad en la lucha diaria comprometiéndome a estar en todo momento a su lado.