Roberto Valdiviezo Luna
Y… se consumó en la hermana República del Brasil lo que era previsible, el impeachment, el golpe institucional parlamentario, preparado por las corrientes políticas reaccionarias y los sujetos más corruptos de aquel país, que no pudiendo acceder al poder por los senderos de la democracia como expresión de la voluntad del pueblo, crearon situaciones de inestabilidad a partir de las acusaciones del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, la acción de los grandes grupos empresariales, el Poder Judicial manejado por la oligarquía, los medios de difusión masivos que, en un 90%, serían propiedad de siete familias según la denuncia que hizo Reporteros sin Fronteras, y otros partidos de derecha, todos ellos al servicio incondicional del imperio; los que, de una u otra manera, presionaron a la presidenta Dilma Rousseff para adoptar medidas económicas como los recortes en los programas sociales, hecho que generó, como esperaban, actitudes de descontento afectando negativamente la imagen de la Presidenta; situación que fue aprovechada, de la manera más canallesca, para promover el juicio político con argumentos, en primera instancia, referidos al proceso de Lava Jato que incluye crímenes de corrupción, lavado de dinero y el cobro de sobornos a los contratistas de la empresa PETROBRAS, en el que están implicados muchos políticos de la derecha antidemocrática, de los que algunos se encuentran como elementos activos del golpe parlamentario que no logró incriminar a la Presidenta, habiendo salido íntegra e ilesa de la infame tentativa; razón por la que buscaron otros argumentos a fin de lograr su destitución, acusándola de presunta manipulación del déficit fiscal en la gestión de 2014, un mecanismo normal empleado, como lo explicaron connotados juristas, prestigiosos hombres públicos y la misma Presidenta, por todos los gobiernos que lo antecedieron, consistente en endeudarse de los bancos a objeto de cubrir gastos adicionales; sin embargo y a pesar de ello, se hace abstracción de esa práctica que hace de ella un derecho consuetudinario y sólo se pretende juzgar a la actual Presidenta, lo que desnuda la intención de asaltar el poder sin que importen los medios aunque ellos rayen en hechos casi fascistas.
El propósito de la destitución es clara y explica la acción irracional de los que manejan la corrupción, la mentira y la infamia para asaltar el manejo del poder y, de ese modo, favorecer a sus intereses e imponer no sólo los privilegios de los que siempre gozaron, sino manejar la prepotencia y el abuso para establecer la impunidad, pues el impeachment, orientado a la destitución de la Presidenta, legalmente constituida, parece tener un objetivo de trasfondo, detener las investigaciones sobre la operación Lava Jato, en la que estarían implicados muchos políticos de la derecha como el suspendido presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha y otros; es por eso que los golpistas hacen oídos sordos a las cada vez más contundentes manifestaciones de apoyo de los trabajadores y las organizaciones sociales a la continuidad del mandato presidencial; consecuentemente al rechazo del aberrante golpe a la vida democrática del país, que conlleva el nefasto mensaje de que no es importante ganar en los procesos electorales para acceder al poder y que cualquier otra vía es válida por más ilegal e ilegítima que pueda ser.
La ilegitimidad del proceso golpista radica en que sus protagonistas no demostraron responsabilidad alguna en las acciones de Dilma Rousseff; por tanto, el propósito determinado e impuesto por los mecanismos imperiales no es otro que fracturar no únicamente la continuidad democrática vigente por más de una década, sino destruir todos los gobiernos populares del continente como ocurrió hace poco en la Argentina, a pesar de que estos gobiernos no tomaron posiciones y medidas realmente antiimperialistas, lo que sí no es un error, no cabe ninguna duda de que se trata de una significativa limitación que tiene que ser profundamente reflexionada porque a la larga acaba desgastando las posiciones populares y patrióticas y fortalecen a los sectores reaccionarios; por eso es importante asumir modelos políticos contrarios al capitalismo, para que los ricos no sigan creciendo y sean cada vez más ricos como actualmente ocurre; pues no es falso que en los marcos de una economía financiera los bancos ganaron como nunca antes lo habían hecho, verdad que vale para ilustrar la afirmación anterior con el señalamiento de un solo caso; por ello, es necesario superar la actual situación que aún responde a modelos políticos coloniales que más temprano que tarde buscan la caída de los gobiernos progresistas a través de las manipulaciones de las capas reaccionarias que alimentan las vías de la corrupción con el fin de lograr el retorno de las fuerzas oligárquicas, antidemocráticas y conservadoras.
Hoy el gobierno popular del Partido de los Trabajadores (PT) se encuentra en una difícil encrucijada, a pesar de sus acciones en pro de los desposeídos que pudo sacar de la pobreza extrema a millones de brasileños, de haber reducido significativamente los índices de desempleo, incluso el de la inflación que antes de los gobiernos del PT alcanzaba los dos dígitos, que está lejos del actual que alcanza a un solo dígito. Razón más que suficiente para afirmar que los actores del golpe no tienen ninguna posibilidad para transitar al futuro con dignidad a pesar de su cinismo e hipocresía, ya que su intención de cortar el avance de la justicia social tiene patas cortas; tendrían que sentir vergüenza si aún les queda un mínimo de sentido común, pues los procesos de construcción de una sociedad equitativa y libre que amplíe los espacios de participación democrática, es la consigna de las mayorías oprimidas que buscan su liberación y que ninguna contraofensiva reaccionaria y oligárquica al servicio del capitalismo salvaje podrá detener; por ello la urgencia de la solidaridad latinoamericana a la causa del pueblo brasileño constituye un imperativo del momento para parar el golpe.
Brasil está polarizado y no es de lamentar porque permite tener la confianza de que los sectores democráticos sabrán asumir su rol para aplastar la emergencia de las fuerzas pro imperialistas, para seguir avanzando por las sendas que permitan la construcción de un otro mundo más humano, solidario y equitativo, donde el bien común, la justicia social plena y una tabla axiológica humanista sean el horizonte de la sociedad futura.