Hernando Calla
Son 35 años del asesinato de Luis Espinal en nuestro país, que él hizo suyo con un gesto decidido de adopción al poco tiempo de su llegada a Bolivia en 1968. Desde 1980, cada 22 de marzo recordamos la muerte sangrienta de Espinal a manos de las oscuras fuerzas del (para) militarismo y el narcotráfico que ese año se coludieron con la pretensión de frenar el proceso democrático en curso. Ese proceso se había reiniciado con fuerza desde el triunfo de la huelga de hambre de mujeres mineras y sectores populares en 1978 en la que Lucho también participó con la misma radicalidad de adopción de su nueva nacionalidad pues, como escribió, “morir (de hambre) por un pueblo puede dar más ciudadanía que nacer en él”.
Seguramente por ello es que pocos sabemos el lugar y la fecha de su natalicio (cerca de Manresa, 4 de febrero, 1932) y es posible que también él olvidara la fecha de su cumpleaños; a lo más recordará su “Cumpleaños” en una ocasión para hacer un balance de la vida (desde una perspectiva cristiana muy exigente consigo misma):
La vida transcurre, se nos va de las manos;
y nos hallamos vacíos ante Dios…
Hemos gastado demasiada vitalidad en egoísmo:
Hemos buscado el éxito, la gratitud, el placer.
Hemos sometido el amor
a la ley de la oferta y la demanda;
lo hemos dado a quien no lo necesitaba;
y en cambio, hay hambrientos de amor…
En otra de las “Oraciones a quemarropa” (que publicó primero en España), escribió sobre el “Cansancio de ser cristianos”:
En este momento, en cada momento,
alguien muere, alguien blasfema,
una inocencia es atropellada,
una persona se suicida…
Y nosotros estamos pasivos,
sobre las ruinas del mundo,
preocupados por un botón.
El sacerdote jesuita Luis Espinal Camps llegó a Bolivia todavía joven aunque ya tenía una trayectoria de pensamiento propio y creatividad profesional como periodista y cineasta. A los que se añadía su sensibilidad social que se había manifestado en varias actividades con las que se comprometió decididamente, entre ellas, la producción de una serie de programas sobre problemas sociales para la televisión española TVE denominada “Cuestión Urgente” y que había generado mucha expectativa en la España franquista.
En otro momento, el paso del tiempo dejando atrás la “Juventud” se le antojaba como una tentación al aburguesamiento:
Ya casi no somos jóvenes;
la vida nos ha madurado, y envejecido…
Nos sentimos cansados de luchar;
y quisiéramos ya una vida aburguesada.
Sin embargo, sólo era una forma de sacudirse la rutina y la tentación de la comodidad pues, de inmediato, sus versos invocaban la posibilidad del camino opuesto, aquel abierto por el Hijo del Hombre, muerto injustamente joven:
Jesucristo, quisiéramos ser como tú,
que no conociste la esclerosis
de la edad madura, y fuiste joven
hasta la muerte violenta.
Lucho tenía una gran empatía con la juventud y fueron los jóvenes de aquella época —particularmente aquellos que siguieron sus pasos como cineastas o críticos de cine— quienes más apreciaron lo trascendente de la llegada de Espinal a Bolivia para esa inquieta generación de los años sesenta y setenta en busca de darle sentido a sus vidas. Si aún pudieran escucharle los jóvenes de hoy, comprenderían que era alguien que intuía su malestar ante una sociedad en crisis que se expresa a través de la “Música moderna”:
Tú comprendes nuestra música,
expresión del hombre actual…
Tú conoces a estos jóvenes
que con voz sollozante interrogan…
Cada vez que golpean su guitarra
nos dejan en carne viva…
Jesucristo, nunca hubo
una nostalgia de ti tan difundida.
El “tecno” y el “rock” son una oración.
Escucha.
En otra ocasión hacía un ferviente llamado a “No ahorrarnos” la vida:
Pasan los años,
y al mirar hacia atrás
vemos que nuestra vida ha sido estéril…
Estamos ahorrando la vida,
por egoísmo, por cobardía.
Sería terrible malgastar
este tesoro de amor que nos has dado.
Pero así como era radicalmente exigente consigo mismo, el “Misterio de la persona” escondido en los demás le infundía respeto y amor; decía que solo cabe “una actitud religiosa ante el misterio de las personas”:
Cada persona lleva sus heridas,
su sensibilidad inexpresada,
el vértigo de su soledad…
Aún la persona más vulgar o despreciable
encierra su misterio;
si lo descubriésemos la llegaríamos a amar…
Haznos delicados para no profanar el misterio humano.
Por ello es que, aún después de 35 años, nos sentimos asimismo sobrecogidos ante el misterio de la vida, pasión y muerte de Luis Espinal, frente a la indecible crueldad con que lo asesinaron. Poco tiempo antes, alguien que trabajaba en su casa de Miraflores lo vio pálido e inmóvil, como ausente (“ido”) en su habitación, “parecía haber recibido el impacto de una anticipación del violento final que le tenían preparado las oscuras fuerzas que conspiraban en las sombras de la noche”. Años antes, él lo habría asimilado quizás a los “Mandatos incomprensibles” del Señor de la Vida:
Jesucristo, aceptamos esta muerte
que nos roe la persona.
Sabemos que son tus manos
las que nos magullan amorosamente,
las que nos desfloran el alma…
Jesús crucificado…
No nos dejes morir más de la cuenta.
Señor
¡cómo tememos que sea sólo un suicidio
nuestra crucifixión!
Luis Espinal, director del semanario Aquí en Bolivia, murió el 22 de marzo de 1980 a consecuencia de torturas, vejámenes y disparos a quemarropa que le infligieron agentes del Servicio Inteligencia del Ejército (Sección II) a las órdenes del coronel Luis Arce Gómez hoy recluido en Chonchocoro por delitos de alzamiento armado y otros crímenes.
La Paz, 28 de marzo, 2015