Rafael Puente
La laguna Alalay de Cochabamba es de importancia local, no tiene la significación nacional del lago Poopó, pero parece un botón de muestra de la actitud que tienen, respecto del agua y de la Madre Tierra, tanto el Estado como importantes sectores de la sociedad civil, y desgraciadamente en el conjunto del país. Por eso insistimos en el tema de esta laguna, que hace unas semanas presentó el doloroso espectáculo de miles de peces muertos…
Las causas las conocemos. En las aguas de dicha laguna, que hace 50 años era un lugar de recreo para la ciudadanía —baño incluido— hoy se acumula una carga creciente de sustancias orgánicas en descomposición, ya sean aguas servidas que llegan directamente o a través del río Rocha, ya sean cargas de desechos químicos procedentes de algunas curtiembres o de los “comodatos” que en tierras de la laguna se han concedido a dos clubes de fútbol…
Cierto que el Comité de Recuperación, Mejoramiento y Preservación de la Laguna Alalay (CREMPLA) advirtió con tiempo a las autoridades, pero es un comité meramente técnico —no ejecutivo—. La autoridad ejecutiva es la Alcaldía; y lo curioso es que el ejecutivo municipal contrata, para la administración y gestión de la laguna, a abogados y arquitectos, y no a biólogos o ambientalistas. Ahora entendemos por qué para el proyecto de restauración de la laguna contrataron a una empresa constructora y rechazaron una consultora ambientalista. Y de ahí se deriva también la aberración de que en los términos de referencia para la restauración de la laguna se contempla la ampliación del Circuito Bolivia, ampliación que está prohibida en la propia legislación municipal. Incluso hay propuestas municipales que apuntan a la construcción de una piscina olímpica, a la de un mega-mercado, o a la de un “Cochalódromo”… ¿Será que sólo ocurre esto en Cochabamba? ¿O es efectivamente un botón de muestra de cómo manejamos los temas ambientales en el conjunto del país?
Pero además de estas aberraciones de la propia Alcaldía —¡y no estamos hablando de esta gestión, sino de todas!—, nos encontramos con la conducta igualmente aberrante de buena parte de la sociedad civil. Y por supuesto lo peor cuando ambas aberraciones se juntan y refuerzan. ¿Se podrá creer que cuando se reconstruyó el Hospital Viedma los escombros de esa obra fueron echados a la laguna Alalay? Y eso por decisión municipal en tiempos del alcalde Terceros. ¡Y la única medida que se tomó fue sancionar al chofer de la volqueta! Más recientemente se ha botado a la laguna los escombros procedentes de la construcción del túnel del Abra, realmente parece que hubiera un concurso de quién hace mayores barbaridades.
Pero probablemente la mayor de todas han sido los comodatos que se firmó a favor de los clubes Wilsterman y Aurora. El primero sigue vigente pese al informe negativo que elaboró la misma Alcaldía y a la Ordenanza Municipal de 1999. El segundo ha empezado por ampliar los 44 mil metros cuadrados que se les había cedido a más de 60 mil, y no ha cumplido la ordenanza según la cual tenía que devolver el comodato el año 2014; y han realizado construcciones sin documentos ni autorización. Y ambos clubes se han esmerado en complicar el suelo de la laguna, con abundancia de materiales para consolidar sus canchas, con escombros y por supuesto con basura. Incluso se ha visto a un concejal (y presidente del Concejo) echando personalmente volquetas de basura particular suya…
Pese a todo desde el CREMPLA se afirma que hay esperanzas, que la Alcaldía tiene ganas de recuperar de verdad la antigua Laguna Alalay —lo que no tiene es el inmenso presupuesto necesario—. Pero añade que lo más difícil será luchar contra los enemigos de siempre: los loteadores, los burócratas, y la ciudadanía sin conciencia. ¿No son los mismos enemigos a los que no estamos pudiendo controlar en el conjunto del país?