Álvaro Puente Calvo
No es nuevo. Varias veces presenciamos los exabruptos dictatoriales de nuestros gobernantes. Tampoco son nuevos los que sufren los reveses. Hace mucho que los periodistas y las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) han estado en la mira. Lo nuevo es que ahora el odio ha crecido tanto que les disparan a matar. Lo nuevo es el grado al que han llegado la ira y la soberbia del poder.
No mienten las ONG. Siguen siendo las mismas que siempre fueron. Siguen siendo esa curiosa reserva de los soñadores que creen que es posible la verdad, que son posibles la justicia y la igualdad. Son los que todavía se estremecen cuando ven una lágrima. No mienten ellos. Mienten los que nos cuentan novelas para justificar su odio, para esconder su intolerancia. Mienten los que abusan del poder para sojuzgarlas. La prensa no miente. Simplemente contempla la batalla desde otra óptica que el Gobierno y sin su pasión, sin su amor propio herido, sin sus intereses ocultos, solo con la libertad de pensar. Mienten los que se inventan confabulaciones y guerras sucias. Mienten los que inventan agresiones sólo porque no toleran la libertad. Es que los quieren cómplices. Los chantajean para que mientan desde su lado. ¿Acaso hace falta recordarles que prensa y ONG tienen todo el derecho a disentir, a decir su verdad, a darnos la información que ellos manipulan, a denunciar, a reclamar, a exigir, a existir y a ser parte plena de esta patria?
Si los tenebrosos poderes enemigos que imaginan nuestros gobernantes quisieran hacerles daño, no contratarían a nadie para que los llame a continuar la marcha ni a profundizar el cambio mejor. Pagarían más bien para que los dejen empantanados en la nada, para que los dejen satisfechos con la mediocridad de lo poco avanzado, para que nadie les haga corregir el camino equivocado. No es la derecha ni es el imperio el que espera más de ellos, ni el que pide coherencia. Nadie financia a los que sufren viéndolos despilfarrar la bonanza. No es la maldad la que nos hace desesperar porque nuestros colegios se ocupan de construir ignorancia y sumisión. Los que piden salud y alegría para nuestro pueblo nos son enviados por Satanás.
Lo propio de esos enemigos funestos es el retorno a la dictadura más cavernaria que amordaza a la prensa y asesina a las ONG. Lo propio de los peores es acallar a los que piensan diferente y matar a los que sueñan ideales mejores. El peor de los imperialismos es la soberbia que no soporta la crítica. La peor corrupción es utilizar dinero del Estado para financiar los odios y las venganzas personales.