María Fernanda Rada Prado (Marifer Boliguaya)
6 de abril de 2014
“Es jodido, gran parte de la historia de Bolivia se ha ido con Antonio. No hablo de la historia oficial, hablo de la historia de los “elenos”. El apoyo a las mujeres mineras contra Banzer, la resistencia a las dictaduras en clandestinidad, entre varias hazañas” nos dijo Carlos Núñez a mi madre y a mí. Antonio Peredo había muerto unos días atrás y salíamos de la radio que le hizo un homenaje.
Es sorprendente que entre el dolor de la pérdida por un ser querido, encontremos la forma de seguir hablando de él. “Es un pacto doloroso” diría mi abuelo Antonio, a quien le costó mucho escribir un libro hablando de sus hermanos Inti y Coco Peredo, que fueron asesinados en plena juventud. Sin embargo, es un pacto necesario y eso era algo que Carlos tenía clarísimo. “Es importante que hables en la radio guagua, se tiene que saber claramente que el legado del Che y los Peredo tocó a más de una generación” me dijo. Y vaya que el legado del Che siguió vigente, pues a los 39 años de su muerte, fuimos a La higuera una gran cantidad de jóvenes y adolescentes de todo el continente.
Me viene a la memoria el momento en que estábamos en una caravana, yendo de La Higuera a Vallegrande en medio de la sierra. El auto en que iba Carlos se volcó y gracias a una rama evitó caer al vacío. Carlos fue el primero en salir del auto, se quedó amarrado a una soga que le mandaron los compañeros y agarrado de una rama logró sacar a todas las personas que estaban en el auto. Cuando pude abrazar a Carlos, recién me di cuenta que su nuca sangraba “Ya se va a pasar, lo único que me va a matar a mí es una bala” me dijo con tranquilidad. Durante el regreso a Vallegrande, Carlos consoló al chofer que se sentía culpable “Ya está hermanito, no te martirices, todos cometemos errores, lo bueno es que estamos a salvo”.
El accidente muestra quien era Carlos Núñez, el más fuerte en las adversidades, el primero en actuar, el encargado de poner a salvo a todos, para luego recién pensar en sí mismo. Años después entenderíamos que la capacidad de acción de Carlos no sólo salvaría a la gente de un accidente de auto, sino también la unidad y soberanía de Bolivia, ayudando a detener el intento de guerra civil de la banda de sicarios croatas dirigidos por Rozsa.
Del caso Rozsa se ha dicho mucho ya, la prensa y la derecha han demostrado al país su capacidad de libertinaje y manipulación de la realidad. Mucho puede decir la gente que no ha hecho nada y que no puso el pecho en los momentos de inestabilidad, pero lo cierto es que Carlos estuvo donde tenía que estar.
En la resistencia a las dictaduras y neoliberalismo, acompañando a Antonio Peredo durante la campaña electoral, marchando en las calles aquel octubre negro, contando votos el día que Evo ganó las elecciones, trabajando duramente contra todos los intentos de golpes de estado, defendiendo la unidad de Bolivia de cualquier intento separatista.
Por eso cuando la prensa dice que Carlos se llevó a la tumba parte de la historia le doy la razón. Se llevó su lucha clandestina como el “eleno” que siempre fue. Poco le importó el protagonismo o reconocimiento, el poder o la comodidad económica. Al igual que Antonio, su amor al pueblo y militancia fue permanente e incondicional. Y traspasó fronteras, pues Carlos también apoyó la revolución cubana, el Chile de Allende y a Chávez en Venezuela.
Lo que la prensa diga poco me importa ya, lo cierto es que Carlos al igual que Antonio han formado a muchos jóvenes que en estos días escribieron y hoy me quedo con el recuerdo de mis compañeros: “le hubiera dado mi oxígeno porque él me enseñó a dar todo por el compañero”, “Siempre supe que le fallaría el corazón por tantas veces que lo entregó”, “me cuesta entender la muerte de los que han dado todo por la vida”.
No olvidemos nunca a los nuestros, no permitamos que la derecha nos quite lo vivido, hay que luchar contra la amnesia colectiva, que fue la responsable de que Banzer sea elegido democráticamente. No podemos retroceder y dejar que nos pisoteen la historia, no podemos dar el silencio a quienes difaman y se aprovechan de nuestro dolor en el peor momento.
Carlos, compañero, tío, protector, mentor, agradezco que nos hayas enseñado a luchar por las causas y no por líderes, sólo así es que se puede seguir cuando se van los nuestros. Te pido perdón porque tu ausencia me ha dejado paralizada y no es esa la forma de recordarte, pero vuelvo a hablar de vos y de los “elenos” que nos dieron una Bolivia mejor, vuelvo a intentar levantar el ánimo de los nuestros con tu vida, a pedirles que logremos convertir las lágrimas en lucha, el dolor en acción.
Gracias a todos los que me insistieron para que escriba. Les recuerdo que este no es nuestro peor momento, es sólo uno de los más dolorosos. Antonio nos enseñó a no perder la alegría a pesar de los golpes de la vida y Carlos a estar preparados para todo. Hagamos honor a tanta vida.