inundaciones
Anónimo
En estas últimas cuatro semanas, el panorama en Reyes ha cambiado mucho. No deja de llover, no entran flotas, no salen los autos a Rurrenabaque. Dicen que es un castigo de Dios.
En el mercado no he visto pan, verduras, carne, lácteos y demás alimentos necesarios para subsistir. Pero lo que sí vi es mucha agua, gente llorando, casas inundadas, casas cayéndose; calles que parecen lagunas artificiales, helicópteros, mucha gente buscando alimentos para llevar a casa, avionetas, cielos cargados de agua, vacas, toros, caballos, yeguas, gallinas, perros y gatos buscando dónde guarecerse. También vi al Ministro Juan Ramón Quintana visitando a nuestro Honorable Alcalde Municipal.
Las cosas han cambiado mucho en estas semanas. No hay niños por las calles, están llenas de agua, barro y continúa lloviendo. La desesperación está entrando por las ventanas de todos los reyesanos. Se siente en el aire una especie de vacío y desesperanza. La envidia y la solidaridad se volvieron el pan nuestro de cada día, puesto que ya no hay pan para comprar.
Desde que el Alcalde de Reyes expresó “Los maestros tienen sueldo, nada para ellos” me puse a pensar: ¿qué dar de comer a nuestros hijos si no hay nada para comprar? Si es cierto que todos los asalariados estamos hinchados en plata, entonces deberíamos comenzar a dar de comer dinero a nuestra familia. Quisiera imaginar, por tan solo un minuto, qué haría nuestro Alcalde Municipal si su empleada le sirviera a él, a su esposa e hijos un suculento almuerzo de monedas y billetes.
Hoy salió el sol, pero en el cielo aún se mira nubes negras. No hay luz, no hay agua, no hay alimentos. Escuché decir que todo el Beni se encuentra así. Parece que fuera una pesadilla. Como mucha gente dice, cuando alguien ve y anda por las calles queda perplejo.
Cuando todo esto empezó llovió toda la noche, como nunca. Nadie imaginó que sólo era el comienzo. Los curiosos iban hasta la tranca, donde hicieron el primer corte de ruta. Desde ese día —domingo— lo recuerdo bien, no dejó llover. Las calles estaban llenas, todos salían a sacarse fotos para subirlas al Facebook. Algunos más intrépidos se metían moto y todo a calles, donde el agua llegaba hasta el escape y otras lo tapaban y todos inocentes, sonriendo para la cámara.
Al día siguiente los comerciantes viendo que no había paso para flotas y autos, guardaron los alimentos y otros empezaron a vender sus productos a precios más elevados.
Los mercados que estaban llenos de verduras, frutas y conservas, ahora están limpios, vacíos, sin nada. Como nunca, se mira las cajas bien lavaditas y volcadas junto a los balays y canastas. Y las venteras sentadas, sin qué hacer, mirando la calle. Simplemente no hay camino por dónde lleguen los alimentos al pueblo (aunque para muchos reyesanos llamar “pueblo” o “pueblito” a Reyes es un insulto. Responderían con indignación y muy rápidamente: “Reyes no es un pueblo, es una ciudad… carajo!”).
En Reyes no hay clases, los damnificados de diferentes comunidades están utilizando las unidades educativas como vivienda provisional. Esto lo vino a constatar en persona el ministro de Educación Roberto Aguilar, que en compañía de dos directores recorrieron las calles inundadas de Reyes y visitaron todas y cada de una de las unidades educativas a las que se pudo acceder en moto; a las demás unidades las observó desde un helicóptero, puesto que literalmente el agua llegaba “al coto”.
Después de esa travesía el ministro pudo irse contento, puesto que vio que los maestros no pueden pasar clases, no hay dónde… pero siguen ganando su sueldo, sentados, pero inundados. Esto me hace recuerdo a un incidente televisivo local (cuando tenemos la suerte de que haya corriente). El Alcalde Municipal recibió clases magistrales de un vendedor apodado “El Camba”. Le enseñaba que tenía en su tienda lo que recibe el nombre de “aceite”, “arroz”, “azúcar” denominados víveres… ya que ese mismo día el Honorable Alcalde Municipal de nuestro pueblo, en una entrevista, dijo que en Reyes no había víveres, que necesitábamos la ayuda y colaboración del gobierno central. No sabemos por qué el gobierno no quiso declarar zona de desastre a Reyes o a todo el Beni. “El Camba” no es partidario del partido del Alcalde, porque si bien tenía “muchos y variados” víveres para vender, la gente que perdió todo… no tiene con qué comprar sus muy variados y bien llamados víveres. Ah! Falta aclarar que si hablamos de dinero, los del magisterio están forrados! Vamos Camba…. Tienes a quién vender todos tus víveres que no conoce el Alcalde!
Si revisan algunas fotos subidas al Facebook podrán constatar el difícil trabajo de un ganadero. Primero, el camino a las estancias tiene una profundidad de agua de unos 1.20 m. para arriba, sumado un lodazal que pa’ qué te cuento. Un pariente fue a rescatar un ganado; hizo una canoa y junto a otro pariente se fue aguas adentro, rumbo a Río Viejo. Llegando a la estancia contaron el ganado. 48 novillos que blanqueaban sus ojos. Rápidamente separaban a los que podían salvarse y a los otros los carnearon. Cuando llegaron al pueblo, después de cuatro días, entre medio la coca, chamairo, bico, agua y alcochol, se sacaron las botas. Esos pies estaban al rojo vivo, de tenerlos remojados y la fricción de la bota de goma hizo que los callos que se les formó se pelaran y estaban deshechos! Afortunadamente llegaron unos médicos de La Paz y pudieron revisar los pies de estos parientes, pero la ayuda vino incompleta, llegaron los médicos para ver las emergencias que se presentan en medio de tan terrible inundación, nunca antes vista, pero los médicos sólo vinieron a eso: a ver y nada más. No hay remedios, no llegan remedios, porque no hay caminos. Sólo vinieron a ver a los pacientes y nuestros parientes curaron sus pies “como se criaron los cambas”, con cebo caliente derretido en cada peladura, gritando todos y los más irrepetibles disparates.
En el camino a Rurrenabaque-Reyes, la historia es similar o mucho peor. Las personas viven en las carreteras junto a sus gallinas, chanchos perros y los gatos que pudieron salvarse del turbión. Sus casas están en el fondo del paisaje, junto a una corriente fuerte de un río que jamás pasaba por esos lugares y que les dejó de regalo un lodazal, que arrinconó lo mucho o poco que tenían.
Los tractores que en vez de llevar basura (que era su uso) ahora acarreaban gente de Rurrenabaque a Reyes o viceversa; todo por parte de la Alcaldía y de la subgobernación. Pero lo hicieron por la módica suma de 50 Bs. Algunos de los tractores se volcaron, regresaron de donde partieron y terminaron sin uso varios días, debido a la crecida de las aguas e intransitabilidad de la carretera. Pero cuando asoleó un poco y bajó el agua, vieran… todo estaba lleno de “collas” de ida a Rurrenabaque, para tratar de traer algo para vender.
Sin duda alguna el que más trabajó en estos días de inundación, fue el dueño de la única avioneta que estaba en Reyes: el Cap. Alcázar quien cobraba 150 Bs. por persona por un vuelo de 7 minutos: Rurrenabaque–Reyes. A él sí que lo buscaba todo pasajero recién llegado de La Paz, por la línea aérea Amaszonas, porque los vuelos solidarios que se ofrecieron por televisión jamás se dieron. Fueron sólo palabras. Tanto fue el enojo de los turistas que no encontraban salida hacia lugares sin agua, que tomaron el aeropuerto de Rurrenabaque reclamando los vuelos solidarios que nuestro presidente prometió y no cumplió.
Las consecuencias de la inundación recién se hacen notar. Da mucha pena, pero qué más podemos hacer. La naturaleza decidió castigar a todos los reyesanos en menor o mayor medida. Uno sale a las calles, se miran casas a punto de caerse, cayéndose, remojadas, paredes tumbadas, puentes deshechos, todos embotados, todo verde. El olor del agua estancada se mete hasta los huesos, los animales que pasan están esqueléticos, porque el pasto se pudrió. Ni los animales tienen qué comer, pero quizás los maestros que tienen dinero puedan compartir algo con ellos.
Esperamos que los helicópteros del gobierno central pueden ingresar más alimentos, los necesitamos, aunque “El Camba” se jacte de restregar en la cara del Alcalde que tiene mucha mercadería aún a la venta.