Flechas yurakarés
Alejandro Almaraz
El vicepresidente García ha sostenido reiterada y públicamente, durante los últimos meses, que, bajo el Gobierno de Evo Morales, se ha producido una radical modificación de la concentradora y tradicional estructura de tenencia de la tierra en el país, pues, de los casi 40 millones de hectáreas que el Consejo Nacional de Reforma Agraria entregó al sector empresarial, entre 1953 y 1992, el nuevo proceso agrario habría dejado a este sector con sólo cuatro millones de hectáreas. A partir de esa afirmación, García sugiere que la redistribución revolucionaria de la tierra está ya consumada y que, por lo tanto, no cabe continuar pretendiendo afectar a los grandes propietarios
Esta es, continuando con lo que ha venido a ser el fundamental método comunicacional del Gobierno, una gran mentira armada con verdades parciales. En efecto, el proceso de saneamiento de la propiedad agraria, iniciado en 1996 e intensificado entre el 2006 y el 2010, ha consolidado como propiedad empresarial de predios grandes y medianos los mencionados cuatro millones de hectáreas, pero eso no significa, en modo alguno, que ésa sea toda la superficie con la que se quede este sector como resultado del proceso agrario actual.
Dicho proceso sólo ha alcanzado alrededor del 60% de la superficie del territorio nacional en la que debe aplicarse por ineludible mandato legal y evidente necesidad social, y en una aproximada mitad del 40% que queda por sanear, abarcando por lo menos 20 millones de hectáreas, se hallan propiedades medianas y grandes altamente concentradoras de la tenencia agraria y de crecientemente importante valor comercial.
Zonas de fuerte dominio terrateniente, como casi toda el área ganadera de Beni y gran parte de las tierras bajas del este en Santa Cruz, donde el dominio empresarial de la tierra suele dar paso a su especulación improductiva y su uso depredatorio, aún no han sido saneadas, y, claro está, el concentrador dominio terrateniente en ellas se mantiene material y jurídicamente intacto.
Queda entonces muy claro que el dato triunfalmente dado por García es parcial, transitorio y engañoso. Para establecer el grado en el que el proceso agrario vigente afecte la propiedad agraria empresarial, es elementalmente necesario considerar lo que haga con la mayor parte del dominio empresarial aún intocado, de lo que, al contrario de una afectación redistributiva, podría resultar el perdonazo consolidatorio del latifundio, ya sea por indefinida omisión de facto de los procedimientos agrarios, o por aplicación distorsionada de los mismos en convalidatorio servicio de la gran propiedad agraria.
Es evidente que la opción de García fue y es esta última, invirtiendo la tendencia efectivamente redistributiva de la primera gestión de Gobierno de Morales, que sí se refleja en el dato estadístico falazmente manipulado, y que él, pese a sus grandes esfuerzos, no pudo evitar.
García ha hecho lo que ha estado a su alcance, desde la misma discusión de la nueva ley agraria en el 2006, porque los procedimientos agrarios no afecten el dominio empresarial de la tierra y, consiguientemente, no logren lo que ahora él proclama con absoluta falsedad: que la tenencia concentradora de la tierra se ha transformado radicalmente. Para ello, García fue artífice principal de los acuerdos entre su Gobierno y la burguesía agropecuaria, que han derivado en la ley del perdonazo de los desmontes ilegales, en cuya virtud el saneamiento tendría que legalizar el incumplimiento de la función económica y social (FES) de la tierra en varios millones de hectáreas, y ya, desde el 2006, ha peleado dentro del Gobierno por la pausa de cinco años en la verificación de la FES que ahora ha logrado traducir en un proyecto de ley reiteradamente remitido por el ejecutivo a la Asamblea Legislativa.
Acudiendo a la casi siempre ilustrativa analogía en ese universo alternativo que es el fútbol, tan apreciado por las altas esferas gubernamentales, habrá que decir que, con su triunfal declaración estadística, García pretende festejar un triunfo por goleada, e incluso dar la vuelta olímpica, cuando apenas ha terminado el primer tiempo con estrecho 1 a 0 a su favor, y habiendo comprometido su chijchica para hacer ganar al adversario en el segundo tiempo. Pero no es extraño, porque es ya una constante que, cuando al equipo del Gobierno no le alcanzan los rodillazos bajos para ganar los partidos, se sirve para ello de los jueces y, muy en especial, pone su más altisonante empeño para golear en el relato.
Alejandro Almaraz es abogado, fue viceministro de Tierras.