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El carnaval minero

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Fernando Dávila Pinilla

27.01.2013     

A los pies del cerro rico de Potosí, desde Pailaviri, mineros asalariados y cooperativistas inician su peregrinación carnavalesca a fin de mostrar fundamentalmente su sufrimiento de manera velada, su devoción al Tío supay que les permite la explotación de las vetas de mineral, o a una virgen (fetichismo, sincretismo o simplemente alegrarse para denunciar la explotación inhumana y del mineral). Para los señoritos aburguesados de la Villa Imperial de Potosí, es la expresión alcohólica sin precedentes, que dicen ignorar pero, sin embargo, el segundo día domingo que pasa la entrada de carnaval por el centro de la cuidad disfrutan por doquier (¿acaso el carnaval es para llorar? y los mineros acostumbrados a tomar a alcohol quemado, puro o con agua —bebida más barata, simple y accesible— ¿no están lo suficientemente ebrios o sanos para apagar con ese brebaje su melancolía diaria y su tristeza sin fin?).

Las bandas tocan la melodía inolvidable “minerito llora sangre por la muerte de un obrero…, para el minero no hay justicia, para el minero no hay perdón, más bien tratan de aplastarlo capitalistas sinvergüenzas…. “inmortalizada por las luchas revolucionarias y las conquistas laborales del proletariado del subsuelo; “los mineros de Bolivia, todos trabajan en los profundos socavones, hay minerito que vas a hacer…”, “… hemos venido de lejos a exigir nuestros derechos… todos juntos compañeros los mineros volveremos…, no volverá a sangrar las calles del campamento ni los lamentos de la noche de San Juan…. los mineros volveremos….”.

Cada pieza emula un momento histórico y del día a día de la explotación capitalista del hombre por el hombre; cada comparsa tiene un escuadrón de diablos rojos cual presencia es fundamental en la creencia minera boliviana. Otras melodías referidas a tincku y a la pujllay revelan que el proletariado minero boliviano (en general vienen del campesinado) y se funden convirtiéndose en obreros a fin de emanciparse (base de la alianza obrero campesina), diferencia muy particular de otros proletariados latinoamericanos. Se ve poca morenada, y se ignoran los caporales (expresión propia de la clase media de las ciudades). La ausencia de otras melodías y bailes expresan que no es una fiesta para demostrar habilidades de bailes, expresar devoción, sino para mostrar su alegría y a la vez su disconformidad con el modo rutinario y pobre en que se vive.

Pero la diferencia de otras entradas de carnavales y otras fiestas populares, es que los que bailan son los mismos actores del sufrimiento cotidiano, de las condiciones insalubres de trabajo, de los que día a día aportan con su trabajo a que Bolivia sea sostenida económicamente, por eso se ve a montones de comparsas con ropas e instrumentos de trabajo, combos golpeando el cincel, en las espaldas llevan los sacos de mineral, los cascos mineros y las luces encendidas, su overol y sus machaconas botas de trabajo; el ritmo a diferencia de las otras danzas es singular, ambas manos y pies se mueven emulando el sincelazo a la veta; algunos llevan sus dinamitas con sus mechas listas, y la infaltable bola de coca en sus bocas, acompañadas del alcohol de lata, entusiasman a los explotados mineros. Las comparsas muestran a adolecentes o jóvenes que por la necesidad de alimentarse, son incorporados a muy temprana edad a la minería como una esperanza para dejar atrás al ejército de desocupados casi en la miseria; las nuevas palliris cholitas o a la moda citadina, tal escuálidas que sus compañeros mineros, ahogan también su sufrimientoen el alcohol, festejan una vez al año a su modo su carnaval minero.

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